El nuevo gobierno islamista de Egipto

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La asunción de Mohamed Morsi, de la Hermandad Musulmana, como nuevo presidente de Egipto implica un salto cualitativo en la crisis política que envuelve al país desde el derrocamiento del dictador Hosni Mubarak. La HM asciende al gobierno como una fuerza capitalista, con una línea dirigente con fluidos vínculos con los grandes fondos de inversión internacionales. Esto habilitó las condiciones para que pudiera obtener la presidencia con el apoyo de Washington, pero no logró ganar la confianza de los militares que vetaron la elección del Parlamento por su mayoría islamista. No hay acuerdo La participación de los principales miembros de la Junta Militar en la ceremonia de asunción de Morsi, lejos de anunciar un acuerdo forjado entre los militares y los islamistas, preanuncia la pugna por el poder que existe realmente. La HM quería realizar la ceremonia en el edificio del Parlamento disuelto, pero le fue impedido por las autoridades militares. Luego, el flamante mandatario anunció la reapertura del Parlamento que realizó una sesión simbólica de 15 minutos, con una manifestación de masas en las afueras del lugar, convocada por el islamismo. Sin embargo, la Corte Constitucional -dominada políticamente por los militares- ratificó la disolución del órgano legislativo y obligó a Morsi a acatar el fallo. La iniciativa de Morsi por reinstaurar el Parlamento fue fogoneada, nada más y nada menos, que por el mismo imperialismo yanqui, cuyos funcionarios se reunieron con el mandatario previamente al anuncio para reclamarle un "funcionamiento democrático" del país. En el mismo sentido se expresó el FMI que condicionó un anhelado préstamo de 3 mil millones de dólares a la formación de un gobierno "democrático" en el país, que cuente con una legitimidad popular suficiente para aplicar los recortes reclamados por el organismo multilateral. El asunto no es menor porque de ese préstamo depende evitar una fuerte devaluación que, sin duda, produciría un nuevo estallido social, debido a la dependencia del país en la importación de alimentos. Obama y el sionismo El choque entre el establishment militar y el nuevo gobierno -cuyas verdaderas funciones y atribuciones se desconocen- encubre por tanto una crisis de orden más general. El apoyo del imperialismo a la HM contra los militares es un tiro por elevación al sionismo, quien se encuentra en la primera línea de apoyo a los militares egipcios por su rol de contención de las masas palestinas. El sionismo rechaza, por otra parte, a la HM por sus vínculos con Hamas. El gobierno de Obama ha intentado durante el último tiempo atizar las pretensiones del lobby sionista para recuperar terreno en Medio Oriente tras las rebeliones populares y levantamientos de las masas, mediante un bombardeo a Irán y el avance en la expulsión de palestinos de sus tierras vía nuevos asentamientos de colonos. La disputa entre los militares y la HM traduce una pugna entre el imperialismo yanqui y el sionismo por la salida para el volcán de Medio Oriente. Sin luna de miel Definitivamente, el nuevo gobierno egipcio no contará con el tradicional periodo de gracia que se le concede a los Ejecutivos que recién asumen. La formación de una suerte de gobierno de "unidad nacional" con una mujer y un cristiano copto como vicepresidentes poco aportarán a zanjar la verdadera cuestión que paralizar al país, es decir, la disputa con el establishment militar que, además, controla importantes resortes de la economía del país. Luego de una serie de tímidos intentos, el presidente islamista parece haber descartado la posibilidad de apoyarse y movilizar a las masas para quebrar a la postura de los militares. Sucede que una salida de estas características obligaría a Morsi a llevar adelante un gobierno apoyado en las masas contra las Fuerzas Armadas, lo que implicaría un quiebre y enfrentamientos de alcances profundamente revolucionarios, mucho más que los vistos hasta ahora en la emblemática Plaza Tahir. Por supuesto, la naturaleza capitalista y reaccionaria del islamismo le impide llevar adelante una salida de este tipo hasta el final, como lo reveló su boicot al proceso revolucionario en general. Pero si no apela a este recurso, el único futuro que le resta a Morsi es el sometimiento o la renuncia. Eso, sin duda, desataría un nuevo levantamiento de las masas contra la Junta Militar.