El ‘milagro económico’ norteamericano

Cada vez es más frecuente escuchar la tesis de que “la economía norteamericana atraviesa el mejor momento de su historia” (Veja, 4/6). ¿La causa de esto? Según Paul Romer, “la mayor celebridad de la teoría americana actual”: “La nueva economía de los Estados Unidos tiene muchos padres, pero el más legítimo es el uso masivo de computadoras. Fue eso lo que permitió por primera vez un crecimiento no inflacionario del país” (ídem).


Mistificación


“El único problema con este popular punto de vista, dice el Financial Times (20/6), es que no hay evidencia estadística que lo respalde”. Dicho más llanamente, se trata de una mistificación. El ‘mejor momento de su historia’ es, también, un ‘bluff’.


Según las propias estadísticas, la productividad en el sector no agrícola de la economía norteamericana ha crecido un 0,7% en 1996, por debajo del promedio del 1% de aumento de 1970/95 y muy por debajo del promedio de 2,5% del período 50/60. El premio Nobel, Robert Solow, es sarcástico: “las computadoras están en todos lados, excepto en los índices de productividad” (ídem).


Si se mide por separado la productividad de la industria y de los servicios, los resultados contradicen todavía más la tesis del ‘milagro norteamericano’. En 1996, la productividad industrial creció un 3,8% (en los últimos veinte años creció a una tasa del 2,6% anual). En los servicios, en cambio, donde el uso de las computadoras es más intensivo que en la industria, “las cifras sugieren que las ganancias de productividad han sido virtualmente nulas en los últimos veinte años” (ídem). Esto porque “a pesar del aumento en el uso de las computadoras, la mayoría de los servicios son todavía trabajo-intensivos” (ídem). Conclusión: como los servicios son una proporción cada vez mayor del producto nacional norteamericano, “este estancamiento es profundamente problemático para la salud de la economía en el largo plazo” (ídem).


Los defensores de la tesis del ‘milagro’ sostienen que las inversiones en computación y en equipos de procesamiento de la información han crecido a un ritmo varias veces superior al de las inversiones totales. Pero pasan por alto dos hechos fundamentales. Primero, que la inversión (como proporción del PBI norteamericano) ha caído drásticamente: del 4% en el período 65/69 al 1% en el período 90/93. Segundo, que el 95% de las computadoras y equipos de procesamiento de la información está aplicado al sector financiero. Por todo esto, el efecto ‘multiplicador’ de estas inversiones es pequeño, si se lo compara con el que promueve, por ejemplo, la industria del automóvil.


La tesis del ‘milagro informático’ refleja una visión puramente financiera de la economía, que se refiere a la velocidad casi instantánea que han adquirido los flujos de fondos por la aplicación masiva de las computadoras y las redes informáticas mundiales al negocio bancario y bursátil.


Anatomía del ‘milagro’


La economía norteamericana creció ininterrumpidamente en los últimos cinco años, a una tasa promedio del 1,9% anual, muy por debajo de los índices registrados en anteriores períodos de ascenso (4,3% anual entre 1960 y 1973; 3,1% entre 1973 y 1979; 2,9% entre 1979 y 1990). Si desechamos la tesis del ‘milagro informático’como una mistificación, todavía queda en pie la cuestión de por qué crece la economía norteamericana.


Los motivos son diversos. Uno es que a la clase obrera norteamericana se le ha impuesto “una flexibilización laboral sin precedentes” (Time, 24/2). Esta superexplotación explica por qué la productividad en la industria crece a un ritmo superior que en los servicios, y también por qué los beneficios empresarios han crecido a una tasa superior a la del crecimiento de la producción.


Otra razón de peso es la política devaluatoria del dólar, que ha llevado a un sustancial incremento de las exportaciones norteamericanas, en particular hacia América Latina y los ex Estados obreros: “las exportaciones fueron impulsadas por la flaqueza del dólar (…) (Estados Unidos) supo abrir agresivamente nuevos mercados en las naciones liberadas del comunismo” (Veja, 4/6).


El motor fundamental del crecimiento norteamericano es, sin embargo, el violento desequilibrio económico internacional. La política de emisión de moneda del gobierno japonés, para salvar con préstamos subsidiados a los bancos y financieras atrapados bajo montañas de deudas incobrables, ha provocado una situación extraordinaria:”en Japón, el dinero es gratis” (The New York Times, 22/2). En consecuencia, se ha desatado un vasto movimiento especulativo que consiste en tomar préstamos en Japón (a una tasa virtualmente nula), convertirlos a dólares y llevarlos a la Bolsa norteamericana. El fenomenal ingreso de fondos provenientes del Japón explica el sostenido ‘engorde’ de la Bolsa de Nueva York; para demostrarlo, basta señalar que la amenaza del primer ministro japonés de vender sus bonos del gobierno norteamericano, provocó una caída de Wall Street del 2,5% en una sola jornada (ver Prensa Obrera, n° 545). La contrapartida de este ‘boom’ bursátil es el astronómico crecimiento de la deuda externa norteamericana y de la deuda pública japonesa (que ya llega a los 3 billones de dólares).


Los beneficios especulativos producidos por el aumento de las cotizaciones bursátiles –una revalorización de cuatro billones de dólares desde 1994– han tenido “una gran influencia sobre los gastos de los consumidores” (La Nación, 4/3). A esto hay que agregarle que los beneficios bursátiles sirvieron para ‘bancar’ una “explosión del financiamiento del consumo” por un monto superior a los 800.000 millones de dólares (ídem).


El ‘motor’ del crecimiento norteamericano es una especulación cada vez más inestable y parasitaria; el famoso ‘milagro americano’ tiene los ‘pies de barro’.