El NPA francés al borde de la implosión

Un debate necesario sobre los "partidos amplios"

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El NPA se encuentra al borde de una implosión. La mayoría, que responde al Secretariado Unificado (SU), ha hecho trascender una ruptura “amigable” con las otras fracciones internas, acusadas de bloquear el funcionamiento colectivo.

Recordemos que esta organización, nacida en 2008, es uno de los exponentes más emblemáticos de “partido amplio”. La entonces LCR, la organización trotsko-mandelista del Secretario Unificado, tomó la decisión de disolverse y conformar una nueva formación política, cuyo punto de partida fue el abandono de la dictadura del proletariado y dar por clausurado el ciclo histórico iniciado por la Revolución de Octubre. El MST saludó la formación del NPA, impulsando, a su vez, en la Argentina lo que ellos llamarían “la Nueva Izquierda”. El PTS lo integra como fracción interna.

Hace décadas, el Secretariado Unificado venía de un prolongado proceso de degeneración y asimilación a la democracia burguesa y de adaptación a los aparatos burocráticos y pequeño-burgueses. Esta política de liquidación de la IV Internacional tuvo un salto con los “partidos amplios”, pues constituyó la renuncia formal a las premisas de la revolución social y de la estrategia del poder obrero. La hipótesis que los mandelistas barajaron es que esa “amplitud” era el pasaporte de un progreso a la sombra del Estado capitalista y de la conquista de una mayor adhesión a sus filas.

Derrumbe

Transcurridos doce años, estamos frente al escenario inverso, a un verdadero derrumbe. De 9.000 militantes, se ha reducido a apenas a 2.000, e incluso mucho menos si se computa los participantes en reuniones o asambleas. Y la hemorragia continúa. Tampoco el NPA está en condiciones de exhibir un resultado diferente en el plano electoral, donde no pasa de tener una presencia marginal. En las elecciones presidenciales orilló el 1%. El NPA no se presentó a las elecciones europeas y tuvo una participación ínfima en las municipales. Sólo se destacó en la ciudad de Burdeos, donde se presentó en alianza con La France Insoumise (LFI, Mélenchon), obtuvo más del 10% de los votos y eligió tres concejales. Tomado de conjunto, un desmoronamiento con más razón si lo comparamos con la elección de 2005, donde la LCR llegó a cosechar con Olivier Besancenot al frente, el 5 por ciento de los votos. Muy aleccionador por cierto, pues la filiación trotskista del candidato de la SU en ese entonces no fue un impedimento para que lograra esos guarismos . El “partido amplio” terminó, paradójicamente, en cambio, “achicando” el campo de acción y radio de influencia.

Este derrotero no nos debe sorprender, pues el viraje a hacia un terreno de colaboración de clases echó agua al molino de partidos que conforman el arco político de la centroizquierda (La France Insoumise, de Mélenchon, el PCF y la Unión de Izquierda). Más aún, fue el caldo de cultivo para que florecieran desprendimientos en las propias filas del NPA que, planteada esta estrategia, optaron por saltar la valla e incorporarse directamente a los que expresan en forma más desembozada un política de compromiso y sostenimiento del orden social capitalista. Las escisiones, en ese cuadro, fueron ultramayoritariamente a la derecha. Por supuesto, esto también impactó en lo electoral porque, desdibujadas o borradas las fronteras de clase, para el electorado de la izquierda fue preferible votar por la versión original que por su copia.

A contramano de la radicalización

Este retroceso del NPA se produce cuando asistimos a un ascenso de la lucha de clases, expresada en la explosión de los “chalecos amarillos” y la enorme huelga del transporte contra la reforma jubilatoria. Este giro se expresó en las elecciones presidenciales de 2018, que han sido extremadamente ilustrativas.

Uno de los datos salientes de la segunda vuelta fue la enorme abstención -ascendió al 25% del padrón- y el 10% de voto en blanco. Quedó un poco abajo del voto a Macron y por encima del que recibió Le Pen. Con independencia de su heterogeneidad, esa multitud incluye a millones de trabajadores y jóvenes que rechazaron el voto a Macron como “mal menor”, y está vinculado con la agitación contra “el banquero y la racista” y contra “la patria y los patrones” desenvuelta por colectivos populares. Es, por lo tanto, en una medida importante, un voto contra los candidatos y los partidos del capital.

