El mago de Atenas

La perspectiva de un gobierno de izquierda en Grecia es atrapante. El frente de partidos que milita bajo el nombre de Izquierda Radical forma parte, en gran medida, de los movimientos anti-globalización que protagonizaron importantes movilizaciones internacionales bajo la consigna "Otro mundo es posible". Si el 17 de junio próximo las elecciones confirman la victoria que detectan las encuestas, podrá develarse qué clase de mundo es ese. Lo que es claro, de todos modos, es que el establecimiento de un gobierno de la Izquierda Radical (Syriza) se produciría en el punto más alto de la bancarrota capitalista mundial desde octubre de 2008. En Grecia y España ya ha comenzado una corrida bancaria -el estadio final de la moneda única.


Lo que distingue a Syriza es el planteo de poner fin a los planes de austeridad que han impuesto a Grecia la Comisión Europea, el FMI y el Banco Central Europeo, sin por eso romper con la Unión Europea ni salir de la zona euro. En una visita a Berlín el martes pasado, el líder de Syriza, Alexis Tsipras, les espetó a los gobiernos europeos que "La zona euro no tiene dueños ni propietarios, ni nosotros somos locatarios de la zona euro". O sea que no hay posibilidad de desalojo -lo que tampoco está contemplado en la legislación comunitaria. Fiel a su trayectoria, Tsipras está dispuesto a convertir a Grecia en un ‘okupa' de la UE, aunque democráticamente electo. "Si Syriza gana las elecciones del 17 de junio -acaba de declarar-, esto no significará que abandonaremos el euro, al contrario, nos ofrece una gran posibilidad de salvar al euro". Dijo algo más: "Estamos planteando una vía para salvar al euro. Nuestra posible victoria ofrece la posibilidad de estabilizar a Europa; no, como se teme, provocar una mayor inestabilidad". Luego de admitir que "Por supuesto, tenemos grandes esperanzas y expectativas en la quiebra del eje franco-alemán que siguió a la derrota de Nicolas Sarkozy" (Spiegel online), insistió: "Nos dirigimos a todos los sectores del espectro político, no vinimos a extorsionar a nadie, queremos discutir" (The New York Times, 23/5).


El rechazo a la austeridad combinado con la defensa de la permanencia en la zona euro es, según advierten los sondeos, el principal atractivo electoral de Tsipras. Un retorno a la moneda anterior, el dracma, que sería seguido por una devaluación espectacular, simplemente aterroriza a la población, la que ya vive el completo derrumbe de sus condiciones de vida como consecuencia de los planes de ajuste. La pregunta que se impone, sin embargo, es: ¿pueden la UE y la zona euro convertirse en instrumentos de una salida popular a la bancarrota capitalista? ¿Pueden, acaso, sobre una base capitalista sacar a la sociedad de la crisis sin atacar los intereses de las masas? Tsipras transmite una caracterización de la UE que es opuesta a la de una coalición jerárquica de intereses imperialistas, cuya cúpula está compuesta por los grandes bancos y compañías.


Algo está claro: si Syriza mantiene a Grecia en el euro sin el acuerdo del BCE y el FMI, la posibilidad de financiamiento de Grecia dependerá del saldo de su balance comercial, que es negativo, ya que está privado de crear su propia moneda. Tsipras admira a Rafael Correa, que tiene dolarizada a la economía de Ecuador, pero olvida que Ecuador se financia con el superávit que le ofrece la exportación de petróleo y el ingreso de capital internacional, y que sustenta esta situación en las bajas tasas de interés que cobra el emisor del dólar -la Reserva Federal de Estados Unidos- debido a la crisis financiera. El Banco Central de Grecia no puede emitir euros; además está endeudado fuertemente con el Banco Central Europeo y con el de Alemania. Tsipras advirtió a la Comisión Europea que si se interrumpe el financiamiento a Grecia, el país dejaría de pagar la deuda externa, pero sobre la base exclusiva de la recaudación de impuestos. Grecia solamente podría operar al contado, casi como una economía de trueque -más allá de que los euros saldrían del país. Tsipras sabe esto perfectamente, por eso dejó en claro que apoyaba "la emisión de euro-bonos (por parte de la Comisión Europea) y préstamos directos por parte del Banco Central Europeo". Pero esta es precisamente la posición de dos Estados extra comunitarios -Estados Unidos y Gran Bretaña- y del francés Hollande, el italiano Monti e incluso el español Rajoy, así como de la oposición socialdemócrata de Alemania. Esas medidas apuntan a parar la hemorragia que afecta a toda Europa: es una receta final para postergar la explosión del euro, no una salida diseñada para Grecia. La posición de Syriza ha convertido a Tsipras en un interlocutor, en la trastienda, de los poderes europeos -los que mientras tanto han volcado todo su poderío financiero y comunicacional para que la derecha se imponga en los comicios de junio.


La combinación del cese de la austeridad y el empobrecimiento, por un lado, y la estabilidad social y política, por el otro, solamente puede conseguirse, en forma transicional, por un gobierno de trabajadores. Porque el asunto no es salir del euro para obtener una moneda devaluada que permita a la burguesía de Grecia competir en el mercado mundial y a la burguesía mundial apropiarse de Grecia a precios de remate. El asunto es la reorganización social de Grecia sobre bases no capitalistas. La financiación, transicional, de la economía que resulte de esta reorganización quedaría establecida por el reparto de los recursos monetarios -los que crearía el Estado entre los distintos sectores de la economía de acuerdo a un plan.


El gran salto político que ha producido, en la situación mundial, el desarrollo político de la crisis griega es que ha puesto en discusión las variantes más extremas de una salida capitalista a la crisis y, con ello, la actualidad de una agenda socialista.