El reaccionario acuerdo entre Israel y Emiratos Árabes Unidos

Firmado el jueves 13 de agosto, el “Acuerdo de Abraham” convirtió a los Emiratos Árabes Unidos (EAU) en la tercera nación árabe en tener vínculos diplomáticos con Israel y en el primer país del Golfo Pérsico en hacerlo. Estamos ante una puñalada más de las burguesías árabes a la causa palestina que prosigue la senda inaugurada por el acuerdo de paz entre Egipto e Israel de 1979, y continuada más tarde con el tratado establecido entre Israel y Jordania en 1994.

Los Emiratos marchan hacia una profundización de sus lazos con el sionismo. Se trata de un país absolutamente reaccionario, alineado al imperialismo yanqui, con bases militares de ese país en su territorio y que ha desplegado -al igual que Arabia Saudita- tropas de ocupación en Yemen. Allí, la invasión para vencer a las milicias hutíes ha profundizado una guerra que ya dejó más de 100 mil muertos.

Para defender el acuerdo, los EAU aseguran que a cambio han logrado que Israel frene el plan de anexión sobre Cisjordania (“acuerdo del siglo”), pero esto es solo un burdo intento por justificarse, dado que ese plan ya había sido pospuesto por el gobierno israelí debido al desmadre del Covid-19 en Israel, la crisis política en ese país y el insuficiente apoyo internacional.

El secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo encabezó un tour por Medio Oriente con el objetivo de obtener adhesiones en apoyo al acuerdo entre Israel y los EAU y, simultáneamente, para avanzar en el cerco contra Irán y evitar la penetración china en la región. La movida generó la expectativa de que otros países siguieran el camino emprendido por los Emiratos, pero los dos países que sonaban para ello -Sudán y el pequeño reinado de Baréin- se excusaron. El premier israelí Benjamin Netanyahu, sin embargo, asegura que ha mantenido conversaciones reservadas con varios mandatarios árabes en esta perspectiva. Con este acuerdo espera ganar un poco de aire para compensar sus problemas domésticos.

Hay que mencionar además que el acuerdo ha sido saludado por el Egipto de Al-Sisi y de la misma manera por la ONU y la Unión Europea (UE), ambos con el falso argumento de un supuesto advenimiento de la “estabilidad regional”. Otros actores como Turquía, por ejemplo, lo han rechazado.

EAU, Israel, Irán

El acuerdo Israel-EAU establece vínculos en materia económica, de seguridad y telecomunicaciones. Algunos analistas caracterizan que en realidad se lo ha empleado como un vehículo para sacar a la luz relaciones comerciales que existían con anterioridad, y citan como ejemplo la relación de diversas empresas israelíes en el desarrollo de sistemas de seguridad en los EAU, o la existencia de oficinas oriundas de Israel en la Agencia Internacional de Energía Renovable en Abu Dabi (capital de los EAU).

Un punto explosivo en derredor del acuerdo consiste en que de aprobarse los EAU podrían adquirir de parte de Estados Unidos aviones de combate F-35 y aeronaves no tripuladas armadas Reaper, los primeros hasta el momento vetados por Israel a todos aquellos países con los que no mantiene relaciones, lo que significó la mantención de una supremacía militar israelí en la región. Por eso no resulta nada extraño que Irán, a través de su presidente, Hasán Rohaní, haya calificado como un “gran error” la apuesta emiratí de afianzar lazos con el régimen sionista. Incluso el periódico iraní Kayhan, cuya orientación está en línea política directa del Líder Supremo ayatolá, Alí Jamenei, ha dicho que los Emiratos “se convirtieron en un objetivo legítimo para las fuerzas proiraníes” (DW, 16/8). Por su lado, los EAU denunciaron el discurso de Rohaní tildándolo de “inaceptable y provocador”. Es decir que el acuerdo no es un paso hacia una mayor estabilidad regional, como dice la Unión Europea, sino un elemento más de las crecientes tensiones en la zona. Cabe señalar aquí que Pompeo, en un discurso reciente para la Convención Republicana desde Jerusalén, hizo gala de sus bravuconadas reivindicando el asesinato del general Soleimani, la ruptura unilateral del pacto con Irán y anticipó un recrudecimiento de las sanciones contra ese país.

A su vez, es evidente que el rechazo y apoyo de Turquía y Egipto, respectivamente, responden en última instancia a intereses y divisiones en torno a determinadas arenas del escenario político mundial. Podría decirse que Egipto y los EAU gozan de buenas relaciones, pues estos últimos fungieron como respaldo económico de la dictadura de Al-Sisi, y al día de hoy, en el terreno bélico de Libia, se encuentran apoyando al bloque del mariscal Jalifa Haftar en el este y sur del país en su batalla contra el bloque de Trípoli comandado por Fayez Al-Sarraj, el cual es secundado por Turquía. Se debe agregar que Erdoğan permite a los Hermanos Musulmanes, cuyo gobierno fue derrocado por el golpe militar encabezado por Al-Sisi en 2013, refugiarse en Turquía. En relación con el presidente turco, éste ha reaccionado al acuerdo Israel-EAU tanteando la idea de suspender los acuerdos diplomáticos con Emiratos Árabes, o de retirar a su embajador de la capital emiratí. Sin embargo, es preciso marcar que el gobierno de Erdogan mantiene lazos diplomáticos y un tratado de libre comercio con Israel. Muchos gobiernos de la región hacen demagogia con la causa palestina, mientras sostienen vínculos con el sionismo.

Es necesario el más amplio repudio al acuerdo de los Emiratos con Israel y a la posibilidad de nuevos acuerdos. Al militarismo y la barbarie del sionismo, el imperialismo y las burguesías árabes, le oponemos la lucha por la derrota del Estado sionista y por una federación socialista de Medio Oriente.

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