El horror de las violaciones grupales en la India

La agresión a la turista española es la punta de un iceberg

Protesta contra un caso de violación

El ataque de una patota de siete hombres contra una turista española de origen brasileño y su esposo, en la India, ha vuelto a poner de relieve el nivel al que llega la violencia hacia las mujeres en la nación más poblada del mundo. El hecho ocurrió en Dumka, un distrito ubicado en el estado de Jharkhand, y hasta el momento hay cuatro detenidos. La mujer fue violada grupalmente, en tanto que su marido fue sometido a una golpiza.

Si bien los casos de ataques a turistas, como el de una ciudadana suiza que también fue agredida en banda en 2013, son los que cobran mayor trascendencia a nivel internacional, el fenómeno es mucho más profundo. En 2022, hubo más de 31 mil denuncias de violación, lo que da un promedio de 86 casos diarios (CNN en Español, 4/3), y hay que tener presente que las cifras reales son mucho mayores, ya que, debido a la revictimización a que son sometidas por la policía y la justicia, muchas mujeres evitan hacer las denuncias.

En diciembre de 2012, el atroz caso de la estudiante de fisioterapia Jyoti Singh Pandey se convirtió en un antes y un después respecto a la violencia hacia las mujeres en la India. La joven de 23 años fue secuestrada junto a un amigo en un colectivo, en Delhi, y sometida a torturas y vejaciones que la condujeron a la muerte unas horas más tarde. El ensañamiento con que actuaron los responsables conmovió a la sociedad india, desatando múltiples movilizaciones. El hecho tuvo una gran resonancia internacional, llegando incluso a la pantalla de Netflix, en la serie “Delhi criminal” que se estrenó en 2017.

Dos años antes, la BBC había entrevistado a uno de los integrantes de la banda que atacó a la estudiante. Además de reivindicar el ataque (“debió mantenerse en silencio y permitir la violación”), su testimonio es revelador desde un punto de vista ideológico, dada su misoginia y el lugar que asigna a las mujeres: “una chica decente no da vueltas a las nueve de la noche (…) Las tareas del hogar son para las niñas, no dar vueltas por discotecas y bares por la noche haciendo cosas malas y llevando ropa inadecuada. En torno al 20% de las chicas son buenas”.

Pese a algunas modificaciones normativas establecidas desde 2013, el endurecimiento de las penas y la aplicación de la pena de muerte en algunos casos (cuatro de los seis agresores de Jyoti Singh Pandey fueron ahorcados en 2020), la violencia no cesó ni parece haber disminuido. Otros casos atrozmente emblemáticos tuvieron lugar en los últimos años. En 2019, en el distrito de Unnao, del populoso Uttar Pradesh, otra joven de 23 años fue prendida fuego la misma mañana en que se dirigía a una audiencia por la violación que había sufrido por parte de dos hombres. Y basta googlear sobre el tema para encontrar una chorrera de casos espantosos semejantes.

En noviembre de 2017, un informe de Human Rights Watch denunció las reticencias de la policía a reportar las denuncias de violación, especialmente en los casos de las mujeres más pobres. No solo eso: en muchos casos se presiona a las víctimas y sus familias para llegar a acuerdos, sobre todo cuando los acusados pertenecen al poder político o económico.  Al mismo tiempo, el informe indicaba que, sobre 21 casos documentados, solo tres sobrevivientes habían recibido una indemnización, que es un mecanismo instituido desde 2015, como parte de las medidas establecidas tras la muerte de Jyoti Singh Pandey.

La agresión sistemática que sufren las mujeres indias se deriva de un régimen que promueve y ampara esa violencia. Hay que poner fin a ese régimen social.

https://www.prensaobrera.com/mujer/8m-una-batalla-politica-central-para-hacer-frente-al-plan-de-guerra-de-milei-y-los-capitalistas