Internacionales
4/9/2020
El régimen bonapartista de Putin, la restauración capitalista y la lucha por un partido revolucionario de la clase obrera
Acerca del programa y estrategia de la OKP (Partido Comunista de los trabajadores de Rusia).
Estatua de Lenin junto a la bandera rusa en Bakhchysarai, Crimea.
La disolución de la URSS en 1991 ha desembocado en un régimen bonapartista, liderado por Vladimir Putin desde hace veintiún años. La sustitución de Boris Yeltsin por parte de Putin ha venido a cumplir el papel de impedir la disolución nacional a partir de un proceso de privatización anárquica. Su función ha sido la de garantizar la restauración capitalista en forma “ordenada”. En ese sentido Putin ha jugado y juega el rol de Bonaparte, circunstancia que le ha permitido ganar autoridad entre las fracciones en pugna. Su rol ha sido el de arbitrar entre las fracciones mafiosas que pujan por apoderarse de la propiedad estatal de la época soviética. La oposición liberal a Putin actúa solo en función de reclamar mayor profundidad en referencia a las medidas restauracionistas, en el contexto de un creciente desmantelamiento de la infraestructura técnica e industrial. La economía de la Federación Rusa se ha debilitado de un modo progresivo e ininterrumpido. La misma se sostiene esencialmente en la explotación gasífera y petrolera y su exportación, que en el cuadro de la guerra comercial mundial y de las sanciones norteamericanas ha agravado su declive. Rusia crece entre un 1,5% y un 2% anual, pero necesita para recuperarse de un crecimiento anual del 6%.La pandemia del coronavirus no ha hecho más que agravar la situación desde el punto de vista de una caída de su PBI drástica y la magnitud que ha alcanzado: más de un millón de casos, lo cual revela la inoperancia de la casta bonapartista gobernante y su desesperación por la recesión inminente, que ha hecho que no tomara medidas de aislamiento manteniendo el funcionamiento de las empresas, decidiendo una relativa cuarentena tardíamente. Es que se pronostica una caída del 6% del producto bruto debido a la pandemia y a la caída del precio del petróleo, ya que la venta del mismo caerá a 250 mil millones de dólares frente a los 419 mil millones del 2019.
La grave situación descripta ha llevado a la dirección bonapartista del Estado ruso a desarrollar una ofensiva contra las masas aumentando (ya antes de la pandemia) la edad jubilatoria y atacando las libertades democráticas mediante la persecución policial, el encarcelamiento de opositores, la persecución de la homosexualidad, incluyendo una legislación que la proscribe y la prohibición de candidatos independientes, como así también ataques a toda clase de reivindicaciones de los trabajadores. En rigor, el ataque a las libertades políticas que reclaman los liberales, es un tiro por elevación contra la clase obrera que también ha desarrollado y desarrolla un curso de luchas en varias regiones de la Federación Rusa.
La privatización de las empresas estatales es paulatina, pero marcha a paso firme, e indica la tendencia a la restauración capitalista. En el último lustro se han rematado acciones de algunas muy importantes como la ferroviaria R2D, AIROSA (minera), Banco VTB, astilleros SOVCOMFLOT, Aeroflot, Rostelcom, y de las petroleras Bashneft y Rosneft (20% de las acciones). También en el último lustro han tenido lugar huelgas y movilizaciones en forma creciente por deudas salariales en diversos gremios, entre los cuales se destacan la huelga minera de Gukovo, y la gran huelga estatal de 2019 cumplida por cuatro millones de trabajadores, de los cuales dos millones fueron parte de masivas movilizaciones. Es que el salario mensual promedio de los trabajadores de la Federación Rusa es de 245 dólares, pero aun menor es el de los empleados públicos que alcanza la miseria de 125 dólares. El bajo nivel salarial se ha agravado como fruto de la devaluación del rublo. Un fenómeno corriente, al que lleva la miseria salarial, es el endeudamiento bancario de los trabajadores rusos, que desemboca en situaciones desesperantes, en especial en los meses de pandemia en los que el pago de las deudas hipotecarias resulta inviable.
El Partido Comunista y sus desprendimientos
La principal oposición a Putin es el Partido Comunista de la Federación Rusa, cuyo dirigente máximo es Guenadi Ziuganov, cuyo origen político es el Movimiento Nacional Patriótico Ruso. Es el segundo partido más importante numéricamente. Desde el gobierno de Yeltsin hasta hoy ha tenido un importante porcentaje electoral con altibajos, con triunfos en algunas regiones de la federación. Se trata de un partido stalinista, crítico de la glasnost y la perestroika con posiciones nacionalistas gran rusas, que actúa habitualmente de consejero del gobierno de Putin con quien sostiene con frecuencia reuniones. Esto lo ha llevado a no participar de prácticamente en ninguna movilización contra el régimen bonapartista, excepto las llevadas adelante contra la reforma jubilatoria. Recientemente, su líder, Ziuganov, realizó declaraciones, luego de una reunión con Putin, en las que puso énfasis en la lucha contra el terrorismo internacional, colocándose en el campo del imperialismo.
