Internacionales
13/6/2002|758
El imperialismo es responsable por la barbarie nuclear
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El conflicto bélico de medio siglo que opone India a Pakistán por el territorio de Cachemira, amenaza ahora degenerar en un enfrentamiento general, con uso de armas nucleares, que provocaría, según cálculos de especialistas, de tres a doce millones de muertos en lo inmediato, llegando a veinte millones en el corto plazo, y la literal aniquilación de Pakistán. El impresionante armamento acumulado por estos dos pobrísimos países, cuya renta anual per capita apenas supera los 500 dólares, se debe al papel de peones que jugaron en la política asiática del imperialismo desde la independencia del sub-continente indiano del colonialismo británico, poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial; secundariamente, la propia burocracia de la ex URSS armó hasta los dientes a la India, en las décadas de 1950 y ’60, en su política de chantaje a la revolución china.
Divide y reinarás
Durante la lucha por la independencia, el nacionalismo burgués indio (el Congreso Nacional Indio, liderado por Mahatma Gandhi y sus sucesores) aceptó la división artificial impuesta al sub-continente por el colonialismo británico, lo que determinó la constitución de varios países independientes (India, Pakistán, y después Bangladesh – ex Pakistán oriental – y Ceylán – actual Sri Lanka). En agosto de 1947, se estableció un acuerdo para la partición de Cachemira (con 45% para India, 33% para Pakistán y el resto para China, todavía bajo el gobierno pro-imperialista de Chiang-Kai-Shek) el cual preveía un referéndum popular para definir el status nacional de Cachemira, el cual nunca fue realizado.
Los conflictos armados entre India y Pakistán comenzaron inmediatamente después de la independencia. Pakistán se tornó vecino de Jammu (la Cachemira india), sus ejércitos se estacionaron cerca del valle de Cachemira, mientras India ocupaba Jammu, el valle de Cachemira y Ladakh. El gobierno reaccionario de Pakistán juzgó mal los efectos de la derrota de India en el conflicto fronterizo de 1962 con China. En la guerra por Cachemira de 1965, India le sacó ventaja. En 1971, India apoyó el separatismo de Pakistán oriental, que, victorioso, llevó a la constitución de Bangladesh.
La zona del cese del fuego en Cachemira se transformó en la actual “Línea de Control”. El Tratado de Simla establecía que el destino de Cachemira sería determinado de modo bilateral – un golpe diplomático y político de India, porque significaba que las poblaciones de Jammu y Cachemira no participarían de ninguna negociación – . Desde 1989, el movimiento separatista en la Cachemira hindú pasó a la fase de la lucha armada. A inicios de 1990, centenas de miles de jóvenes de Cachemira invadieron las calles para demandar un plebiscito, abriendo una década en la que 65.000 personas serían asesinadas en Cachemira, dejando a 100 mil huérfanos. Sólo en agosto de 2000, el gobierno de India abriría negociaciones con el principal partido separatista, el Hizbul Mujahideen, en el cuadro de una profunda crisis gubernamental.
En 1990, el partido nacionalista hindú volvió al poder en Cachemira. La policía comenzó a tirar sobre las manifestaciones “islámicas” y a matar gente en grandes cantidades. Los líderes musulmanes propusieron una alianza a los hindúes contra el “fundamentalismo comunalista (hindú)”, mientras el gobierno nacionalista daba a la cuestión un color religioso, designando al islamismo como enemigo, y al ejército de India como el salvador. La cuestión de Cachemira ya estaba internacionalizada no sólo por la disputa con Pakistán, sino por la intervención directa del imperialismo yanqui, que comenzó a impulsar el “terrorismo islámico” contra la URSS, a partir de la invasión a Afganistán, en 1979.
El eje del mal
El imperialismo norteamericano fue convirtiendo a Pakistán en su ciudadela desde los años 1960, para dirigirla, primero, contra la alianza entre India y la ex-URSS y, segundo, contra la ocupación soviética de Afganistán. Pero con la invasión de Afganistán por parte de los EE.UU., después del 11 de septiembre, el imperialismo yanqui se ha adueñado del control de los accesos y salidas del petróleo del Mar Caspio. Pakistán vio, entonces, buenas razones para abandonar al régimen talibán y aliarse a los EE.UU. Una de ellas era sacar ventajas en relación a la disputa con India por la posesión de Cachemira, así como la necesidad de superar la inferioridad del ejército pakistaní y contar con un mayor apoyo diplomático.
Al mismo tiempo, la crisis económica en Pakistán es fulminante: las manifestaciones de masas contra el ataque de los EE.UU. a Afganistán proyectaba la sombra de una revuelta social. La nueva postura de Pakistán le concedió el perdón de parte de sus deudas con el FMI, la retirada de las sanciones económicas contra el país, la concesión de créditos de exportación, y mil millones de dólares pagados por el gobierno Bush a cambio de los servicios prestados a las fuerzas armadas anglo-americanas. La construcción del oleoducto y del gasoducto que ligarían las ciudades pakistaníes de Quetta y Karachi con los yacimientos del Mar Caspio, beneficiaría todavía más a la burguesía de Pakistán.
Los norteamericanos, sin embargo, no desean desequilibrar las relaciones diplomáticas y la correlación de fuerzas en Cachemira, y condenaron a los grupos guerrilleros que actúan en esa región, financiados por Pakistán. La prensa mundial alertó contra la perspectiva de un golpe militar en Pakistán, y de una guerra en toda la Península Indica, con el probable uso de armas nucleares.
Autodeterminación
La realidad es que la “cuestión Cachemira” ha sido usada por el gobierno de India para conjurar su crisis interna y reavivar su deteriorada base nacionalista. Del lado pakistaní, Musharraf no parece controlar siquiera sus servicios de inteligencia. Para el imperialismo, “hay enormes intereses en juego. Evitar una guerra entre India y Pakistán y capturar los líderes de Al Qaeda son objetivos críticos para el éxito de la guerra americana contra el terrorismo. Y las posibilidades de alcanzarlos dependen, en gran parte, del general Musharraf”. Pero los yanquis ya han preparado el pretexto para intervenir en su caída, denunciando, sin la menor prueba (como habitualmente), que Al Qaeda estaría detrás del atentado realizado en Karachi el 8 de mayo, con 13 muertos, al mismo tiempo que el general Franklin L. Hagenbeck, comandante de las “fuerzas internacionales” lideradas por los EE.UU. en Asia, afirma (sin la más remota sombra de una prueba) que “virtualmente toda la cúpula de Al Qaeda y del Talibán fue expulsada de Afganistán, y está ahora operando con mil combatientes no afganos en las anárquicas áreas tribales del oeste de Pakistán”.
La lucha contra una barbarie nuclear pasa, como se ve, por la expulsión del imperialismo de la Península Indica y toda Asia, en primer lugar de Afganistán y Asia Central. No menos importante es la necesidad de oponerse a las provocaciones nacionalistas de los gobiernos reaccionarios de India y Pakistán. Asimismo, defendemos el derecho de autodeterminación de Cachemira y planteamos la lucha por una federación democrática de toda la Península Indica, incluidas sus partes insulares (Sri Lanka). Esto sólo podrá ser conseguido a través de gobiernos de los trabajadores de todos sus países, que superen los enfrentamientos nacionales, étnicos, religiosos, tribales y hasta de casta, que el imperialismo y sus lacayos locales azuzan. Llamamos a los obreros de todo el mundo a unir fuerzas contra la barbarie nuclear.