El nuevo escenario luego de la derrota de Syriza

Alexis Tsipras, Primer Ministro griego de la centroizquierdista Syriza derrotado en las elecciones por la derechista Nueva Democracia

Nueva Democracia, de la mano de Kyriakos Mitsotakis, una suerte de Macri griego, se impuso en las elecciones con casi el 40% de los votos contra Alexis Tsipras, que cosechó el 31,5% de los sufragios. Nueva Democracia, recordemos, es el partido conservador que fue desalojado del poder por Syriza en 2015 y que vuelve al gobierno cuatro años después. Nueva Democracia lograría 158 diputados por el sistema griego que privilegia a la formación política más votada. Reúne así, por sí sola, la mayoría absoluta para poder gobernar, circunstancia que no se presentaba desde 2009, cuando empezó la crisis. 


Ese desenlace ya estaba insinuado en los comicios del pasado mes de mayo con motivo de las elecciones europeas y locales, donde Syriza sufrió una derrota, incluso más pronunciada que la actual, que condujo a Tsipras al llamado a elecciones anticipadas.


La base de la derrota hay que buscarla en la profunda decepción que produjo la política de Tsipras, que viene aplicando un ajuste monumental, bajo los dictados de la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo, FMI). Recordemos que Syriza comenzó desconociendo el plebiscito que rechazó el memorándum planteado por la Unión Europea y aceptó condiciones más leoninas que las preexistentes, promoviendo sacrificios y privaciones sin precedentes a la población. Tsipras intentó ganarse el favor de la opinión pública con el argumento que bajo su mandato, al menos, el ajuste sería menos doloroso que si el mismo era ejecutado por los partidos de derecha. Pero lo cierto es que no pudo impedir el creciente malestar y descrédito entre los trabajadores y la juventud frente a los estragos a las condiciones de vida que tuvieron lugar bajo la gestión de Syriza, a través de rebajas salariales, desocupación, precarización laboral, recortes de las partidas sociales del presupuesto y privatizaciones.


Uno de los datos salientes es la abstención que pasó al 42% contra el 36% de las elecciones de 2015. La más alta en Grecia desde el restablecimiento del régimen democrático hace 45 años, después de la sangrienta dictadura de 1967-1974 de la "junta de los coroneles", respaldada por la CIA.


Esta caída se concentró en los barrios obreros y de menores recursos, donde apenas se registra una participación del 50 al 55 por ciento contra 65 al 70 por ciento de los barrios más acomodados. En lo que se refiere a los trabajadores, más que un desplazamiento a la derecha del padrón de votantes, el retroceso electoral reside en el hecho de que una parte de los adherentes a Syriza no concurrió directamente a votar. 


Importa señalar que incluso si se suman los votos, los partidos de la derecha totalizan 46% contra 48% que reunió la izquierda. Nueva Democracia subió fundamentalmente en su caudal electoral a expensas de los otros agrupamientos de derecha, en primer lugar de la extrema derecha. El grupo nazi Amanecer Dorado sufrió una gran declinación, perdiendo la totalidad de sus diputados en el Parlamento.


Se repite en Grecia la tendencia al desinfle de la extrema derecha que se vio en las elecciones europeas. Allí las expectativas que perseguía la extrema derecha no se cumplieron: subió sus guarismos, pero estuvo muy lejos del tercio de los sufragios a los que apostaban para controlar el Parlamento Europeo. 


Un retroceso parecido lo padecieron otras formaciones políticas. Nueva Democracia concentró el voto a la derecha y se dio el lujo de correr por izquierda a Syriza, prometiendo rebajas de impuestos y otras medidas destinadas a suavizar el ajuste, revertir las penurias populares y promover el crecimiento. Esto logró calar particularmente en estratos de la clase media, golpeada por la crisis. 


Frente a la pérdida de su capital político, Tsipras intentó una aproximación hacia la centroizquierda, distribuyendo favores y cargos a ex miembros del quebrado Pasok (socialdemócrata) y su socio menor Dinmar. Pero, ese puente tendido no logró remontar la situación. Del mismo modo, las concesiones que puso en marcha el gobierno a último momento fueron tardías e insustanciales.


La izquierda 


Está claro que el gobierno de Tsipras es el principal responsable de abrirle paso a los conservadores. Importa señalar que los esfuerzos de los trabajadores se estrellaron con el dique de contención impuesto por las direcciones sindicales, contemporizadoras con el gobierno. La conducción gremial se dio maña para ir dosificando las medidas de fuerza, descomprimiendo la situación y evitando una lucha a fondo. Lograron provocar un progresivo desgaste entre los trabajadores y minar su moral y disposición de lucha. El acatamiento de las huelgas generales (hubo ocho en la era de Tsipras) fue decayendo, con la salvedad del sector público. Asistimos, en especial en el último período, a protestas juveniles y huelgas de marineros, trabajadores de ferry, empleados de trenes, trabajadores de transporte público, docentes, trabajadores de museos y hospitales. En algunos casos se trataron de luchas muy aguerridas pero aisladas. Este contexto ha creado un caldo de cultivo para el triunfo de la derecha. 


