Internacionales
21/3/2001|699
El PO saluda a la conferencia socialista de los balcanes
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Buenos Aires, 15 de marzo de 2001
A los compañeros del Centro Socialista Christian Rakovsky
A los compañeros del EEK
A los compañeros y a las organizaciones que participan del Seminario Internacional
A los trabajadores y estudiantes de Grecia
Compañeros:
Reciban ustedes el saludo del Partido Obrero de Argentina y los deseos de que la deliberación internacional que los ha convocado sea coronada por el éxito.
Los acontecimientos internacionales de las últimas semanas han confirmado el acierto de la fundación del Centro Rakovsky el año pasado y de la perspectiva política que se estableció entonces. La crisis de los Balcanes, luego de la masacre de la Otan, se ha agravado; el levantamiento palestino ha reabierto toda la crisis del Medio Oriente que fuera desatada por la primera Intifada y la agresión imperialista, en 1991, contra Irak; y como lo demuestra el derrumbe financiero de Turquía y las nuevas luchas que han estallado en ese país, la capitulación del nacionalismo pequeño burgués del Kurdistán y la derrota infligida a ese pueblo oprimido por el militarismo turco no han abierto ningún espacio para el régimen de la agonía kemalista, un régimen aliado del sionismo e instrumento fundamental de la Otan para consumar la restauración capitalista en toda el Asia Central y Rusia.
La unidad socialista de los pueblos de los Balcanes; la necesidad de una nueva Federación socialista de las naciones de la ex URSS; el planteo de la destrucción del Estado sionista, en íntima conexión con una reconstrucción del Medio Oriente sobre una base socialista; todo esto ha sido confirmado como perspectiva en el curso del último año.
La política balcánica de la Otan se encuentra en pleno marasmo; los gobiernos imperialistas han debido recurrir en las últimas semanas al ejército de Milosevic para combatir a los grupos UCK, que ellos mismos habían armado dos años antes para precipitar una intervención militar. El recambio democratizante que ha tenido lugar en Serbia pone de manifiesto, así, todo su contenido: al servicio del imperialismo, por supuesto, pero *por sobre todo* al servicio de nuevas agresiones y nuevas guerras. Los mini-regímenes políticos restauracionistas de los Balcanes se desmoronan a ojos vista; la perspectiva de una zona de libre comercio entre ellos, integrada a la Unión Europea, se esfuma de día en día. Pero, por sobre todo, la región es víctima de los antagonismos de los imperialismos que la pisotean; Estados Unidos y la Unión Europea se sirven de ella como un campo de batalla para dirimir sus conflictos en torno a la cuestión de un ejército europeo y a la perspectiva incluso de un bloque europeo rival del imperialismo yanqui.
No menos grave es la impasse del sionismo, a partir de su incapacidad para imponer los acuerdos de Oslo, a pesar de que estos acuerdos gozaron todo el tiempo del apoyo del imperialismo mundial en su conjunto. Alcanzó la determinación de un pequeño pueblo para ponerlo en jaque, incluso enfrentando a su dirección histórica pequeñoburguesa. Por primera vez en su historia, el Estado sionista ha debido recurrir a un gobierno de unión nacional para preservar su propia existencia. Desde el asesinato de Rabin, las contradicciones del sionismo no han hecho más que exacerbarse; el sionismo se encuentra en la etapa de su descomposición. La perspectiva “laica” y “socialista” de una enorme masa de la población judía del mundo entero se derrite como la nieve en primavera, bajo la presión de sus contradicciones internas y de la revolución árabe de Palestina. La crisis económica mundial agravará sin lugar a dudas este proceso de descomposición, porque obligará al sionismo a golpear como nunca antes a sus propios trabajadores. La perspectiva del progreso y del laicismo para las masas judías sólo la alcanzará una política de unión con los árabes palestinos oprimidos por el Estado sionista, lo que significa la destrucción del Estado sionista, es decir, el fin de un Estado que está irrevocablemente fundado en la opresión nacional y como plataforma del imperialismo mundial.
El desarrollo de los acontecimientos en Palestina ha refutado la posición de los ex stalinistas y del SU, que pregonan la viabilidad de la igualdad nacional entre dos Estados separados, uno árabe y el otro judío (sionista), en Palestina (más otro en Jordania). La inviabilidad de esta posición demuestra su característica contrarrevolucionaria, porque acaba postulando la explotación “pacífica” de las masas árabes, “autodeterminadas”, por parte del Estado sionista, en lo que sería una verdadera salida histórica para la perpetuación del sionismo. En el planteo stalino-pablista está ausente el método marxista que subordina los fenómenos nacionales y regionales al conjunto de la economía y política mundiales, ya que, en la búsqueda de soluciones locales “viables”, escamotea que cualquier consolidación del Estado sionista sería un golpe serio contra la revolución socialista mundial. Llamamos a las masas palestinas a unificarse más allá de los bantustanes creados por el sionismo, es decir más allá tanto de la “línea verde” como del río Jordán, para fundar sobre las ruinas del sionismo y de la monarquía hachemita una República socialista en Palestina.
