Internacionales

13/11/2019

El rol cómplice de los medios frente al golpe en Bolivia

En línea con lo que ha sido su posición oficial, el gobierno argentino se dio una política para que los medios públicos disimulen la existencia de un golpe de Estado en Bolivia. En el caso de Radio Nacional, por ejemplo, según denunció su Comisión Interna, una de las jefas del servicio informativo bajó la orden de “dejar de usar la expresión golpe de Estado”, lo que mereció el repudio de una asamblea de trabajadores. En la agencia pública Télam, en tanto, la Comisión Interna emitió un comunicado en que advierte a las autoridades contra cualquier intento de abordar la cuestión “con indiferencias, eufemismos o citas indirectas”, y exhorta a llamar a las cosas por su nombre.


En consonancia con esta línea del gobierno, los grandes medios se rehusaron calificar el reclamo abierto del jefe de las Fuerzas Armadas y la policía a que Evo Morales renuncie y el accionar de bandas fascistas como un golpe de Estado. El editorial de Clarín del lunes arranca con un notable ejercicio de cinismo: “según quien opine, lo de Bolivia es golpe de Estado o no lo es. Con el lenguaje se puede sostener lo que cada cual quiera”. ¡Claro!, Clarín es experto en esos menesteres. El asunto es que el “según quien opine” se va transformando en una toma de posición. “El informe de la OEA fue lapidario”, dice el artículo. Pero ha sido en realidad tan poco lapidario que ni siquiera se atreve a confirmar la existencia de un fraude electoral. Si, para el editorialista, el informe de la OEA es “lapidario”, Morales quiere “perpetuarse” en el poder, y el accionar de los comités cívicos es una “pueblada”, a la hora de calificar el comportamiento militar la contundencia desaparece. Los militares, sencillamente, “están en el medio” (!) de todo ese torbellino. El jefe del Ejército en realidad “apeló a un artículo de la Constitución según el cual frente a ‘situaciones conflictivas internas o externas’ puede ‘sugerir ante quien corresponda las soluciones apropiadas’”. Eufemismos para convalidar el golpe.


En un sentido similar se ubicó el diario La Nación ese mismo lunes, que también eludió el concepto “golpe de Estado” y tituló en su tapa “Vacío de poder en Bolivia: presionado por el Ejército, renunció Evo Morales”. Esto desató una respuesta pública de la Comisión Interna del matutino, como había hecho ya en ocasión de los nefastos editoriales en defensa del 2×1 a los genocidas y de apología a que las niñas violadas continúen su embarazo. “No hay otro nombre para lo que ocurre allí [en Bolivia]. Fuerzas Armadas, Policía, sectores de la población opositores al gobierno, obligaron al presidente a renunciar en un marco creciente de violencia ejercida hacia su entorno y hacia los seguidores del partido de gobierno. Eso, bien lo sabemos los argentinos, se llama GOLPE DE ESTADO”, dice el comunicado.


El martes, La Nación publicó su postura editorial en el artículo “La encrucijada boliviana”. Aunque se ve obligado, por lo burdo del operativo golpista, a considerar “inadmisible” que las Fuerzas Armadas reclamen la renuncia de Morales, todo el artículo es un intento de justificar esa operación. “Morales ha caído por el peso de sus propios errores”, “fue presa de su propio autoritarismo, contra el cual se alzó una muy importante porción de la ciudadanía que no se resignó ante el intento de vulnerar su derecho a tener elecciones libres y limpias”. En el mundo del revés de La Nación, las bandas fascistas de Fernando “macho” Camacho, que secuestraron a familiares de ministros para obligarlos a renunciar, se transforman en estandartes de la democracia. El editorial mitrista es una reincidencia, si recordamos el apoyo al golpe genocida de 1976 en Argentina. Cuando se radicaliza la lucha de clases, abandona la fraseología democrática para justificar los cuartelazos.


Infobae no siguió un camino diferente. Evo Morales renuncia "cercado por el informe de la OEA", que -al igual que para Clarín- resulta "demoledor" (10/11). Tampoco hay  golpe, el "izquierdista" Morales y su vice Alvaro García Linera renuncian "en medio de masivas protestas y motines policiales", dejando la falsa impresión de un levantamiento popular. Su subdirector para América habla de una "crisis autoinfllingida" (10/11). La Policía boliviana se prepara "ante una nueva ola de violencia promovida por seguidores de Evo Morales" (11/11). La fuente: los servicios de inteligencia policiales (!). La expresión golpe de Estado sólo aparece dos veces a lo largo de decenas de titulares agrupados bajo el hasthtag crisis-en-Bolivia. Una de ellas, para negarlo, a raíz de un informe de la ONU. La otra, entrecomillada, cuando el tema se discute en el Congreso.


El intento de ocultamiento de que se trata de un golpe de Estado baja desde el corazón del imperialismo y pone en evidencia al gobierno argentino, ya que se han difundido denuncias de su colaboración con la organización del golpe desde sedes diplomáticas argentinas en Santa Cruz de la Sierra. El martes se difundió a través de la red social Twitter que el hagstag #BoliviaNoHayGolpe, a traves de cuentas truchas (bots, con 0 o 1 seguidor y creadas solamente para multiplicar la difusión de la frase) se habría impulsado desde el Estado de Virginia, en Estados Unidos, lugar donde tiene su sede la CIA. El imperialismo y los gobiernos regionales derechistas encubren el accionar de las Fuerzas Armadas y las bandas fascistas para vestir de democrático el golpe de Estado que busca aplastar al pueblo boliviano. 


A contramano de la línea editorial, valientes cronistas de numerosos medios nos han permitido seguir el desenvolvimiento de los hechos. Más aún, los trabajadores y el pueblo boliviano se las han ingeniado para burlar el bloqueo mediático a través de impactantes videos y partes informativos que circulan por redes sociales.


El golpe de Estado puede ser derrotado. Apoyemos la lucha del pueblo boliviano e impulsemos acciones en todo el continente contra el golpe en Bolivia. Luchemos para que la que se escuche sea la voz de la clase obrera y el pueblo indígena y campesino de Bolivia y toda Latinoamérica.