Internacionales
3/10/1996|513
El mausoleo del Kremlin se abre de nuevo
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La crisis política rusa se ha agravado violentamente. Con Yeltsin mortalmente enfermo, la lucha por el poder entre las camarillas del entorno presidencial “ha escapado a todo control” (The Wall Street Journal, 24/9).
La derrota política y militar rusa en Chechenia (ver aparte); el amplio movimiento huelguístico que se extiende imparable en reclamo del pago de los salarios atrasados (ver abajo),
y que puede provocar, incluso, una escalada de motines militares; la crisis fiscal incontrolable y, el sistema bancario al borde del colapso; éste es el cuadro de la brutal lucha de camarillas, que apenas consigue contenerse por la monumental ‘asistencia’ del FMI y de los gobiernos imperialistas.
El primer ministro Chernomyrdin debería asumir constitucionalmente como presidente interino, en caso de que se declare la incapacidad de Yeltsin, y organizar elecciones en 90 días. Chemomyrdin es la cabeza del poderosísimo ‘lobby’ de la energía, integrado por los grandes pulpos gasíferos y petroleros privatizados. El primer ministro anudó una alianza con el jefe del gabinete presidencial, Anatoly Chubais, representante del ‘lobby’ de los grandes bancos rusos, que se han apropiado a precios de regalo de las principales compañías y yacimientos de minerales rusos mediante préstamos al gobierno que fueron ‘pagados’ con acciones de esas empresas. Chemomyrdin “recientemente ha comenzado además a consultar, regularmente al dirigente del PC Gennady Ziuganov acerca de cuestiones políticas y de personal” (The Wall Street Journal, 24/9).
Su principal opositor es el general Alexander Lebed, jefe del Consejo de Seguridad Nacional. Como consecuencia de su papel en el acuerdo de paz con los chechenos, Lebed se ha convertido “en la figura política más popular de la actualidad” (ídem). Su base en la burocracia restauracionista está representada por los ‘capitanes de la industria’ “temerosos de la competencia exterior” (ídem) y lo que queda en pie del ‘complejo industrial-militar’.
La certeza de que Lebed ganaría cualquier elección que se hiciera de inmediato, explica la demora en sustituir a Yeltsin por el primer ministro. La trenza Chernomyrdin-Chubais pretende prolongar la actual situación hasta marzo del año que viene, para poder convocar a elecciones en junio o julio siguiente.
La lucha de las camarillas pone en juego el destino de los activos que la burocracia se ha apropiado en el curso de la restauración.
Hay que señalar, sin embargo, el apoyo condicional de la ‘nueva elite’ privatista a Chemomyrdin, porque “la nomenklatura…puede tender hacia Lebed si éste tiene una fuerte posibilidad de ganar las elecciones” (ídem). Por eso, Lebed mantiene “discretas reuniones con potenciales partidarios de su campaña, incluyendo a representantes de los principales bancos rusos” (ídem).
Las brutales divergencias que separan a Chemomyrdin y Lebed oscurecen lo que los une: además de ser firmes partidarios de la restauración capitalista, uno y otro respaldan el ‘expansionismo’ ruso. Por eso, “no importa quien suceda a Yeltsin, Rusia continuará su amplio programa destinado a reconstruir su poder geopolítico, principalmente a través de la alianza política y militar basada en la Comunidad de Estados Independientes. Como parte de este esfuerzo, es seguro que Rusia continuará ejerciendo intensas presiones políticas y económicas sobre Ucrania, Uzbekistán, Moldavia y otros países que rechazan una integración política estrecha” (ídem). Hace ya bastante tiempo, el Partido Obrero dejó esto en claro cuando señaló que “detrás (de la CEI) se oculta el intento de imponer la dominación rusa, de suplantar a la URSS por el imperio que añoró en vano la burguesía liberal rusa, superada por la revolución de 1917” (Prensa Obrera, n° 348, 19/12/91).
Otra característica de la situación actual de Rusia es la virtual desaparición del partido ‘comunista’ -segundo en las últimas elecciones presidenciales- como un factor independiente en la crisis política. El frente ‘nacionalista-comunista’ que sostuvo la candidatura presidencial de Zyuganov se ha desintegrado y el PC tiende, cada vez más abiertamente, a integrarse al bloque encabezado por Chernomyrdin. Ya se ha señalado más arriba que el primer ministro ha incorporado al ex candidato ‘comunista’ como su consejero personal. Otro poderoso indicio son las distintas elecciones regionales, que tendrán lugar hasta fin de año. Según el Financial Times (30/8), el “resultado más importante” de estas elecciones será “el compromiso entre las dos principales fuerzas políticas del país”, los yeltsinianos y el PCI Ocurre que, “silenciosamente, tanto a nivel local como en negociaciones en Moscú! la administración del presidente y la dirección comunista están estableciendo acuerdos (por los cuales) en ciertas regiones, los comunistas acordaron no montar campañas serias contra los candidatos de Yeltsin, a cambio de un papel en las estructuras regionales de poder” (ídem). El acuerdo fue confirmado por un ‘compañero de ruta’ del PC en las últimas elecciones presidenciales Alexei Podberiezkin: “formalmente, presentaremos candidatos, pero no harán una^ campaña sería”. Los ‘comunistas’ en otras palabras, ‘aun a menos’, pero no sólo para ingresar a los ministerios de los gobiernos regionales de los yelltsinianos … La tendencia del] PC a ingresar en un gabinete de ‘unidad nacional’ con los reí presentantes de los grandes] banqueros y pulpos de la energía -que Prensa Obrera ha denunciado sistemáticamente- es poderosísima. La razón de todo esto es que “la dirección del PC está convencida que su base social no le permite gobernar Rusia y procura por eso una cooptación por parte de los banqueros e industriales que se han apoderado de las riquezas del país” (Prensa Obrera, n” 500,27/6).
Resulta claro, como señalábamos apenas pocas horas después de las elecciones de junio, que “el nuevo gobierno de Yeltsin no debe iniciar un período de estabilización política sino de acentuación de la crisis en todos los planos y, como consecuencia más probable, de una interrupción más o menos rápida del segundo mandato” (Prensa Obrera, n” 504, 27/6).