El programa de los trotskistas franceses

En la edición anterior de Prensa Obrera, denunciamos que la unión electoral de las dos principales organizaciones que se reivindican del trotskismo en Francia tiene por base un programa que pretende superar la crisis mundial mediante un impuesto al movimiento del capital financiero de corto plazo y otras disposiciones que le impidan la evasión tributaria o el manejo en negro. En el marco de una “Europa democrática”, es decir de una Europa imperialista gobernada por instituciones representativas, el programa del acuerdo de Lucha Obrera y la Liga Comunista Revolucionaria se circunscribe a una mera ‘reforma tributaria’. Como cabía esperar, este contenido político fue inmediatamente saludado por el Mas argentino y recibido con inconfesable simpatía por el resto del espectro trotskizante criollo.


El ‘impuestazo’


La autoría del planteo corresponde a una “Asociación por el impuesto Tobin de ayuda al ciudadano”. Fue constituida el 3 de junio pasado como consecuencia de una iniciativa lanzada por el mensuario Le Monde Diplomatique en diciembre de 1997. La LCR lo presentó “como una contribución al desarrollo de las resistencias democráticas a los dictados neoliberales”, esto a partir de adjudicarle “una crítica a fondo del proceso de mundialización liberal de la economía…” (Rouge, 18/6). Es decir que, en opinión de un periódico trotskista, un diario del capitalismo francés le ha sacado la careta de clase a la llamada ‘globalización’. Es lamentable, entonces, que no proponga su publicación como apéndice de El Capital de Marx o de El Imperialismo de Lenin. Habrá que esperar ahora a conocer la opinión de la Liga sobre el último libro del especulador George Soros, en el cual se propone igualmente una limitación a los capitales de corto plazo mediante instrumentos no solamente impositivos sino también legales (control de cambios). El dueño de todos los shoppings de la Capital Federal y de buena parte de la Patagonia no tiene reparos en reclamar medidas aún más enérgicas que las que plantean Le Monde Diplomatique y el conjunto del trotskismo francés.


La LCR no escatima palabras en su apoyo al programa de la Asociación. Dice que, de acuerdo con las estimaciones de ésta, se podrían recaudar 100.000 millones de dólares “incluso si la tasa del impuesto es extremadamente baja (0,05%)”. O sea que el precio para reformar a la “mundialización liberal” sería extremadamente barato. Incluso, dice la Liga, “la propuesta presenta la doble ventaja de que no puede ser denigrada como ‘ultimatista’ por parte de los gobiernos y de iniciar una dinámica”. El trotskista francés nos recomienda la seducción o la neutralización de ‘los gobiernos’ ya que no se trata de luchar contra ellos sino con ellos. La “dinámica” que pondría en marcha el impuesto consiste en que “semejante dispositivo pondría arena en los mecanismos de la especulación”. ¡Qué vulgaridad! En lugar de una política para poner fin a la dominación del capital, tenemos que hay que ponerle ‘arena’, no al capital sino a la ‘especulación’, ¡incluida la ‘especulación’ del trabajador independiente cuando compra dólares para precaverse contra una devaluación!


La Liga trotskista aclara también que ese impuesto se recaudaría “esencialmente en el Norte”. ¿Qué quiere decir esto, que la especulación es beneficiosa para ‘el sur’? Insinúa que el peso del impuesto sería mayor para los mercados de los países desarrollados, de modo que el Tercer Mundo no tendría por qué preocuparse; la intelectualidad francesa, como se puede ver, ‘no confunde’ al especulador del norte con el del sur. Su enfeudamiento al capitalismo es tan alevoso que ni siquiera se le ocurre que, en tal caso, también la mayor parte de la recaudación impositiva iría a parar a las arcas de los Estados imperialistas. ¿Y con qué fin podrían usar estos Estados ese dinero si no es para subsidiar a sus capitalistas contra los capitalistas de los estados rivales, como ocurre desde siempre, pero cada vez con mayor intensidad, entre Estados Unidos, Europa y Japón? ¿O será para aumentar los salarios?


Productivo, es otra cosa


La Liga no solamente distingue al capital especulativo del productivo sino que también establece entre ellos una jerarquía en la que el ‘especulativo’ es ‘el peor’. Desconoce que los grandes pulpos ‘productivos’ tienen un flujo de fondos que supera sus necesidades de inversión, por lo cual el capital destinado a la especulación procede de los beneficios obtenidos por esos capitales productivos. Algo más: el desastre ocasionado por la especulación en la crisis asiática ha beneficiado, fundamentalmente, no a los especuladores sino a los capitalistas ‘productivos’; los primeros han tenido que postergar el cobro de deudas, los segundos (Ford, General Motors, Mercedes Benz, General Electric), en cambio, se están comprando las empresas asiáticas que quiebran. Todo esto demuestra, más allá del carácter rabiosamente capitalista del planteo, su completa inconsistencia. Esto es inevitable cuando se quiere mezclar un trotskismo aprendido de oídas con una voluntad de salvar al capitalismo. Para jerarquizar al capital ‘productivo’ sobre el ‘especulativo’, la Liga tiene que evitar cualquier mención, naturalmente, a la ‘flexibilidad laboral’.


