El imperialismo al rescate de Milosevic

Las manifestaciones de masas contra Milosevic continúan sin descanso en Yugoslavia: “más de 200.000 estudiantes y partidarios de la oposición realizaron la mayor marcha de protesta … en el día 26 de las manifestaciones” (informe de la agencia Reuter, 13/12).


El imperialismo, “sorprendido”, ha montado un operativo político de envergadura para salvar al dictador serbio. El canciller norteamericano, Warren Christopher, y el jefe de la OTAN, han reclamado que Milosevic reconozca el triunfo de la oposición en las elecciones municipales y entable negociaciones con ella, para poner fin a la agitación popular. Pero el pueblo quiere ahora la cabeza de Milosevic, no una docena de municipios. El planteamiento imperialista es, en cambio, que Milosevic debe mantener el monopolio de la policía, del ejército, de los tribunales, de la burocracia estatal, del parlamento, de la prensa, del presupuesto y de las relaciones exteriores, a cambio de una docena de municipalidades –que, para peor, carecen legalmente de autonomía.


Coincidentemente, Milosevic “ofreció abrir a la observación internacional la legitimidad de los recientes comicios municipales (al proponer a) la Organización para la Seguridad y la Cooperación Europea que verifique las votaciones” (La Nación, 14/12). La OSCE es un organismo que agrupa a las potencias europeas (incluidas las ‘orientales’) y a los Estados Unidos; una vocera de esta organización señaló, inmediatamente, que “la OSCE no estará en posición de … verificar los resultados de la elección. Lo que la OSCE puede hacer es enviar delegaciones de alto nivel a reunirse con todas las partes interesadas, con la condición de que la OSCE tenga pleno acceso a todas ellas y pueda formular recomendaciones sobre las vías a seguir para salir de la crisis” (informe de la agencia Reuter, 13/12). En resumen, Milosevic reclama el arbitraje imperialista.


Exactamente en consonancia con esto, los dirigentes de la oposición (nacionalistas y restauracionistas) están considerando cesar las manifestaciones para disputar las elecciones presidenciales el año que viene (Le Monde, 10/12).


El apoyo imperialista a Milosevic


El empeño imperialista por sostener a Milosevic se explica por las repercusiones revolucionarias que podría tener su derrocamiento, a manos de una movilización de masas, en todos los regímenes de la ex Yugoslavia.


El primer ‘shock’ lo sufriría el dictador croata Tudjman. Como Milosevic, Tudjman –que viene de ser derrotado en las elecciones municipales del año pasado, y que también se niega a reconocer el triunfo de la oposición– enfrenta huelgas y manifestaciones políticas de masas. La caída de Milosevic sería el primer paso de la caída de Tudjman.


Inmediatamente, el ‘shock’ alcanzaría a Bosnia. Según la prensa internacional, Milosevic sería el único capaz de ‘refrenar’ a los extremistas serbio-bosnios. En realidad, las cosas son exactamente al revés: sin Milosevic, las ‘milicias serbias de Bosnia’ no son nada. Milosevic las armó, las entrenó, designó a sus generales y ahora protege a sus dirigentes acusados de crímenes de guerra. Algunas de las operaciones más salvajes de las ‘milicias serbio bosnias’ –como la captura de los‘enclaves’ de Zeppa y Srebrenica, donde fueron asesinados decenas de miles de bosnios de origen musulmán– fueron decididas en Belgrado y contaron con la participación de fuerzas entrenadas en el propio territorio de Serbia. Sin Milosevic en el poder, estas ‘milicias’ no son nada … y lo mismo puede decirse de las‘milicias’ de los croatas de Bosnia respecto de Tudjman.


El derrocamiento de Milosevic a manos de una movilización popular replantearía la posibilidad de la independencia y la unidad multiétnica de la república. Al sostener a Milosevic y a Tudjman, el imperialismo defiende la partición de Bosnia.


El derrocamiento de Milosevic sería un golpe a la injerencia imperialista en Yugoslavia y a la partición de Bosnia.


El significado político de las manifestaciones


Las manifestaciones contra Milosevic replantean la cuestión yugoslava y la unidad de los Balcanes.


Aunque el desempleo alcanza al 50% de la población serbia, las jubilaciones no se pagan y el salario real cayó brutalmente, el contenido político de las movilizaciones no es la penuria económica. Ningún régimen político ha caído como consecuencia de las privaciones económicas causadas por una guerra que las masas consideraron justa (los paraguayos en la guerra de la ‘Triple Alianza’, los argelinos a fines de la década del 50 o los vietnamitas en las décadas del 60 y el 70).


Lo que revelan estas manifestaciones es que la guerra que libró Serbia contra las restantes repúblicas de la ex Yugoslavia no fue una guerra ‘progresista’ ni‘popular’. Fue una guerra reaccionaria e impopular. Hoy, los manifestantes se levantan en Serbia contra las consecuencias de esa guerra reaccionaria. Lo mismo puede afirmarse de Croacia, donde el régimen de Tudjman también está contra las cuerdas.


Las manifestaciones vienen a confirmar que, a los ojos de las propias masas serbias, la guerra librada por Milosevic no era ‘su’ guerra, sino la de las camarillas restauracionistas en su propio beneficio. Es posible, en consecuencia, trazar un balance definitivo de la política de las tendencias y partidos frente a la guerra. Las manifestaciones que reclaman la caída de Milosevic revelan que la única política realista frente a la guerra fue la que llamó a la lucha conjunta de esos pueblos contra todas las camarillas restauracionistas y el imperialismo. Esa política –sintetizada en la consigna de una Federación libre y democrática de repúblicas socialistas de los Balcanes– es la que ha sostenido y sostiene el Partido Obrero.