Como resultado de la orientación reaccionaria social-patriota del Partido Comunista de la Federación Rusa y de la presión objetiva constituida por las movilizaciones democráticas del pueblo ruso, de los ataques a las masas y las huelgas obreras, el PC de la Federación Rusa ha sufrido diversas rupturas hacia la izquierda, en la medida que tienen la pretensión declarada de poner fin al régimen restauracionista de la burocracia y ser una expresión de las masas en lucha. Entre ellas podemos señalar al OKP (Partido Comunista de los trabajadores de Rusia). Se oponen al gobierno bonapartista y lo caracterizan como vehículo de la restauración capitalista. Otro aspecto de su programa que cabría poner de relieve es su reivindicación de la dictadura del proletariado.
El lV pleno del comité central de la OKP realizado el 29 de junio de 2020 ha criticado el referéndum por la reforma constitucional convocada por Putin como un intento de conservación del absolutismo presidencial y del despilfarro masivo de la propiedad pública, como así también de la finalidad de Putin de perpetuarse en el poder mediante su reelección como jefe de Estado o a la cabeza del Consejo de Estado. En las consideraciones de la declaración política votada por dicho pleno realizan un ataque a Putin en virtud de que “en los últimos treinta años han desmantelado los restos del estado social, privado al pueblo de recursos naturales, educación y medicina gratuita y una vejez digna”. La conclusión a la que han arribado es que “el sistema está agotado y no puede ser revisado”. Su análisis, no obstante, tiene características contradictorias: “sin un movimiento consciente y constante del país hacia una verdadera democracia al estilo soviético y el retorno a la propiedad del pueblo, simplemente no se puede hablar de ningún mundo social, estabilidad y prosperidad en Rusia”. Concluyen con un programa en el que reivindican la constitución soviética. El programa de marras señala lo siguiente: “no a la prolongación del capitalismo en Rusia. No a la dictadura burguesa. Sí a la democracia de los trabajadores. No a la autocracia presidencial y del consejo de Estado. Sí a los soviets de los trabajadores y a la constitución soviética”.
Hay una defensa del poder obrero. Sin embargo, este planteo entra en choque con la reivindicación de la constitución soviética, que ratifica el programa votado por el OKP en su congreso de hace dos años que no logra superar las ataduras al pasado histórico de la burocracia de la ex URSS, y su estrategia -no nos consta ninguna reflexión crítica al respecto. No nos debemos olvidar que el régimen soviético, bajo el periodo estalinista, es una negación de la democracia obrera. Si bien los soviets siguieron existiendo formalmente en la primera etapa de la degeneración burocrática, estaban vaciados y eran órganos títeres de la dictadura burocrática. La constitución soviética institucionaliza esta expropiación de la clase obrera del poder político. La constitución de 1936 es defendida en el texto votado en el segundo congreso de la OKP, cuando se hacía en medio de los procesos de Moscú contra la vieja guardia bolchevique y sancionaba jurídicamente la liquidación de los soviets para terminar también en el terreno formal con la supremacía de la clase obrera en las decisiones del Estado obrero, ya hundidos antes por la represión termidoriana, para dar paso al sufragio secreto, con la finalidad de disimular el terror del régimen de la KGB.
Socialismo y democracia
El OKP reivindica el socialismo con democracia, pero a nadie se le escapa que esta fórmula es la que enarboló la propia burocracia bajo la era Gorbachov como envoltura para un giro más abierto hacia la restauración capitalista frente al creciente impasse que enfrentaba el régimen soviético. Democracia y socialismo son términos antagónicos, ya que la democracia es una de las formas que adopta el Estado capitalista, sosteniendo todo su equipo de funcionarios y las fuerzas armadas para defender la propiedad privada de los medios de producción.
