El “operativo Polonia” de Bush y Gorbachov

La pulverización electoral sufrida por el PC polaco ha puesto de relieve el carácter irrevocable de la descomposición de la burocracia y de la declinación del partido stalinista. Ni siquiera la exhortación de Walesa a votar en algunas circunscripciones por candidatos “reformistas” del PC, agrupados en la lista Nacional, pudo salvar a la burocracia de una derrota estrepitosa. El colapso del aparato stalinista no tuvo ningún atenuante. El cómputo de los votos dejó en evidencia que hasta una gran parte de la Nomenklatura votó por la oposición.

¿Qué régimen político puede sustituir al del monopolio del partido comunista? El poder político en un Estado burocrático está organizado sobre la base de la cooptación —los burócratas designan a sus propios sucesores. La introducción en semejante sistema de un régimen parlamentario, como lo plantea Solidaridad, plantea una contradicción política mortal. El burócrata que ejerce su dominio por un sistema de autoridad es cuestionado en su autoridad por el sufragio universal. La posibilidad de este cuestionamiento formal mina la autoridad del burócrata ante sus subordinados. El Estado pierde su base de sustentación. De este modo, una inyección de parlamentarismo en un régimen burocrático, solo sirve para acelerar la destrucción del sistema. Una vez más, las alternativas históricas al régimen burocrático son la restauración capitalista, por un lado, el control obrero, por el otro. La primera representa el retorno a la dictadura del capital internacional, la segunda la implantación de una real dictadura del proletariado, por medio de consejeros obreros.

La situación política polaca solo es un reflejo de la situación de la burocracia rusa misma. La presencia de una crisis política histórica, que podría desatar un enorme proceso revolucionario en Europa oriental y aun en toda Europa, está llevando a imaginar toda clase de soluciones de compromiso. Es así que se baraja la posibilidad de un presidente que pertenezca al PC y de un primer ministro designado por Solidaridad y por el clero. El operativo debería contar con una red de seguridad internacional montada por el imperialismo mundial y la burocracia rusa. El viaje de Bush a Polonia y la invitación que formularía Gorbachov a Walesa para ir a Moscú, forman parte de este operativo.

Pero para que la crisis tenga este desenlace, completamente provisorio, debe profundizarse todavía más. La función de un presidente, en este esquema, sería la de ejercer el monopolio de la Defensa, de la Seguridad y de la política exterior, es decir asegurar la intangibilidad del Estado y la vigencia de los acuerdos internacionales. Un Ejecutivo de estas características tendría que estar en manos de un hombre fiel a Moscú y debería estar apoyado por Solidaridad y por el clero. No parece que, por el momento, las condiciones estén reunidas para semejante operación. En la base de Solidaridad existe una natural oposición y tampoco sería suficiente el apoyo parlamentario que ésta pueda brindar. Es por eso que Jaruzelski ha dado un paso al costado, para proponer en su lugar al actual ministro del Interior. El objetivo final de todo esto es lograr una reforma constitucional que autorice la elección del presidente por sufragio universal, con plenos poderes, y que el candidato sea apoyado por Solidaridad y por la burocracia. Para hacer potable la maniobra, los “reformistas” del PC formarían su propio partido, en lo que no sería más que otra manifestación de la descomposición del partido stalinista. El proceso de diferenciación en Solidaridad, que tiende a la formación de distintas corrientes, también está en marcha.

Pero el fondo crucial de toda esta crisis y del operativo internacional para controlarla, entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, es la crisis económica y el acuerdo entre Solidaridad y la burocracia de que es necesario un “ajuste” fondomonetarista. Esta perspectiva es la amenaza mortal que pesa sobre Solidaridad y lo que la lleva a integrarse profundamente al Estado. En las últimas semanas, varias huelgas, ante las cuales el Poder tuvo que ceder, le recordaron a Walesa y a Jaruzelski que el proletariado, como cualquier otro proletariado, está obligado a luchar contra el capital, y más aún cuando toma como vehículo a un Estado básicamente totalitario.

Como en la época de la Santa Alianza contra la revolución democrática en Europa (1815-1830); o como en la época del “cordón sanitario” y la Liga de las naciones contra la revolución rusa y europea (1917-1923); o como en los acuerdos de Yalta (1943), entre el imperialismo y la burocracia de Stalin, contra la revolución mundial, también ahora la contrarrevolución depone sus diferencias y monta el plan de rescate de su dominación mundial. Los protagonistas son ahora la OTAN y el Pacto de Varsovia y la situación más apremiante que enfrentan tiene una vez más el nombre de Polonia.