Internacionales
28/9/1988|243
Haití: el ejército, la última estructura social
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Tras el golpe militar del sábado 17 una impresionante ola de motines de soldados y suboficiales recorrió la estructura de las fuerzas armadas. Decenas de jefes y oficiales vinculados al duvalierismo y a los “tontone-macoutes" (“grupos de tareas” haitianos) fueron destituidos por asambleas y comités de soldados y suboficiales. “La estructura de los tontons-macoutes, montada hace 26 artos y que resistió a la propia calda do la dinastía Duvaller, fue destruida en pocas horas, junto a los militares ligados al antiguo régimen; siendo reemplazados por oficiales elegidos por los soldados" (Jornal do Brasil, 22/9). “La tropa sacó do sus cargos a 60 oficiales” informaba Clarín, 23/9. En la volteada cayeron el comandante de la marina y de la fuerza aérea, así como los jefes del regimiento de elite, los Leopardos. Le Monde habla de un “movimiento de los 'sin galones' que está destituyendo y sustituyendo prácticamente a toda la jerarquía de las fuerzas armadas haitianas” (cit. en u do B, Ídem).
El nuevo presidente, general Avril, criado en las entrañas del duvalierismo y que hasta el sábado era ayudante del anterior tefe de gobierno, general Namphy, fue desbordado por el movimiento de la tropa y tuvo que convalidar los cambios en la cúpula castrense. En todas las reuniones importantes y ceremonias oficiales aparece acompañado por el sargento Joseph Hebreux, de 27 artos, verdadero líder de las tropas amotinadas. Según Clarín (23/9) hay un “virtual cogobierno de Avril y de los consejos de soldados".
Derrumbe de la “transición"
La revuelta terminó de derrumbar la trabajosa “transición" hacia un “duvalierismo sin Duvalier" que intentaban llevar adelante las fuerzas armadas desde que un movimiento popular derrocó a la dinastía Duvalier en febrero de 1986.
La “transición” pretendía recubrir de una fachada seudoconstitudonal la preservación de la estructura social heredada del duvalierismo y por sobre todo al corazón del régimen, los “tontons-macoutes”, Esta “transición" contaba naturalmente con el auspicio del imperialismo yanqui, pero fue sufriendo numerosos tropiezos. A mediados de 1987, la Junta Militar, entonces presidida por el mismo Namphy, derrocado hace unos días, enfrentó un virtual levantamiento popular, que incluyó una huelga general declarada por la CATH (central autónoma de trabajadores de Haití), la que duró varias semanas, mientras se levantaban barricadas en las principales ciudades con decenas de muertos y centenares de heridos. La huelga había sido declarada en protesta contra la política fondomonetarista de Namphy y su pretensión de digitar el proceso “electoral”. Una enorme concentración recorrió entonces la capital haitiana redamando la caída de la Junta Militar, mientras la descomposición del régimen era evidente al punto que el diario, inglés The Guardian alertaba sobre el peligro de que “las fuerzas armadas están a punto de quebrarse” (7/7/87, citado en PO N8 191, 22J1K1 “La situación revolucionaria en Haití").
Desde entonces el régimen apeló para sobrevivir al incremento de la represión. Las elecciones de noviembre de 1987 fueron interrumpidas por una descomunal matanza perpetrada el día del comido por los “tontons-macoutes". En nuevas elecciones amañadas, “triunfó” el candidato derechista Leslie Manigat pero no llegó a gobernar tres meses y fue desplazado por el general Namphy. La polarización política se incrementó. El 11 de setiembre, en una acción que fue detonante de la rebelión, los “tontons-macoutes" llevaron a cabo una feroz matanza en una iglesia de la capital donde se habían reunido miles de opositores, y luego le prendieron fuego.