En la misma onda de convertir a la ‘especulación’ en el chivo emisario de la crisis social, y no al capitalismo, la Liga la emprende contra el Banco Central Europeo, al cual de paso le achaca su condición ‘supranacional’. El periódico Rouge (29/10), dice que aunque “el establishment político se pronuncia en favor de una baja de la tasa de interés”, carece “de los medios para hacerlo entrar en vigor, ya que el Tratado de Maastricht ha convertido a los bancos centrales nacionales y al banco europeo en independientes de los poderes designados por el sufragio universal”. Esta separación entre el ‘establishment político’, o sea los gobiernos imperialistas, de un lado, y los bancos imperialistas, del otro, explica por qué la Liga considera ventajoso tener a los gobiernos de su lado mediante la propuesta del impuesto (‘no ultimatista’). Un mes más tarde de que Tobin hubiera escrito lo anterior, los bancos centrales decidieron acatar al ‘establishment político’ y producir una reducción simultánea de las tasas de interés.


La defensa de los Estados nacionales desarrollados es, por supuesto, completamente reaccionaria, porque se trata de Estados que han agotado sus posibilidades nacionales y se han convertido en imperialistas. Pero la contraposición entre los Estados y gobiernos europeos, de un lado, y las instituciones supranacionales europeas, del otro, como el Banco Central Europeo, la Corte de Justicia, la Comisión Ejecutiva, el Consejo de Ministros y la transferencia de atribuciones legislativas a este último; esta contraposición revela una total incomprensión de la naturaleza de la Comunidad Europea. Esta última no es un nuevo Estado, porque no tiene el monopolio de la fuerza y porque sólo puede actuar con el consenso de los Estados que la componen (unanimidad o mayorías calificadas). Su verdadera función consiste en reforzar el poder de acción de los Estados nacionales contra sus trabajadores y contra la competencia extranjera, para lo cual necesita superar simultáneamente sus propias contradicciones nacionales, que por momentos son más vivas que nunca. La tendencia a reducir a cero a las instituciones representativas, dándole independencia a la justicia, a la burocracia, al banco central, a los cuerpos armados, el poder ejecutivo; todo esto, es anterior a cualquier unidad europea, es propia de los Estados nacionales, y la pretensión de la unión europea no es debilitarla sino reforzarla todavía más. Pretender, por lo tanto, oponer la autonomía nacional a la centralización europea, o las instituciones representativas a las supra-nacionales, equivale a reclamarle al capitalismo a que desande lo andado, es decir que se trata de un callejón sin salida.


Defendamos a los bancos nacionales


No es casual que la Liga tenga aliados en los más altos círculos del capital imperialista y de los ‘especuladores’. Hace mucho tiempo que el teórico de Soros, Jeffrey Sachs, se opone a un banco central europeo (El Cronista, 2/4). Aunque reconoce que la unión europea “incrementa la escala y la competitividad de sectores financieros claves como el seguro, los fondos de pensión y los mercados accionarios”, denuncia que “el BCE no será un prestamista de última instancia efectivo”, o sea no podrá salir a rescatar a bancos o empresas en quiebra. “Este no es un problema hipotético”, dice Sachs. “El sector bancario europeo ya está más debilitado de lo que parece (…) Las presiones competitivas sobre los bancos del continente como resultado de la unión monetaria casi seguramente (…) empujarán a los bancos más debilitados a la quiebra”. O sea que la hibridez de funciones entre los bancos centrales nacionales y el europeo amenaza con provocar la bancarrota de los… especuladores más débiles. De ahí que, según Sachs, “el Banco Central Europeo es el lado flaco de la unión”.


Consecuente con todas las posiciones expuestas, en una reunión que tuvo con el PC francés, “la delegación de la LCR propuso que las fuerzas de izquierda que rechazan sacrificar todo en el altar de los mercados financieros unan sus esfuerzos (…) La LCR… apunta a romper radicalmente con la camisa de fuerza de Maastricht… al que se someten todos los gobiernos, comenzando por el de Jospin” (16/6). Una semana más tarde, en la expectativa de un acuerdo electoral con el PC, la LCR seguía reclamando “‘rupturas’ con la manera en que el gobierno de Lionel Jospin acompaña (…) el modelo social y político…” (Rouge, 2/7).


Es decir que, para quienes se reivindican del trotskismo francés, de lo que se trata es de ‘acompañar (…) el modelo’ de otra manera (‘my way’, diría Sinatra). ¿Romper con el gobierno? No. ¿Romper con la burguesía? Tampoco. ¿Entonces, saben con qué? Romper con el modo de usar (‘mode d’emploi’, como se lee en los medicamentos del ‘Hexágono’).


¿Y la restauración del capitalismo?


Encima de todo esto, hay otra cosa más relevante aún, si esto todavía fuera posible. Ni en el programa de la unión electoral Lucha Obrera-LCR, ni en la propaganda diaria, los trostskistas franceses aclaran cómo debe entenderse su propuesta de una “Europa democrática” frente a la política de extender la Comunidad Europea hacia el este, incluso Ucrania, Rusia y los países bálticos. Una “Europa democrática” extendida no sería otra cosa que la consumación definitiva de la restauración capitalista en todos esos Estados, la cual hoy se encuentra en una crisis brutal. ¿Aquí también el problema es la ‘especulación’? En tal caso, se estaría reivindicando directamente la restauración del capitalismo. La negativa a plantear los Estados Unidos Socialistas de Europa, tanto por parte de la Liga como por parte de Lucha Obrera, significa un aval a la restauración capitalista, la cual es en definitiva la cuestión central y decisiva que tiene que ver con la Unión Europea desde la caída del Muro de Berlín.


El objetivo estratégico es éste, precisamente, la restauración del capitalismo, y es esto precisamente lo que no plantean para nada quienes se reivindican del trotskismo, y peor, sí plantean una “Europa democrática” que no puede ser sino imperialista y contrarrevolucionaria.