El ‘pacote’ brasileño es un negociado

Las 51 medidas dictadas por los menemistas brasileños para impedir la devaluación del real, constituyen una de las mayores cortinas de humo que haya registrado la estafa capitalista internacional. Fundamentadas en apoyar la ‘estabilidad’, constituyen una operación de rescate de los bancos brasileños a costa de los contribuyentes y un negociado para toda la patria capitalista vecina. La abundancia artificial de las medidas está perfectamente calculada para promover este diversionismo.


En primer lugar, no es cierto que el gobierno de Cardoso duplicó las tasas de interés, del 23 al 46 por ciento anual, para defender la moneda. En realidad, esa suba fue impuesta por la medida previa de socorrer a los bancos que habían perdido con la caída de acciones y de títulos públicos, por un monto de 5 mil millones de dólares. Desde el comienzo de su gestión, Cardoso lleva gastados más de 60 mil millones de dólares para pagar las cuentas de los banqueros vaciadores de bancos. En esta oportunidad, el gobierno brasileño recompró en forma anticipada sus propios títulos públicos a los bancos, que vencían en marzo y junio de 1998, a sus precios nominales, o sea un 40 por ciento más elevados que lo que se está pagando en la actualidad. El 90 por ciento de la deuda pública brasileña, de 240.000 millones de dólares, está en manos de los bancos, de modo que es fácil imaginar el estrago que les ha causado el desplome bursátil.


Para controlar esa desbordada emisión de moneda, Cardoso subió, como segundo paso, los intereses. Es decir que esos bancos pudieron vender títulos a precios bien superiores a los de mercado, y luego, reinvertir la plata a tasas usurarias. Al tener en cuenta esto, a Cardoso no le importó que estaba encareciendo la deuda pública interna, que debería pasar a pagar el doble de intereses.


Es en tercer lugar que larga el ‘pacotazo’, para recaudar, precisamente, los 20 mil millones de dólares en que se le encareció la deuda interna. El resultado fiscal es neutro; se trata de 20 mil millones que van de los contribuyentes a la banca. Los banqueros, naturalmente, felicitaron a Cardoso, aunque luego de todo esto el déficit fiscal no haya bajado ni un real.


La cosa no termina, sin embargo, aquí, porque entre las 51 medidas hay una que autoriza a contratar préstamos en el exterior a cuenta de exportaciones, lo cual permite a los exportadores traer dólares al 10 por ciento anual y colocarlos en Brasil al 46 por ciento. Los exportadores, naturalmente, también felicitaron. Para coronar el negociado, el gobierno ha autorizado a las empresas a recomprar sus propias acciones, hasta un 10 por ciento del capital, ¡para lo cual ofrece financiación al 9 por ciento anual! Cuando se trata de beneficiar a los capitalistas y a la bolsa, para el gobierno brasileño la estabilidad monetaria es lo mismo que la emisión de moneda.


Para esto, los capitalistas brasileños cuentan con un Banco Nación, el Banco Nacional de Desenvolvimento.


Pero ninguna de esas medidas podrá detener el cese de pagos de Brasil, que ya perdió 9 mil millones de dólares de reservas. Es que para detener la sangría, el gobierno de Cardoso ha estado vendiendo títulos públicos dolarizados, que suman unos 30 mil millones de dólares en sólo cuatro semanas; con esto ha encarecido en forma descomunal el costo para el Estado de una devaluación. El ‘éxito’ de esas colocaciones obedece a que se trata de un seguro casi gratuito contra una devaluación; más aún, en lugar de que los intereses del contrato los pague el que se cubre, en este caso los paga el Estado como una remuneración sobre los títulos.


Otro motivo por el cual ‘isto no pode dar certo’ es que los títulos externos de Brasil están en manos de los acreedores que tienen mayores dificultades, por ejemplo, los surcoreanos, de modo que es inevitable que salgan a venderlos en masa, como en parte ya lo han hecho. Pero lo más grave, si cabe, es que el aumento del impuesto a la circulación de mercaderías y a los productos industriales, sumado a la restricción del crédito por las altas tasas de interés, deberá provocar una recesión que afectará la recaudación impositiva y las cuentas públicas; por lo tanto, la deuda pública y la cobrabilidad de los préstamos bancarios.


Una reciente información señala que los bancos brasileños han perdido 13 mil millones de dólares, equivalentes al 18 por ciento de su patrimonio líquido, como consecuencia de que los intereses que cobran por los préstamos no han podido actualizarse con la rapidez con que sí lo hicieron los depósitos en los bancos, debido a que los créditos fueron dados a plazos largos o medios, mientras los depósitos se encuentran a plazos cortos (Folha de Sao Paulo, 16/11).


Brasil, perjudicado en su competencia por las devaluaciones asiáticas, es un componente explosivo de la crisis, no un moderador de ella. Fiat, el Chase Manhattan y el Citicorp han registrado sus mayores pérdidas internacionales en octubre, afectados por el derrumbe brasileño.