El fin de ETA, un reciclado de centroizquierda

-Exclusivo de internet

En los últimos diez días se produjo una seguidilla de acontecimientos en las filas de ETA y su periferia que implican un reordenamiento del cuadro político de EuskalHerria en general y de la izquierda vasca en particular. El 23 de septiembre, el ‘Colectivo de presos’ de ETA, integrado por más de 700 militantes detenidos y considerado uno de los ejes de su dirección política, asumió públicamente su respaldo a la llamada ‘declaración de Gernika’, un texto acordado hace un año por la ilegalizada Batasuna y otras fuerzas políticas de la izquierda vasca que se define por “un definitivo abandono de las armas”, el “uso de medios exclusivamente democráticos y pacíficos para resolver las cuestiones políticas”, y “el reconocimiento, reconciliación y reparación de todas las víctimas”. Pocos días más tarde la propia ETA anunció su compromiso de colaborar con la ‘comisión internacional de verificación’ del alto el fuego y, más importante, proclamó la disolución de Ekin, una organización fundada en 1999, ilegalizada por el Estado español, que constituía su organización ‘política’ al interior de Batasuna y otros frentes de masas de la llamada ‘izquierda abertzale’.

Los anuncios se suman a la confirmación, en enero pasado, de que el alto el fuego declarado en septiembre de 2010 sería “permanente, general y verificable” y a la interrupción del cobro del llamado ‘impuesto revolucionario’, cobrado desde hace décadas por ETA a empresarios vascos y que constituía su principal fuente de financiamiento. Los anuncios se colocan en la línea del debate iniciado hace por lo menos dos años en el seno del activismo independentista vasco, luego del fracaso de las anteriores negociaciones y ante la permanente persecución y represión por parte de las fuerzas de seguridad españolas y francesas, que desmantelaron la estructura de ETA, liquidando su capacidad operativa: los últimos hechos armados fueron virtualmente ejecuciones a sangre fría, lo cual fue considerado una evidencia de su incapacidad logística para organizar atentados de mayor escala. La asunción del acuerdo de Gernika y la disolución de Ekin son “la consecuencia de su derrota en las asambleas de Batasuna, que avalaron las vías pacíficas, y de los continuos golpes policiales que han mostrado el abismo a la organización y a su comisariado político”. En los últimos meses las fuerzas policiales ya anunciaban la desaparición de Ekin y “la toma de todo el poder por parte de la antigua Batasuna”. Según un periódico de Madrid, “los comisarios políticos de Ekin llegaron a ser expulsados entre abucheos de las asambleas en las que intentaban imponer la ponencia de ETA a favor de seguir con la violencia” (Público, 2/10).

Los pasos hacia el “abandono de la violencia” se producen en un año electoral en el cual la izquierda abertzale obtuvo sus mejores resultados históricos: la coalición Bildu, integrada por la ex Batasuna y otros partidos de la izquierda independentista que firmaron el acuerdo de Gernika, obtuvo unos 300 mil votos en las últimas municipales, con lo que conquistó la alcaldía de 123 ciudades, entre ellas San Sebastián, y más de de 1000 concejales en pueblos y ciudades de Euskadi y Navarra. Bildu fue así la segunda fuerza más votada en el País Vasco, y la primera en número de alcaldías. En las regionales, por su parte, obtuvo un 25% de los votos, con lo cual consiguió un tercio de los diputados del Parlamento regional. El éxito electoral de Bildu reforzó aún más la posición de los partidarios del ‘abandono de la violencia’ al interior de la izquierda abertzale, al mismo tiempo que se profundizaba el giro hacia otras fuerzas políticas de centroizquierda. A principios de agosto, Bildu propuso incluso al PNV, el tradicional partido derechista de la burguesía vasca, la formación de un frente ‘soberanista’ para presentarse juntos a las elecciones de noviembre.

La propuesta fue rechazada por el PNV, que busca correrse hacia la derecha para colocarse como un aliado necesario para el próximo gobierno del PP, pero aceptada por Aralar, otra vieja ruptura de la ETA integrada desde hace años al régimen político vasco: como resultado se acaba de presentar, en los últimos días, una nueva coalición, llamada Amaiur, que se presentará en las elecciones generales del mes próximo y apunta a obtener más de cinco escaños en el Parlamento español, lo cual le permitiría contar con bloque propio, algo inédito en la democracia reciente española.

El agotamiento de ETA se procesa en la dirección de una integración de la izquierda abertzale a formaciones políticas de centroizquierda integradas al armado político de la burguesía vasca. Pero tiene lugar, al mismo tiempo, en el cuadro de una gigantesca bancarrota capitalista que está resquebrajando el régimen político de las “autonomías” forjado por el franquismo, el stalinismo y el PSOE en los mentados Pactos de la Moncloa -es decir, todo el edificio político de esa cárcel de pueblos que es la monarquía española.

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