Internacionales
6/12/2007|1020
El Militante: Una secta reaccionaria
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El Militante (Alan Woods), una tendencia que ha demostrado un apego irrefrenable al sionismo — es decir, a lo más concentrado de la reacción mundial— se ha largado a darle lecciones al Partido Obrero acerca de cómo combatir a la reacción en Venezuela.
Nos acusa de haber establecido “un frente común, no declarado, con la burguesía y el imperialismo” porque llamamos a votar “no” o a abstenerse en el referéndum sobre la reforma constitucional. El que no vota por el “sí”, dice El Militante, está con la reacción y el imperialismo. Pero tampoco El Militante llama a votar a favor de la reforma para oponerse a la reacción sino, simplemente, porque apoya su contenido. Dice textualmente: “la reforma constitucional impulsada por Chávez (…) amenaza parcialmente sus posiciones (las del capitalismo) en la estructura económica y en el aparato del Estado”. Agrega: “las reformas impulsadas (…) facilitan la movilización y la organización de las masas trabajadoras para profundizar la revolución hacia el socialismo”. Finaliza: “la reforma constitucional introduce la caracterización de ‘socialista’ a la república venezolana”. En otro texto, Woods sostiene que “la revolución está superando los límites de la propiedad privada y el capitalismo”. El Militante se juega al estrangulamiento del movimiento obrero, que plantea la reforma constitucional, caracterizándola de socialista. Es la primera vez en la historia que gente que se considera marxista (como la LCR, El Militante, el MST y varios otros) apoya el programa político del bonapartismo. Imagínese el lector a Marx votando por Luis Bonaparte, con el argumento de que introduciría medidas sociales o porque sus opositores fueran los monárquicos legitimistas u orléanistas o los republicanos burgueses. ¡O que hubiera apoyado a Bismarck con iguales motivos (aunque fue lo que acabó haciendo Ferndinando Lasalle)!
El ‘ortodoxo’, que ha tenido la mala suerte de atacarnos en las vísperas de la derrota de la reforma, debido a que cuatro millones de chavistas le dieron la espalda, pretende vender un socialismo introducido desde arriba, por la burocracia ejecutiva, parlamentaria y partidocrática del Estado burgués, a través de un texto. Este individuo no tiene sentido del ridículo o habla porque está a sueldo del bonapartismo. La reforma constitucional reforzaba (“geometría del poder”) un régimen de poder personal, ya establecido con la constitución vigente, concentrado en las manos de Chávez. Refuerza las atribuciones del Ejecutivo sobre el ejército, sobre el proceso económico y sobre el proceso político en detrimento de la burguesía (que por eso la rechaza) pero también sobre las propias masas. En esto consiste el bonapartismo. En su fantasía londinense, este escriba del poder (hace entrismo en todos lados, no milita en forma independiente en ninguna parte) confunde la estatización de la sociedad con la extinción del Estado (withering away), o sea el acaparamiento de las organizaciones sociales por la burocracia estatal con la destrucción de la burocracia y la reabsorción de las funciones públicas por la sociedad.
De cretinismos y cretinos
El Militante anuncia que cita textualmente a Altamira “para que no pueda acusarnos de manipulación o tergiversación”. La advertencia es la indicación de que se viene una catarata de manipulaciones y tergiversaciones.
Mientras que Altamira caracteriza que entre los planteos del general Baduel (el ex comandante del ejército que llama a votar “no”) y Chávez hay “una crisis entre dos formas históricas del Estado capitalista”, una semi-bonapartista (Baduel) y una bonapartista o cesarista (Chávez), Woods concluye que “la alternativa burguesa proimperialista debería ser ‘menos mala’ que la chavista”. Aquí nuestro crítico delata no solamente su ignorancia sino por sobre todo su mala fe, porque ha sido él quien ha apoyado al gobierno de Baduel-Chávez durante ocho años, no Altamira. En segundo lugar, las formas políticas de dominación no deben confundirse con su contenido de clase, puesto que hay democracias imperialistas (como la de Thatcher, que Woods apoyó en la guerra de Malvinas) y hay dictaduras antiimperialistas o antioligárquicas, como la de Francia en Paraguay, en el siglo XIX, o las de Perón y el peruano Velazco Alvarado. Naturalmente, que en estos dos casos apoyamos su antiimperialismo relativo contra el capital financiero, no su condición de dictaduras. Este maestro ciruela que gasta sus dedos en la laptop debería asistir a un curso sobre el Estado en la UJS: no sabe la diferencia entre una forma de gobierno y una organización estatal, ni entre estas dos y un régimen u organización social. En el artículo que el ignorante objeta denunciamos, en referencia a Venezuela, el “carácter gorila de la oposición de derecha a la reforma, porque esconde detrás de slogans democráticos una política golpista apañada por el imperialismo yanqui y europeo” (Prensa Obrera, 14/11). El Militante, miente.