Pero no se nos puede escapar el fracaso para abrir un rumbo superador al callejón sin salida del gobierno, del espectro de fuerzas ubicado a la izquierda de Syriza. Promueven salidas en el marco de la Unión Europea o, en su defecto, de carácter nacionalistas. Son variantes en el marco del orden social capitalista, que inexorablemente van de de la mano de ataques contra el pueblo. La pretensión de conciliar una política social que satisfaga las necesidades populares, respetando las instituciones de la Unión Europea, es inviable. La Unión Europea ya viene insistiendo que va a tener que continuar con su política de austeridad para pagar la deuda que continúa hasta el año 2060 -es decir, que varias generaciones están hipotecadas.


Esto debería ser tenido en cuenta en la Argentina cuando los K y la oposición quieren colar la idea de una renegociación de la deuda y respetar los compromisos del FMI, pero prometiendo que será sin ajuste y sin nuevas privaciones. El engaño de la salida "a la portuguesa", omitiendo que los acuerdos con el Fondo en la nación lusitana arrancaron con un ajuste incluso superior a los de Argentina de 2001.


Alternativamente existen planteos nacionalistas de una “salida ordenada del euro”, un suerte de alternativa soberanista de izquierda que busca una “reconstrucción de la economía nacional”, mediante un retorno a la moneda nacional, el dracma, con el objetivo, según sus promotores, de aumentar la competitividad del país. Pero esto supone una drástica devaluación con respecto al euro con el propósito de disminuir los costos internos, desvalorizando los salarios ya disminuidos por años de recesión y austeridad. 


Esta variante no ha logrado prosperar, entre otras cosas, porque los principales círculos de poder de la burguesía son partidarios de permanecer en la Unión Europea. Estamos, de todos modos, ante dos variantes ajustadoras y antiobreras.


Las fuerzas a la izquierda de Syriza han girado en torno de una estrategia parlamentaria, administrando la acción directa y relegándola a un papel secundario de presión, evitando que la situación se desmadre.


Estas cuestiones son las que explican que los desprendimientos que se fueron de Syriza no hayan logrado levantar cabeza. Es lo que pasó con Unidad Popular, liderada por Lafazanis, o lo que ocurre con Konstantiopoulou, que han sufrido una caída que los ha dejado fuera del Parlamento. La excepción es el ex ministro de Syriza, Yanus Varoufakis, pero apenas ha superado el 3% y ha entrado arañando al Parlamento.


Esto vale también al PC stalinista, KKE, que se mantiene estancado en el 5%. Es decir, que ha sido incapaz de capitalizar el desmoronamiento de Syriza. 


Por otra parte, la izquierda más radical tampoco movió el amperímetro. Antarsya ha sacado apenas el 0,4%. Y el EEK, con el cual compartimos una acción internacional común en el marco de la CRCI, logró el 0,04%. Es evidente que esto merece un balance profundo y a medida que los compañeros del EEK nos hagan llegar conclusiones a las que arriben, las publicaremos en nuestro sitio y en nuestra prensa. Pero una cuestión que podemos señalar es que fracasó la iniciativa de formar un frente común entre el Antarsya y el EEK. Esto obedece, según lo que exponen los compañeros del EEK, a la negativa de Antarsya -atravesado por una severa crisis interna-, como resultado del veto de su sector de derecha. La razón de fondo sería que este sector alienta a formación de una alianza con el derrotado Syriza y la burocracia sindical, una suerte de “frente popular” en nombre de la lucha contra la derecha y los fascistas. Al mismo tiempo, no hay que olvidar -y esto tiene que ver con su crisis interna actual- que Antarsya no ha pasado de ser un frente meramente electoral, sin una intervención común en las luchas sindicales y populares. Esto, obviamente, no agota la cuestión sobre el carácter menguado de la votación- pero alumbra sobre las estrategias que está en debate al interior de la izquierda más avanzada. 


Perspectivas 


El triunfo de Nueva Democracia constituye un respaldo a la política de la burguesía griega y europea. Esto fue celebrado por los mercados y aplaudido por la troika y sus socios europeos. Pero no debemos perder de vista que esto no cancela la existencia de un escenario convulsivo. El Macri griego difícilmente pueda sustraerse a los antagonismos sociales y condicionamientos de la crisis capitalista mundial en desarrollo que, a su modo, viene enfrentando su par argentino. Habrá que ver si el gobierno conservador logra pilotear la crisis y hacerse de los medios económicos y políticos para gobernar. Mitsotakis, entre otras cosas, ha prometido el restablecimiento del orden en el país y en las calles. Es un anticipo de un incremento de la represión. Pero eso sólo no asegura el éxito de sus planes. 


El Financial Times de Londres, la voz de la capital financiera europea, ya encendió anticipadamente las alarmas al advertir que: "El Sr. Tsipras ha logrado aprobar medidas estrictas sin prácticamente ninguna molestia social en los últimos años. Este no hubiera sido el caso en ningún gobierno de derecha centrista. Por lo tanto, los inversionistas deben saber que un gobierno de Nueva Democracia, liderado por el Sr. Mitsotakis, podría reavivar la volatilidad a corto plazo y el malestar social". En este contexto, el matutino inglés le asigna especial relevancia a la función de contención que está llamado a jugar Tsipras como líder de la oposición. Vamos a asistir a una enorme presión dirigida a someter al movimiento obrero a Syriza y sus laderos sindicales en alianza con el Pasok y de otras fuerzas de cuño patronal en nombre de la batalla contra la derecha. Frente a esta política funesta se plantea defender la independencia política de los trabajadores e impulsar una estrategia de lucha de clases y un programa de salida obrera a la crisis. Un nuevo y gran desafío para la izquierda revolucionaria.