El final de May no es el fin de la tormenta

Con la caída de Theresa May, el Brexit se ha llevado puesto a su segundo primer ministro, tras la caída de David Cameron en 2016. May había perdido ya todo respaldo: estaba desautorizada por la derrota de sus propuestas en el parlamento, se había roto el diálogo con los laboristas, y su sucesión se negociaba de modo más o menos abierto dentro de su propio partido.


El fracaso de May es el fracaso de una tentativa por conducir el proceso abierto por el Brexit a través de una retirada negociada con la Unión Europea. Cada borrador de acuerdo fue rechazado tanto por el sector “brexiter” más duro como por el de los partidarios de permanecer en la Unión Europea. Es lo que pasó con su último pre-acuerdo que establecía una unión aduanera transitoria y una cláusula de salvaguarda para evitar una frontera dura (restablecimiento de aduana y pasos migratorios) en Irlanda.


No se espera, sin embargo, que la salida de May calme las aguas. Los principales nombres en danza para reemplazarla son “brexiters” duros, entre ellos el ex canciller Boris Johnson, que se parece a Trump hasta en los modales. Una designación de ese tipo agravaría los choques con la Unión Europea. Johnson ha asegurado que el Reino Unido debe retirarse de la UE cuando expire la prórroga dispuesta por el bloque, “con o sin acuerdo”. Trump atiza la separación para fragmentar Europa y apuntalar intereses comerciales y políticos de la burguesía yanqui. Es interesante que, en medio de la pelea Google-Huawei, la posibilidad de que la compañía china desarrolle la red 5G en el Reino Unido desató una tormenta política.


El temor a las consecuencias de un Brexit duro ya llevó a un sector del capital financiero a relocalizar operaciones hacia el continente. Empresas de máximo nivel como Ford y Airbus han amenazado con su salida. Al calor de estas presiones, resurgen los planteos de un nuevo referéndum para desandar el proceso de salida. La salida de la UE plantea, adicionalmente, la posibilidad de una retirada de Escocia, en cuyos círculos dominantes prevalecen las tendencias europeístas. Además, el restablecimiento de una frontera dura entre Irlanda e Irlanda del Norte puede llevar a la reapertura del conflicto independentista en ese país. Sintomáticamente, una periodista murió asesinada en abril durante la represión de una protesta de grupos republicanos en la localidad norirlandesa de Derry.


El empantanamiento parlamentario, la crisis política y el deterioro de las condiciones de vida de las masas han golpeado fuertemente a los conservadores, que perdieron mil concejales en las recientes elecciones municipales (sobre ocho mil cargos en juego). A la luz de este escenario, no está claro que el sucesor de May vaya a avanzar en la convocatoria de nuevas elecciones, pese a que los conservadores poseen una mayoría estrecha y muy precaria en el parlamento. 


Pero esta crisis podría golpear también a los laboristas, cuyo partido también está dividido con respecto al Brexit. En las municipales, el partido de Jeremy Corbyn, que venía en ascenso con una agenda reformista de nacionalizaciones, también tuvo una caída (en mucha menor proporción que los conservadores). En cambio, crecieron en ella los liberal-demócratas (pro-europeos) y los verdes, de un lado, y se espera –como reverso de la medalla- un triunfo del ultraderechista Partido del Brexit (refundición del Ukip) de Nigel Farage en las elecciones para el Parlamento Europeo. Se está fragmentando cada vez más el mapa político.


El Brexit es una de las mayores expresiones de las consecuencias explosivas que plantea la bancarrota económica mundial. Se hace urgente la intervención independiente del proletariado.