La segunda Intifada y el derrumbe de los acuerdos de Oslo han agotado por completo las posibilidades de la dirección pequeño burguesa de Arafat. Este oficia desde hace tiempo como un agente del imperialismo y como un verdugo potencial, por lo tanto, de las masas árabes de Palestina. Lamentablemente, todas las corrientes políticas que actúan en el movimiento nacional palestino defienden a Arafat como una prenda de unidad del movimiento nacional, aunque Arafat sea en realidad una soga nacionalista atada al cuello de ese movimiento nacional. Señalamos a los revolucionarios de la Intifada palestina el carácter contrarrevolucionario del Frente Popular que encarna Arafat y llamamos a superarlo con una dirección revolucionaria socialista. Le cabe a los militantes de la IV Internacional en Palestina la tarea, imposible de delegar, de señalar esta necesidad y de construir la organización política que la lleve adelante.
Compañeros:
Los derrumbes de las bolsas de Nueva York y de Tokio trascienden su indudable significado económico de agotamiento de la acumulación capitalista a una escala histórica nunca vista antes. Señalan la disipación de las ilusiones de que la disolución de la URSS y las restauraciones capitalistas en los ex Estados obreros podían abrir un nuevo período de ascenso histórico del capitalismo. A esta ilusión se refiere la “globalización”. Se partió de que la disolución de los Estados obreros significaba la demostración de la superioridad del capitalismo sobre el socialismo, cuando no era más que la demostración del carácter restauracionista de la burocracia “obrera”; de su pánico ante el ascenso de la revolución política en todos los estados satélites y en China; y de la presión de un capitalismo mundial en estado de enorme crisis y descomposición *la cual se manifiesta en forma espectacular a partir de 1970. El derrumbe de la economía japonesa, que data de la década del ‘80, ilustra con toda claridad la simultaneidad del agotamiento del capitalismo mundial con la disolución de los ex Estados obreros. Japón es un laboratorio extraordinario de la fuerza de la tendencia a una disolución del proceso de la acumulación del capital.
La crisis mundial explica la tendencia creciente a las movilizaciones y crisis prerrevolucionarias y revolucionarias, de la última década. Sea la huelga general de los empleados públicos en Francia, en 1995; o la revolución albanesa y la movilización de los mineros del Ruhr, en 1997; los sucesivos levantamientos chechenos o los ocurridos en Ecuador; las huelgas generales en Argentina; las gigantescas movilizaciones agrarias en Brasil, Paraguay, Bolivia y hasta México; las guerras y crisis políticas sin interrupción; todo esto señala, bajo la máscara de la “globalización” política, una tendencia cada vez mayor hacia la disolución política internacional y a la revolución. En este marco se inscriben las movilizaciones de Seattle, Praga o Niza, que envuelven a trabajadores y estudiantes de los países desarrollados. Pero precisamente porque su terreno es el de la “prosperidad” imperialista, es en estos movimientos donde cobra mayor fuerza el oportunismo político, como lo demostró la reciente reunión del Polo Social en Porto Alegre. Baste decir que dominaron aquí las posiciones que buscan darle una salida a la impasse del imperialismo mundial. A esto responden las propuestas de un impuesto Tobin; de una agricultura autosuficiente y campesina; de “democratizar” a la Unión (imperialista) Europea; o postular que un presupuesto público con “participación popular” podría cambiar la sociedad y el Estado. Son planteos utópicos y reaccionarios; un impuesto mundial requiere un Estado mundial sobre una base capitalista; una agricultura campesina significa un retroceso de las fuerzas productivas y la abolición de la división internacional del trabajo; un presupuesto participativo equivale a la integración de las organizaciones obreras al Estado o, alternativamente, a su disolución en beneficio de organizaciones para-estatales, etc. Aunque episódicamente son varias y diversas las corrientes políticas que se adjudican la tutoría de estas posiciones, sobresale por su constancia y tenacidad estratégica el llamado Secretariado Unificado. Se confirma así la caracterización del carácter contrarrevolucionario de esta organización, que sigue denominándose IV Internacional aunque su política internacional se desenvuelva en el marco de organizaciones capitalistas o pequeño burguesas.
Compañeros:
Los acontecimientos objetivos como subjetivos de los últimos años, señalan el acierto de nuestro planteo de refundar la IV Internacional. Las objeciones “nacionales” a este planteo, como las emanadas de la francesa Lutte Ouvriere o de la inglesa The Militant, han quedado sepultadas por los hechos, ya que el propio movimiento de luchas ha asumido una dimensión de características internacionales. Ya no se puede negar esto; de lo único que se puede discutir es de la naturaleza que debe tener su dirección. Para los socialistas, debe ser una dirección revolucionaria marxista, o sea que el contenido de su programa es el derrocamiento de la burguesía y el establecimiento de la dictadura del proletariado a nivel internacional. La IV Internacional es la única que se corresponde con este planteo estratégico.
Compañeros:
Asistimos en Argentina a sucesos excepcionales. Hay un completo derrumbe económico y un virtual derrumbe político. Por otro lado, el Partido Obrero crece como factor político entre las masas y como alternativa en el desarrollo general de la crisis. Se prepara un gobierno de unión nacional (como alternativa a la última tentativa de salvar el actual plan económico y su gobierno) que incluirá al peronismo, al radicalismo y la pequeña burguesía del Frepaso, junto con la Iglesia y la burocracia de los sindicatos. Este régimen de emergencia, aún en preparación, será una prueba final para el Estado y sus partidos, es decir para el capitalismo. La agitación política del PO se basa en propugnar la caída del gobierno y su sustitución por una Asamblea Constituyente soberana. Los demás partidos de izquierda se comportan como si asistieran a una crisis corriente, de la que se podría sacar un eventual provecho electoral, o se preparan para ingresar al gobierno de unión nacional. Desde esta trinchera del combate, les decimos: viva el proletariado mundial; reconstruyamos YA la IV Internacional.