La “extrema izquierda” estuvo a contramano de esta tendencia. Digamos de paso, que en 2002, la LCR (antecesora del NPA) llamó a votar por el derechista Jacques Chirac contra Le Pen padre, en el balotaje de ese entonces. Esa organización jamás revisó esa posición. No puede sorprender, entonces, que ante un escenario semejante, el NPA haya tropezado con la misma piedra.

El NPA no se manifestó en favor de la abstención -y menos aún hizo campaña por esa alternativa. El NPA esquivó la cuestión del voto con la fórmula genérica de “movilizarse” contra el Frente Nacional, por un lado, y contra las políticas liberales, pero no contra la candidatura de Macron, por el otro. El voto en blanco, en cambio, ofrecía la oportunidad de un reconocimiento de fuerzas anticapitalistas en las urnas, que habría funcionado, como efectivamente funcionó, como la alternativa política a los candidatos del capital. El NPA evitó desarrollar la delimitación política de la clase obrera con ambos candidatos patronales en las urnas. Escabulló esa batalla para no confrontar, se justificó, con los trabajadores y jóvenes que apelaron al “voto útil”, votando a Macron para impedir el triunfo del Frente Nacional.

La consigna central del NPA en la recta final de la campaña fue: “Todo menos el Frente Nacional”, acompañada de otras como “ningún voto a Le Pen”. Es decir un voto vergonzante a Macron. La Izquierda Diario sostiene que hubo un giro de 180 grados en la campaña, cuando lo que se hizo fue profundizar una orientación que estaba en desarrollo. El PTS, viene al caso recordar, reivindicaba la campaña electoral de Poutou “por su radicalidad, su independencia y su brújula de clase” (La Izquierda Diario, 6/5/18), en lugar de explicar cómo y por qué se convirtió en lo contrario en 24 horas.

La encrucijada de la izquierda

Este desenlace llevó a la conclusión de parte de la mayoría en explorar un acercamiento mayor con la izquierda tradicional. La separación “amigable” que la mayoría alienta apunta a tener las manos libres para poder avanzar en esa dirección. Un laboratorio cercano de esta política fue la elección de Burdeos, donde el NPA participó en coalición, como ya dijimos, con Francia Insumisa. Importa señalar que esta tentativa despertó una enorme resistencia por parte de un franja no despreciable de la militancia del NPA y obligó a la dirección a realizar un conjunto de maniobras para revisar la votación que originalmente había sido en contra de ir a elecciones en convergencia con la fuerza política de Mélenchon.

Un hecho que no puede pasarse por alto es que la iniciativa en favor de una ruptura nace de la mayoría. Incluso se ha hecho cargo de ventilar la decisión a la opinión pública, que empezó a tomar transcendencia a partir de un reciente artículo publicado por Le Monde. Esto no es casual, pues retrata la actitud en las llamadas “minorías”, conformada por diferentes tendencias críticas por izquierda de la mayoría del SU, que, incluso, sumadas en términos de representación, le pisan los talones a la conducción actual. Ninguna de ellas, sin embargo, trabajó ni se preparó para esta escisión y más de una se vio sorprendida por la decisión adoptada por la tendencia dirigente del NPA.

La línea prevaleciente es tratar de preservar y aferrarse a la continuidad de ese espacio cuando está la vista que es un bloqueo a la construcción en partido revolucionario. Ni siquiera han variado esa tesitura frente al hecho de que el NPA está en ruinas.