Guerra Civil
La quiebra de la estructura de las fuerzas armadas dio rienda suelta a las tendencias profundas de las masas a liquidar de una vez por todas a los odiados “grupos de tareas”. “Haitianos enardecidos atacaron a miembros de los temidos tontons- macoutes en varios puntos del país. Hubo linchamientos de esos elementos el miércoles en Cabo Haitiano y en Puerto Príncipe y saqueo de sus casas y las de sus allegados” (Clarín, 23/9). “Un Integrante de los tontons-macoutes fue rociado con gasolina y prendido fuego” (La Nueva Provincia, 22/9). Página 12, (del 21/9) informa, por su parte, que “soldados rasos mataron a balazos al tontón macoute Henri Toussaint quien había tenido participación en la represión a una manifestación pacífica de mujeres en Julio de 1987 y eliminó personalmente a una de ellas”.
Esta tendencia de las masas contrasta con la conducta benevolente seguida por los jefes de las tropas amotinadas con los oficiales destituidos, los que no sólo no son ejecutados sino ni siquiera detenidos. En una reciente reunión de dirigentes afines al movimiento se escuchó denunciar que “lo único que hicieron fue perseguir a los peces más chicos y dejar sueltos a los más grandes” (Clarín, 26/9). También se señaló en dicha reunión que “nadie molestó al líder máximo de los tontons-macoutes, el ex-coronel duvalierista Claude Raymond ni al derrocado alcaide de Puerto Príncipe Frank Romain (a quien se sindica como responsable de la matanza del 11/9), otro ex oficial duvallerista" (Ídem).
Está planteada crudamente el espectro de la guerra civil. “El peligro de un “contrataque” por parte de militares leales al derrocado Namphy o de los numerosos terroristas civiles que continúan armados (es Inminente)” ... “Uno que ha sobrevivido al levantamiento es el coronel Jean- Claude Paul, comandante del brutal y temido batallón Dessalines, de 700 hombres, única unidad Importante del ejército cuyos soldados no se amotinaron" (ídem).
Las limitaciones de un movimiento restringido a la suboficialidad son naturalmente profundas. El uniformado, por bajo que sea su rango, es incapaz de una acción autónoma de las clases. Debe expresar forzosamente la estructura social imperante o levantarse contra ella, pero en esta última alternativa estarían siguiendo la política de los explotados. Los suboficiales haitianos declararon que se proponen restablecer la democracia, eliminar la corrupción y depurar a las fuerzas armadas y policiales, con lo que no hacen más que repetir los lugares comunes del democratismo. No plantean el armamento del pueblo, y esto demuestra que continúan encerrados en el programa del Estado oficial. El cumplimiento de un programa democrático elemental es inviable sin la participación activa de las masas populares y éstas no se limitarán a los reclamos democráticos, máxime en un país que ostenta el récord de pobreza del continente y en el que la dieta está por debajo de la mayoría de los países africanos.
El imperialismo está inquieto no por los generales sino por restablecer una cadena de mandos en las fuerzas armadas. No por los militares, sino por el ejército. “Esperamos para ver si Avril puede controlar el ejército, declaró un preocupado diplomático europeo” informa el Washington Post (22/9), que agregó “La única fuerza organizada en el país es el ejército. SI se quiebra, no queda nada”.
El pueblo no sólo ha comenzado a ejecutar a tos “grupos de tareas". También emprendió la depuración de tos agentes duvalieristas a cargo de las empresas. “Administradores civiles han sido destituidos por sus subalternos en las compartías estatales de servicios, luego de acusarlos de duvalieristas” (Clarín, 23/9). Los cables informaban, por su parte, que "los trabajadores de la empresa nacional de electricidad, de los puertos y molineras se unieron a la rebelión, declarando una huelga para que renuncien los gerentes nombrados por el gobierno” (21/9). Este es el porvenir del movimiento. La liquidación de la contrarrevolución, el armamento popular, el control obrero y el surgimiento de organizaciones sovietistas están planteadas como tareas inmediatas en el país más atrasado del continente.