El nuevo reparto de Ucrania

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Las potencias reconocen a Ucrania como “zona de influencia” de Rusia. Reforzamiento de la “troika”. Gobierno fantoche en Kiev. La oligarquía ucraniana gira hacia la Unión Europea. Intento de cambio del eje estratégico en Europa. Sólo un gobierno obrero y campesino podría garantizar los intereses de todas las regiones de Ucrania.

Estados Unidos y la Unión Europea se han tomado con calma la anexión de Crimea por parte de Rusia. Adoptaron sanciones contra algunos oligarcas vinculados a Putin en el banco Rossia, o le avisaron al fundador del ‘trader’ petrolero, Gurkov, para que venda sus acciones, a fin de evitar contratiempos a la compañía con sede en Suiza. El pulpo ruso del aluminio, Rusal, no tuvo inconvenientes cuando se presentó a renegociar una deuda de 10 mil millones de dólares con los bancos occidentales. Durante el despliegue de tropas rusas en Crimea, que llevó dos semanas, los jefes militares de Ucrania en la península nunca recibieron directivas del gobierno central. Como no se cansan de repetir de Obama para abajo, las represalias contra Rusia solamente tendrán un carácter real si va más allá de la ocupación de Crimea. En definitiva, la vieja región de población tártara ha sido reconocida por las grandes potencias como parte de la ‘zona de influencia’ de Rusia. Es lo que, por otra parte, había ocurrido desde antes del estallido de la crisis, como consecuencia del tratado de Budapest (1994), que transfirió a Rusia el arsenal nuclear instalado en Ucrania y le concedió también el uso del puerto de Sebastopol para su flota en el Mar Negro.

El protectorado ucraniano

El griterío mediático contra la anexión de Crimea apenas logra disimular que los estados de la Otan han logrado convertir a Ucrania en un protectorado. Este hecho es el verdaderamente trascendental, porque además refuerza el gobierno de la ‘troika’ (FMI-BCE-Comisión Europea) sobre los países que integran la UE. El gobierno provisional de Ucrania es un títere de las potencias imperialistas, puesto a dedo por ellas e incluso con el voto del parlamento (Rada), que aún es controlado por el partido del ex presidente en fuga, Víktor Yanukóvich. Con este gobierno fantoche, que no fue votado por nadie e incluso repudiado por la multitud que copó durante tres meses la Plaza de la Independencia de la capital, Kiev, la Comisión Europea aprovechó la anexión de Crimea para hacerle firmar el “tratado de adhesión” -un eufemismo que convierte a Ucrania en colonia del FMI. En efecto, con una deuda externa impagable del ciento por ciento de su PBI, pero por sobre todo con vencimientos inmediatos de 20 mil millones de dólares y un Tesoro exhausto, Ucrania ha apelado al rescate internacional, a cambio de un plan de ajuste que supone un tarifazo gigantesco y la apertura de su mercado interno, en especial la entrega a compañías extranjeras de sus establecimientos agrícolas en lo que es el granero de Europa. Poco se ha reparado en que gran parte de la deuda es con Rusia, de modo que los rescatistas occidentales podrían extorsionar a Putin con el ‘no pago’. Para añadir picante al entrevero, es poco conocido el hecho de que el último préstamo de Rusia a Ucrania (del cual se desembolsaron sólo tres mil millones de dólares de una promesa de 15 mil millones) fue financiado con una colocación rusa en la Bolsa de Londres -es decir que la deuda con Rusia es en realidad una obligación con la City. A los que celebran la ocupación de Crimea como una acción de resistencia al imperialismo por parte de Rusia, habría que recordarles que esta brillante operación ha supuesto la entrega de Ucrania entera al capital financiero internacional y a la UE.

Las cancillerías occidentales amenazan ahora con represalias contundentes si Rusia va más allá de lo hecho; hasta aquí, entonces, ‘tudo bem’. ¿Qué podría ocurrir todavía? A pesar de que Rusia lo desmienta, se le atribuye la intención de anexar las provincias del este de Ucrania y la región moldava de Transnistria, de mayoría rusa. Moldavia firmó el tratado de adhesión a la UE en noviembre pasado. Para contrarrestar esta posibilidad, al gobierno fantoche de Ucrania no se le ocurrió nada mejor que designar a los oligarcas más prominentes del este como gobernadores de esas regiones. Dejó en evidencia, de este modo, que la oligarquía de Ucrania, salvo una o dos excepciones, ha cambiado de campo hacia la UE. Rusia, mientras tanto, pretende aprovechar las elecciones que deben realizarse en Ucrania el 25 de mayo próximo (en singular coincidencia con las elecciones parlamentarias de la UE), para proponer reformas constitucionales que conviertan a Ucrania en un estado federal. Curiosamente, no se ha oído todavía ninguna oposición de la OTAN a estas intenciones, lo cual insinúa una negociación para institucionalizar el reparto de Ucrania.

Intento de cambio estratégico

El reparto de Ucrania ha entrañado un salto en calidad de los antagonismos dentro del bloque imperialista occidental. Es claro que Alemania y, en menor medida, Italia, han acariciado la posibilidad de una alianza estratégica con Rusia, para competir con el capital norteamericano. Las infraestructuras de gas, así como las enormes inversiones en Rusia, han creado una relación política que Estados Unidos no tiene. La propaganda para que el suministro de gas de Rusia sea sustituido por el gas no convencional que produce Estados Unidos, del mismo modo que la que aboga por una tratado transatlántico entre Estados Unidos y la UE, procuran cambiar el eje estratégico esbozado principalmente por Alemania. Nuevamente, en la historia mundial, la cuestión de Ucrania adquiere dimensiones estratégicas. El destino histórico de Ucrania está vinculado al destino de la restauración capitalista, en el vasto espacio de Rusia, que fuera iniciada por la oligarquía que hoy alega una resistencia al imperialismo.

Para el movimiento obrero mundial, está pugna también es decisiva.

La independencia y unidad de Ucrania significa, antes que nada, una lucha contra el ajuste y la confiscación económica -el tema central de lucha de los trabajadores en todo el mundo. La anexión rusa de Crimea, por un lado, y la sumisión de Ucrania a la UE, por el otro, son obstáculos insalvables para la unidad de los trabajadores de Ucrania contra el ajuste. Solamente un gobierno obrero y campesino podría garantizar los derechos políticos de las diferentes regiones de Ucrania. En esto consiste el núcleo de una estrategia para la izquierda revolucionaria. Solamente por esta vía de unidad obrera contra el capital depredador se puede derrotar y destruir a la Unión Europea (unidad del proletariado europeo) y, del otro, al derrotar a los acaparadores capitalistas de Rusia y a la restauración capitalista. Solamente un gobierno obrero y campesino podría garantizar los derechos políticos de las regiones de Ucrania. Los defensores de la UE dicen apoyar el derecho a la autodeterminación nacional de Ucrania y por lo tanto al derecho de que decida la incorporación a la UE, sin decir que esto implica convertirse en un protectorado y renunciar a la independencia. La Rusia que reclama el derecho a defenderse de la OTAN es la Rusia del robo capitalista y de la opresión sobre otras naciones (no es la Rusia obrera y campesina), que con sus acciones entrega la causa nacional de Ucrania a los agentes internos de la Unión Europea y los Estados Unidos.

La cuestión de Ucrania es un banco de pruebas para los corrientes que se reivindican marxistas en todo el mundo.