El mausoleo del Kremlin se abre de nuevo

La crisis política rusa se ha agravado violentamente. Con Yeltsin mortalmente enfermo, la lucha por el poder entre las camarillas del entorno presi­dencial “ha escapado a todo control” (The Wall Street Jo­urnal, 24/9).


La derrota política y militar rusa en Chechenia (ver aparte); el amplio movimiento huel­guístico que se extiende impa­rable en reclamo del pago de los salarios atrasados (ver abajo),


y que puede provocar, incluso, una escalada de motines mili­tares; la crisis fiscal incontrola­ble y, el sistema bancario al borde del colapso; éste es el cua­dro de la brutal lucha de cama­rillas, que apenas consigue con­tenerse por la monumental ‘asistencia’ del FMI y de los gobiernos imperialistas.


El primer ministro Cher­nomyrdin debería asumir cons­titucionalmente como presi­dente interino, en caso de que se declare la incapacidad de Yeltsin, y organizar elecciones en 90 días. Chemomyrdin es la cabeza del poderosísimo ‘lobby’ de la energía, integrado por los grandes pulpos gasífe­ros y petroleros privatizados. El primer ministro anudó una alianza con el jefe del gabinete presidencial, Anatoly Chubais, representante del ‘lobby’ de los grandes bancos rusos, que se han apropiado a precios de re­galo de las principales compa­ñías y yacimientos de minera­les rusos mediante préstamos al gobierno que fueron ‘paga­dos’ con acciones de esas empresas. Chemomyrdin “re­cientemente ha comenzado además a consultar, regu­larmente al dirigente del PC Gennady Ziuganov acerca de cuestiones políti­cas y de personal” (The Wall Street Journal, 24/9).


Su principal opositor es el general Alexander Lebed, jefe del Consejo de Seguridad Na­cional. Como consecuencia de su papel en el acuerdo de paz con los chechenos, Lebed se ha convertido “en la figura polí­tica más popular de la ac­tualidad” (ídem). Su base en la burocracia restauracionista está representada por los ‘ca­pitanes de la industria’ “te­merosos de la competencia exterior” (ídem) y lo que que­da en pie del ‘complejo indus­trial-militar’.


La certeza de que Lebed ga­naría cualquier elección que se hiciera de inmediato, explica la demora en sustituir a Yeltsin por el primer ministro. La trenza Chernomyrdin-Chubais pretende prolongar la actual si­tuación hasta marzo del año que viene, para poder convocar a elecciones en junio o julio si­guiente.


La lucha de las camarillas pone en juego el destino de los activos que la burocracia se ha apropiado en el curso de la res­tauración.


Hay que señalar, sin embar­go, el apoyo condicional de la ‘nueva elite’ privatista a Chemomyrdin, porque “la no­menklatura…puede tender hacia Lebed si éste tiene una fuerte posibilidad de ganar las elecciones” (ídem). Por eso, Lebed mantiene “dis­cretas reuniones con poten­ciales partidarios de su campaña, incluyendo a re­presentantes de los princi­pales bancos rusos” (ídem).


Las brutales divergencias que separan a Chemomyrdin y Lebed oscurecen lo que los une: además de ser firmes partidarios de la restauración capitalis­ta, uno y otro respaldan el ‘ex­pansionismo’ ruso. Por eso, “no importa quien suceda a Yeltsin, Rusia continuará su amplio programa destinado a reconstruir su poder geopolítico, principalmente a través de la alianza políti­ca y militar basada en la Co­munidad de Estados Inde­pendientes. Como parte de este esfuerzo, es seguro que Rusia continuará ejercien­do intensas presiones políti­cas y económicas sobre Ucrania, Uzbekistán, Mol­davia y otros países que re­chazan una integración po­lítica estrecha” (ídem). Hace ya bastante tiempo, el Partido Obrero dejó esto en claro cuando señaló que “detrás (de la CEI) se oculta el intento de impo­ner la dominación rusa, de suplantar a la URSS por el imperio que añoró en vano la burguesía liberal rusa, su­perada por la revolución de 1917” (Prensa Obrera, n° 348, 19/12/91).


Otra característica de la si­tuación actual de Rusia es la virtual desaparición del parti­do ‘comunista’ -segundo en las últimas elecciones presi­denciales- como un factor inde­pendiente en la crisis política. El frente ‘nacionalista-co­munista’ que sostuvo la candi­datura presidencial de Zyuganov se ha desintegrado y el PC tiende, cada vez más abierta­mente, a integrarse al bloque encabezado por Chernomyrdin. Ya se ha señalado más arriba que el primer ministro ha incorporado al ex candidato ‘comunista’ como su consejero personal. Otro poderoso indicio son las distintas elecciones re­gionales, que tendrán lugar hasta fin de año. Según el Fi­nancial Times (30/8), el “resul­tado más importante” de es­tas elecciones será “el com­promiso entre las dos prin­cipales fuerzas políticas del país”, los yeltsinianos y el PCI Ocurre que, “silenciosamente, tanto a nivel local como en negociaciones en Moscú! la administración del presidente y la dirección comunista están estableciendo acuerdos (por los cuales) en ciertas regiones, los comu­nistas acordaron no montar campañas serias contra los candidatos de Yeltsin, a cambio de un papel en las estructuras regionales de poder” (ídem). El acuerdo fue confirmado por un ‘compañero de ruta’ del PC en las últimas elecciones presidenciales Alexei Podberiezkin: “formal­mente, presentaremos candidatos, pero no harán una^ campaña sería”. Los ‘comunistas’ en otras palabras, ‘aun a menos’, pero no sólo para ingresar a los ministerios de los gobiernos regionales de los yelltsinianos … La tendencia del] PC a ingresar en un gabinete de ‘unidad nacional’ con los reí presentantes de los grandes] banqueros y pulpos de la energía -que Prensa Obrera ha denunciado sistemáticamente- es poderosísima. La razón de todo esto es que “la dirección del PC está convencida que su base social no le permite go­bernar Rusia y procura por eso una cooptación por par­te de los banqueros e industriales que se han apodera­do de las riquezas del país” (Prensa Obrera, n” 500,27/6).


Resulta claro, como señalá­bamos apenas pocas horas des­pués de las elecciones de junio, que “el nuevo gobierno de Yeltsin no debe iniciar un período de estabilización política sino de acentua­ción de la crisis en todos los planos y, como consecuen­cia más probable, de una in­terrupción más o menos rá­pida del segundo mandato” (Prensa Obrera, n” 504, 27/6).