Como los ignorantes son incapaces, por definición, de reconocer su dolencia, Woods dice que para reformas parciales de la Constitución no hacen falta asambleas, sino que alcanzan los referendos, haciendo gala, en este caso, de mentalidad de escribano. Con este procedimiento delata su seguidismo intelectual, su glorificación del hecho consumado. Pero el asunto no tiene nada que ver con la extensión de la reforma, sino del método político: reclamo de aceptación o debate político.
Altamira señala, dice el escriba, que “la propuesta oficial esquiva la convocatoria de una Constituyente y recurre al referendo” (ídem). De allí, El Militante afirma que “como no podía ser de otra manera (¿?), Altamira introduce su consigna favorita de la “Asamblea Constituyente libre y soberana” (que) “es una demanda de la oposición burguesa y el ala derecha del movimiento bolivariano”. Lamentablemente para el farsante, en nuestro artículo no proponemos ninguna Constituyente, por la simple razón de que no consideramos oportuno, para una clase obrera que no tiene organización independiente, plantear ahora una cuestión constitucional. Es claro, sin embargo, que una Constituyente es formalmente democrática, pues permite ventilar una gama de programas, en tanto que el referendo es el método del bonapartismo, que gobierna plebiscitariamente, extorsionando a las diferentes clases sociales a elegir entre el sí y el no. La Constituyente ha sido la consigna favorita de Chávez, Evo Morales y Correa, que la han visto como la vía para ‘refundar’ sus países, esto con el apoyo seguidista de mister Woods. La desvergüenza de este individuo es tal que se atreve a negar que el referendo impuesto por el poder, o plebiscito, sea el método clásico del bonapartismo, alegando que Chávez no sería bonapartista porque recurre al voto. Claro, ha habido bonapartismos más débiles que no han tenido capacidad para apelar al voto, y que por eso gobernaban dividiendo a las clases en pugna en un cuadro de inestabilidad política. Es lo que pasará con Chávez, seguramente, de aquí en más.
Lo que tiene que quedar claro es que Woods apoya el bonapartismo, o sea el estrangulamiento político de la clase obrera. De ningún modo apoyo a Chávez contra el imperialismo, ni pretende hacerlo con su apoyo al Sí, porque la lucha contra el imperialismo no pasa por reformas constitucionales bonapartistas.
Estafas históricas
El Militante nos pide que sigamos el ejemplo de “Los bolcheviques (…) aceptaron el dominio del ala reformista del movimiento mientras que, pacientemente, explicaban…”. Esta afirmación ya raya la delincuencia, tanto por lo que dice como por lo que pretende implicar. Por un lado, es claro hasta para un demente que los bolcheviques jamás “aceptaron el dominio” de los centroizquierdistas sobre los soviets sino que lo combatieron en forma brutal. Por otro lado, Alan Woods no se limita a “aceptar el dominio” del chavismo, ¡lo alimenta y lo refuerza!; lo calificaron como “revolucionario” y que está “superando los límites de la propiedad privada y el capitalismo”.
El Militante nos equipara con los sectarios que se negaban a defender a la URSS. En su apoyo cita a Trotsky: “Dicen: (…) este estado de los trabajadores no nos gusta, no lo defenderemos…”. La estafa es total. Lo que Trotsky defendía era un estado obrero degenerado; El Militante apoya al régimen político y al programa de este régimen político, que en este caso es de un estado burgués.
Las “contradicciones” de Altamira
El Militante dice que Altamira cae en “contradicciones inextricables” cuando, después de llamar a votar “no” o abstenerse en el referéndum, llama a defender la movilización popular contra el golpismo derechista.
Pero las contradicciones no son de Altamira; son las contradicciones propias del proceso político venezolano. Por un lado, hay que luchar por la independencia obrera contra el chavismo; por el otro, hay que defender la independencia nacional de Venezuela contra el imperialismo. Los nacionalistas pretenden que en nombre de esta última entreguemos la primera. Es lo que hace Woods cuando se esfuerza por negar esa contradicción. Así, para apoyar la regimentación de la clase obrera por parte del Estado chavista, dice, mentirosamente, que ese Estado “está superando la propiedad privada y el capitalismo” (como si fuera compatible la estatización de las organizaciones obreras con la superación de la propiedad privada). Luego de la derrota del referendo bonapartista, sin embargo, mister Woods se da vuelta como un pañuelo (aunque sin perder su compostura londinense) y acusa al movimiento bolivariano de haberse limitado a hacer la revolución “a medias”. ¡Una verdadera inmoralidad! Escapa del barco, como las ratas, precisamente cuando hay mucho que hacer para que no lo hunda el imperialismo.