El PT, la Iglesia y una masacre de campesinos

“Los resultados de las autopsias realizadas a los muertos del choque entre la Policía Militar y campesinos en Corumbiara (Estado de Rondonia) evidencian, con detalles repletos de crueldad, la existencia de una abominable masacre policial. Los tiros en la nuca y en las espaldas, las varias perforaciones en un solo cuerpo y la desfiguración de los rostros revelan que, más que un típico enfrentamiento, hubo una cobarde ejecución de campesinos que ya estaban dominados por la policía”. No es un diario “de izquierda” sino alguien insospechable de animosidad con la policía —uno de los órganos fundamentales de la burguesía brasileña, la Folha de Sao Paulo, 26/8— quien se refiere en estos términos a la carnicería perpetrada cuando la Policía Militar procedió a “desalojar” a 600 familias de campesinos sin tierra que habían ocupado la hacienda de Santa Elina, buscando una parcela donde asentar a sus familias (ver PO Nº 462, 29/8). La matanza de Santa Elina es la mayor masacre de campesinos en la historia de Brasil.


Los muertos superan la treintena ... pero el número final de víctimas se desconoce porque, todavía, muchos de los ocupantes revistan como “desaparecidos”. Hay denuncias de que la policía enterró en fosas comunes y en secreto, en medio de la selva, a decenas de campesinos. Otros fueron arrojados a los ríos.


Este es el retrato repugnante de la dictadura y del régimen de guerra civil contra los explotados del campo que encubre la “democracia” brasileña.


El papel del Movimiento de los Sin Tierra y de la Iglesia “progresista”


El terrateniente propietario de las tierras ocupadas “es conocido por su truculencia y por el sistemático uso de pistoleros en la región. Meses atrás, envió una carta al presidente del Sindicato de trabajadores rurales de Corumbiara afirmando que su sueño sería ‘poder comer sus orejas en San Pablo’ (donde reside) ... La vinculación del juez (que ordenó el desalojo)  con los latifundistas es un hecho notorio en la región” (declaración del Movimiento Sin Tierra).


A pesar de estos “antecedentes”, el Movimiento Sin Tierras –ligado al PT– no apoyó la ocupación porque ésta se habría llevado a cabo “sin el apoyo de las entidades y con la dirección de personas que están alejadas de la organización” (declaración del MST del 14/7). La Iglesia “progresista” de la región tampoco apoyó la ocupación: “elementos irresponsables llevaron a centenares de familias hacia esa aventura desesperada ...” (declaración de los obispos de la región, Jornal do Brasil, 11/8). En consecuencia, “los 700 trabajadores rurales promovieron la ocupación en un movimiento aislado. No tenían el apoyo de la mayoría de los líderes rurales del Estado, que eran contrarios a la ocupación, y ni siquiera de la Iglesia Católica, que acostumbra respaldar estos movimientos, aunque con menos energía de lo que se imagina” (Veja, 16/8).


La conducta de la dirección del Movimiento Sin Tierra (y de la Iglesia “progresista”, cuya “influencia” en la dirección del PT y del Movimiento Sin Tierra es enorme),  colocó a los trabajadores ocupantes en una situación de total aislamiento, lo que facilitó la represión y la masacre.


La responsabilidad del PT


Valdir Raupp, gobernador del Estado de Rondonia, justificó la represión argumentando que “la violencia vino del otro lado” y anunció que mantendrá inalterada a la cúpula de la Policía Militar responsable de la carnicería (Isto é, 16/8).


Este cómplice y encubridor de los asesinos fue elegido con los votos del PT, cuyos principales dirigentes del Estado de Rondonia integraban su gabinete en ministerios tan decisivos y  relevantes como Planeamiento y (¡nada menos!) Agricultura. Valldir Raupp, del PMDB, recibió el voto del PT, que lo calificó como “progresista”: “hicimos una alianza en la elección para democratizar el Estado”, declara todavía hoy Eduardo Valverde, presidente estadual del PT de Rondonia (Diario Popular, 14/8).


La masacre es, por lo tanto, una violenta requisitoria contra la política oficial del PT, ya que los dirigentes de Rondonia se limitaron a seguir al pie de la letra la política dictada por su Dirección Nacional: montar “frentes populares” con los burgueses “progresistas” e integrarse a sus gabinetes. Los campesinos sin tierra están pagando con su sangre la política criminal de la dirección del PT.


El PT tiene responsabilidad política en la matanza porque elevó al gobierno al masacrador e integró su gobierno hasta la matanza. El apresurado y silencioso retiro de algunos de los representantes petistas del gabinete no cambia este hecho fundamental ... sin decir que la mayoría de los funcionarios petistas que detentaban puestos en el gobierno prefirió renunciar al partido antes que a los privilegios oficiales.


Preparan nuevas masacres


“Santa Elina es apenas un nombre más en la extensa lista de tragedias que acompañan la lucha por la tierra en el Brasil” (Isto é, 16/8): en los últimos diez años fueron asesinados más de 1.000 campesinos, dirigentes sindicales y abogados por la policía o las bandas armadas de los terratenientes.


La masacre de Santa Elina es un intento de contener el movimiento de los sin tierra, que está en ascenso y que engloba a cada vez más trabajadores. Pocos días después de la matanza de Rondonia, 900 familias —varios miles de campesinos— ocuparon varias haciendas en el Estado de San Pablo. Según el propio Movimiento Sin Tierras, las ocupaciones aumentan como consecuencia de la desocupación que golpea a los trabajadores del campo de las pequeñas ciudades y pueblos del interior del Brasil (Gazeta Mercantil, 31/8).


“Santa Elina, sin embargo —continúa Isto é (16/8)—, no será el último nombre de la lista de tragedias: hay conflictos anunciados entre los campesinos y la policía en Pará, Pernambuco, Piauí y San Pablo, amén de otras regiones de Rondonia” y los terratenientes reclaman una política de exterminio de los sin tierra: el diario de los financistas brasileños recuerda que “los hacendados se quejan que la policía actúa con negligencia” (Gazeta Mercantil, 31/8) ...


Frente a la movilización creciente de las masas desposeídas por la tierra, los terratenientes y sus gendarmes preparan nuevas masacres de trabajadores.