Obviamente que la escisión que promueven los mandelistas no tiene nada de progresivo, orientada a una convergencia con la izquierda más integrada al régimen. Pero la crisis debe ser la oportunidad para ponerle un broche final y superar al NPA, no para pretender rescatar una experiencia agotada, que ha demostrado ser un escollo insalvable para crear una alternativa revolucionaria. La pretensión de crear un “NPA revolucionario” es un callejón sin salida, es pedir peras al olmo y condena a la vanguardia de trabajadores y jóvenes a la impotencia. Un caso que merece la atención por su similitud es el de la fracción de izquierda del Psol de Brasil, cuya plataforma, en medio de la crisis que atraviesa esa corriente, es reivindicar el “Psol de los orígenes”, cuando lo que debe ser colocado en tela de juicio es la naturaleza misma de estos “partidos amplios”. El NPA es un aparato para enfrentar episodios electorales y en absoluto para preparar una vanguardia política de la clase obrera para desarrollos transicionales y perspectivas revolucionarias. A nadie se le escapa, y menos aún a las fuerzas que lo integran, de ese carácter. EL NPA jamás se estructuró como un partido militante y de acción y, menos aún, como un organizador y motor de la lucha de clases. De modo tal que es una impostura pregonar su transformación interna. Sin embargo, el PTS, a través de La Izquierda Diario, pretende vender este producto adulterado. “Existe un espacio político enorme para construir esta perspectiva y es por eso que no es el momento de ‘impresionar’ el NPA en la previa del congreso del partido, sino que por el contrario es hora de apostar por la construcción del NPA, por un partido militante, independiente y revolucionario”.

El rejunte de diferentes tendencias de la izquierda radical bajo este paraguas común, prolongada en el tiempo, es señal de una marcada adaptación y, en ciertos casos, está asociado a la expectativa de obtener algún cargo parlamentario y, por lo tanto, de una tendencia al electoralismo. Este apetito no está ausente en la CCR (la corriente identificada con el PTS). La Izquierda Diario ensalza “el éxito de la campaña de Philippe Poutou, recientemente electo concejal de Bordeaux, debería servir como ejemplo de la potencialidad que existe para el NPA de ocupar un espacio político importante, como referencia de la ‘extrema’ izquierda”. Lo que la nota omite decir es que la lista es un acuerdo con Mélenchon y esconde, además, el hecho de que en esta lista estaban los candidatos de la… CCR, a pesar de las denuncias que se dieron en la filas de la militancia del NPA contra esta coalición sin principios.

Hablar de un espacio “centrista” para caracterizar el NPA es abusivo, cuando su acta de nacimiento implica una gran regresión, pues parte de abandonar ya, incluso formalmente, la construcción de partidos militantes y de acción, así como la lucha estratégica por un gobierno de trabajadores. De entrada, estamos frente a una política liquidacionista, contrapuesta a una perspectiva revolucionaria. El hecho de que el NPA no haya llegado tan lejos como otros exponentes del SU en otros países no desmiente ese carácter.

Ha sido moneda corriente justificar la presencia y el “entrismo” en “partidos amplios” -e incluso esto se ha hecho extensivo a otras formaciones políticas con fronteras de clase difusas- por razones “tácticas “. Para ello, quienes la promueven, tratan de refugiarse en las recomendaciones de Trotsky. Las diferentes alas del morenismo han sido campeones en la materia. Pero no tiene nada que ver el “entrismo”, por ejemplo, en el Partido Socialista español, que alentaba al dirigente de la Revolución de Octubre en momentos en que dicho partido canalizaba un desplazamiento hacia la izquierda de los trabajadores y la juventud española con el recorrido del NPA, que encarna una evolución derechista, desde sus orígenes. Más allá de este hecho, cualquier consideración de que se haga “táctica”, no puede hacerse la distraída sobre el paso del tiempo. Desde la constitución del NPA han pasado doce años. En un intervalo tan, pero tan prolongado de tiempo, ya no se puede hablar de un recursos táctico, que solamente se justifica como un recurso circunstancial y acotado.

El balance indica que el NPA ha sido un factor de bloqueo para el desarrollo de una conciencia socialista y revolucionaria, que no ha sido inocuo en el devenir de toda una importante camada de trabajadores y jóvenes, que han sido empujados a hacia la derecha o han terminado yéndose a su casa, presas de una frustración y desmoralización proporcional al desmoronamiento del NPA todos estos años. Es necesario hacer un balance sin concesiones. El presente y el futuro está plagado de oportunidades, con más razón cuando entramos en un escenario convulsivo, que es el caldo de cultivo de grandes conmociones políticas y crisis internacionales, de rebeliones populares y de las tendencias a la creación de situaciones revolucionarias. La condición para poder aprovecharlas depende de la estrategia que se dé la izquierda revolucionaria. La implosión del NPA pone al rojo vivo la necesidad de poner en pie partidos revolucionarios que abracen la causa de la independencia política y la estrategia del gobierno de trabajadores y el socialismo.