Que la burocracia tenía perfectamente en claro su objetivo estratégico, lo revela el planteo de Gorbachov de establecer un ‘Estado socialista de derecho’. Prensa Obrera explicó entonces que “el derecho es un regulador de las diferencias y antagonismos sociales en tanto que el socialismo es la progresiva desaparición de todo antagonismo social. En realidad, al hablar de ‘derecho’, Gorbachov pone de relieve la tendencia de la burocracia a asegurar sus privilegios sociales, que ya no consigue mantener por medio de la arbitrariedad, sobre la base más sólida de la propiedad… El derecho es un producto histórico de la producción mercantil, es entonces natural que la burocracia lo tenga en cuenta a la hora de desmantelar el monopolio del comercio exterior y la planificación económica. Hay que fijar los derechos privados de los productores y los consumidores y el reparto del producto entre los primeros. Lo que ha sido presentado como un paso hacia la democracia política es, en realidad, un planteo de liquidación de las conquistas sociales de las masas de la URSS” (Prensa Obrera n° 234. 20/7/86).
Esta conjunción entre socialismo y democracia fue el emblema del eurocomunismo y hasta de corrientes de la izquierda más radical que se plegaron a estos planteos.
Se trata de una deriva democratizante, que encarna una profunda adaptación al orden capitalista mundial La democracia es presentada como el marco del socialismo cuando el proceso es exactamente el opuesto: el punto de partida de la transición hacia el socialismo es la destrucción del Estado capitalista, aún el más democrático. Lo que está planteado en el ex espacio soviético ya no es sólo una revolución política sino social, ya que las bases del ex Estado obrero han sido sustituidas crecientemente por relaciones sociales capitalistas. La lucha por la expulsión de la burocracia va unida a la lucha por la expropiación de los oligarcas, la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía y la gestión obrera y, sobre estas bases sociales, la instauración de un Estado obrero revolucionario y una república soviética.
El OKP, en cambio, plantea ambiguamente como salida el “poder popular en el camino hacia el desarrollo socialista”. Pero no se queda en eso pues intenta plasmarla en un planteo político concreto cuando reclama “la abolición de la presidencia y la transición a una forma parlamentaria de gobierno”. El OKP solo ve una disyuntiva entre dos variantes del régimen imperante, en momentos en que Putin trata de perpetuarse con una reforma constitucional que le dé todo el poder al Consejo de Estado del cual él es integrante, por ser el presidente. Pero ¿de dónde ha sacado el OKP que el régimen parlamentario sería un paso progresivo para la clase obrera en su lucha contra la restauración capitalista en curso? Porque una cosa es intervenir en el parlamento burgués como una forma de lucha clasista para preparar a los trabajadores hacia la lucha por el gobierno obrero y otra es reivindicar el parlamentarismo. Bien mirado, este planteo se alinea con los sectores de la burguesía liberal más restauracionista de la Federación Rusa.
Añaden planteos concomitantes con este, que nada tienen que ver con la perspectiva de la dictadura del proletariado. Son apenas caricaturas de un planteo soviético: “transferir la gestión regional a manos de órganos representativos elegidos democráticamente por los súbditos (¡¡¡¡) de la Federación Rusa”. No forma parte de un planteo de lucha porque no está dirigido a enfrentar al Estado, sino a reformarlo con parches organizativos que lo harían menos despótico. Una ilusión democratizante. Esto no tiene ninguna relación con un planteo soviético, en la medida en que los soviets son la expresión de la lucha de los explotados, órganos de poder dual cuya finalidad es expulsar del poder a la burguesía destruyendo su Estado. Todos los planteos tienen el mismo sentido: “control del pueblo real sobre los funcionarios”. Esta es una formulación que no tiene contenido porque el pueblo está dividido en clases ¿qué clase social ejercería el poder? ¿La clase obrera o la nueva burguesía? Podría entenderse esto como una reacción empírica contra la burocracia, que pretende acotar su poder omnímodo en el Estado ruso y durante todo el pasado histórico estalinista sobre el cual es imprescindible sacar todas las conclusiones para abordar la tarea de la construcción de un partido obrero revolucionario. Eso sí, están ausente consignas vitales desde el punto de vista de su función de enfrentamiento y lucha contra el Estado dirigido por Putin, sus funcionarios restauracionistas y las mafias que se disputan el botín. Estas son la apertura de los libros de las empresas y el control obrero sobre las mismas ya que empujan al proletariado ruso a organizarse con independencia del régimen para derrotarlo. Ni qué hablar de la lucha y la reivindicación de sindicatos independientes cuando los mismos están totalmente integrados al Estado. Tienen apenas un planteo genérico que es democracia directa en las empresas. Algo muy laxo para ser una guía para la acción de los trabajadores que pretenden organizarse contra el régimen restauracionista. Esto se constata en una de las afirmaciones del texto del segundo congreso de la OKP cuando sostienen que los trabajadores “cuentan con los suficientes medios de lucha pacíficos para garantizar sus intereses”. Esto refuerza los planteos parlamentaristas y de transformación interna del régimen imperante que caracteriza al documento presentado.
Socialismo en un solo país versus internacionalismo
El planteo de la OKP se identifica con la idea del “socialismo en un solo país”, una política reñida con el leninismo, que en definitiva llevó a la URSS a su destrucción como Estado obrero y al actual proceso de restauración, cuestión que combate la OKP, pero sobre la cual no ha extraído las conclusiones correspondientes.
El OKP defiende aspectos de la política exterior de Putin pero la política exterior no es más que una prolongación de la política interna. La élite gobernante apunta a un compromiso con el imperialismo, en el marco de la restauración capitalista. La intervención del Kremlin en los conflictos en Medio Oriente, Ucrania e incluso en Venezuela son utilizados como moneda de cambio y prendas de negociación en sus tironeos y negociaciones con las potencias capitalistas. Y no nos debe sorprender que termine soltándole la mano a sus actuales aliados, como el régimen sirio o el venezolano en función de esas tratativas.
Nosotros, el Partido Obrero, no colocamos un signo igual ente naciones opresoras y oprimidas. Defendemos a los países de la periferia contra el imperialismo y sus ataques. En este sentido, defendemos a Venezuela contra la escalda yanqui y la conspiración golpista y nos empeñamos en derrotarla pero sin brindarle apoyo político al gobierno de Maduro que viene conduciendo a su pueblo a un callejón sin salida, sometiéndolo a penurias inauditas, a una regimentación de las organizaciones obreras y populares y una persecución de toda iniciativa independiente.
El destino del ex espacio soviético y su regreso a una senda revolucionaria depende no sólo de la lucha de clases interna sino, como nunca, de la lucha de clases internacional. El gran aliado de los trabajadores rusos es la clase obrera mundial y su presente y futuro depende de la victorias que ésta vaya obteniendo contra sus burguesías en cada país. En definitiva, del progreso de la revolución proletaria mundial.
No es la estrategia internacional que prevalece en la OKP que no se orienta a la recreación de una internacional sino a estrechar sus acercamientos con gobiernos y formaciones políticas burguesas a las cual se las cataloga “progresistas”. En teste marco, debe ubicarse la presencia de un representante del PSUV venezolano (partido oficial de gobierno) en su congreso.
El OKP está atado al pasado estalinista y carece de un balance superador. Reivindican correctamente la guerra patriótica soviética pero omiten el pacto Molotov-Von Ribbentrop (Hitler-Stalin), que no fue simplemente una táctica para ganar tiempo ante la ofensiva hitleriana (a semejanza de la paz de Brest Litovsk), sino que se hizo en secreto, y calificando a Hitler como el líder de las masas alemanas, haciendo caso omiso a las advertencias del servicio de espionaje soviético sobre la inminencia de la invasión del ejército imperialista alemán. No hacen mención a la etapa del tercer período y de los frentes populares, que pavimentaron el ascenso de Hitler al poder y la derrota de la revolución española, como así también el pacto de Yalta que dio lugar a la entrega del poder a la burguesía en Francia e Italia, estrangulando sus revoluciones, y la masacre de los revolucionarios griegos a manos de la flota británica junto el estrangulamiento de las revoluciones en los países del este, y a la división de Alemania como parte de ese mismo proceso. Toda esa etapa histórica que se caracterizó por el hundimiento de la revolución en Europa como resultado de la acción consciente del termidor staliniano.
No hay ninguna denuncia tampoco a las invasiones del ejército soviético para aplastar las revoluciones políticas de los proletariados checo, polaco, húngaro y germano oriental, y menos la reivindicación de esos levantamientos como parte de la lucha por la revolución mundial. La OKP reivindica la industrialización de la URSS, lo cual es resaltado, muy probablemente, como contrapunto a la destrucción de la industria en el actual período restauracioncita, pero se omite su naturaleza deformada y burocrática y el stajanovismo vinculado a la opresión staliniana. Tomado de conjunto, no asimilar críticamente esta etapa es desde luego un gran escollo en la construcción de un partido obrero revolucionario bolchevique.
Lo que está planteado no es el retorno a un pasado estalinista, por otra parte, sepultado por la historia, cuyo fracaso y colapso está a la vista, sino retomar los hilos de la revolución de octubre, abriendo paso a la dictadura del proletariado y a una reconstitución revolucionaria de los soviets. Y esto pone al rojo vivo la batalla por la puesta nuevamente en pie de una internacional revolucionaria, la Cuarta Internacional.
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