El “Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional” y su integración al gobierno de Lula

La dirección del [XV] Congreso [del SU] se vio obligada – no estaba previsto inicialmente – a abrir un debate sobre la política de la sección brasileña del SU (la “Democracia Socialista”-DS) después de la constitución del gobierno Lula, el que nombró un dirigente de la DS-SU (Miguel Rossetto) en el estratégico Ministerio de Desarrollo Agrario, justamente en el país que se transformó en símbolo mundial de la lucha campesina por la tierra. En otro documento del congreso, “Ecología y Socialismo”, se definió que la ecología “es inseparable de la lucha por una reforma agraria radical, contra el monopolio latifundista de la propiedad agrícola, y por la redistribución de la tierra”. Qué oportunidad, por lo tanto, la de ocupar ese ministerio estratégico en un gobierno que, según los dirigentes de la DS, “no es apenas un simple cambio de gobierno, pues puede consolidar un cambio de bloques políticos y sociales en el gobierno” (Carlos H. Arabe y Joaquim Soriano. Novo tempo, nosso tempo, Teoria e Debate N° 52, São Paulo, enero/febrero 2003), o sea (algo así como) una revolución.


Pues bien, inicialmente “el ministro Miguel Rossetto admitió que el gobierno deseaba derogar la MP (decreto ley) de Fernando Henrique Cardoso que prohíbe al Incra (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria) revisar por dos años tierras invadidas [por los sin tierra, con vistas a su expropiación]. ‘Tenemos posición contraria a varios artículos de la MP’, dijo el ministro (que) se declaró admirador del MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra)” ( Folha de S. Paulo, 16/3).


Bastaron un par de ladridos de los latifundistas para que “en nota oficial, el Ministerio de Desarrollo Agrario desmintiese la noticia de que pretendía derogar parte de la MP. ‘La discusión de la MP será realizada en un amplio ambiente de diálogo, con todos los sectores ligados al campo’, dijo” (O Estado de S. Paulo, 19/3). El problema es que, en ese “diálogo”, unos entran armados, con grandes propiedades y apoyo del Estado, y los otros sin nada. La MP anti-campesina de FHC seguirá, por lo tanto, en pie, y no en cualquier circunstancia.


Pocos días después, “Rossetto garantizó que el gobierno no presentaría ninguna propuesta de extinción o cambio de la MP 2183, que ayudó a cohibir las invasiones de propiedades rurales, tornándolas indisponibles para efectos de reforma agraria durante dos años. En tono enfático, el ministro repitió la afirmación frente a un grupo de 50 propietarios, todos integrantes de la dirección y consejo de la Sociedad Rural Brasileña, la más tradicional del país”. Lo que motivó que “al final del encuentro, en la sede de la Sociedad, los propietarios rurales comentasen que finalmente habían oído lo que deseaban” (O Estado de S. Paulo, 1/4).


Al día siguiente, la Pastoral de la Tierra, vinculada al Mst, denunció que “los fazendeiros están armándose para impedir la reforma agraria” (O Estado de S. Paulo, 2/4), lo que fue confirmado (o, mejor, confesado) por una carta enviada al Congreso Nacional por el Mnp (Movimiento Nacional de Productores), en la cual “la referencia a milicias no es abierta, pero está presente: ‘Sin otra salida, los productores pueden también tomar decisiones al margen de la ley para defender sus propiedades’” (ídem). El Mst, a su vez, denunció que “la creación del Pcr (Primer Comando Rural) demuestra, claramente, para la opinión pública, quienes son los bandidos” (el Pcr fue fundado por los latifundistas imitando el nombre y la estructura del Pc, Primer Comando de la Capital, principal organización del crimen y del narcotráfico en el país).


El Congreso del SU reveló una seria crisis en la DS, con algunos de sus delegados defendiendo la política seguida “para no aislarse” (¿del gobierno?) y otros, como el dirigente “histórico” João Machado, criticándola pero, al mismo tiempo, recusando la caracterización del gobierno Lula como “frente popular”, porque “no sería entendido” (por el pueblo), proponiendo definirlo como “un gobierno donde el PT colabora con fuerzas burguesas” (lo que se entiende menos todavía, teniendo en cuenta que entre las “fuerzas” se encuentra un agente del capital financiero internacional, presidente del Citibank, Henrique Meirelles, que ocupa nada menos que la presidencia del Banco Central; y un empresario evangelista, anti-obrero y anticomunista, José de Alencar, que ocupa nada menos que la vicepresidencia del país). Machado dijo que “los compañeros de la DS sienten que es necesaria una ruptura con Lula, pero las masas ahora no lo entenderían (por lo que) sólo romperían junto a las masas, no como un grupo aislado”.


Adelante con los faroles, entonces, mantengamos los decretos antiobreros y anti-campesinos, mientras “las masas” (que los fazendeiros matan a tiros) no digan (¿cómo?) lo contrario. Esta oposición, en verdad, se limita a ilustrar “filosóficamente” lo que la dirección hace burdamente.


Finalmente, la “izquierda del SU” emitió un breve documento, firmado por varios delegados y observadores, en el que critican la presencia de Rossetto en el gobierno Lula, afirmando que se trata de “un gobierno donde el PT colabora con fuerzas burguesas, que no será capaz de resolver los problemas de la clase obrera y otras capas oprimidas de la sociedad brasileña, ni los problemas de la democracia y la soberanía nacional… La historia de la clase obrera indica claramente que aceptar un cargo en un gobierno de este tipo no hace avanzar los intereses de las masas ni nos ayuda a desarrollar un polo político de los trabajadores para luchar por sus intereses”.


Dixit et salvavi animam meam: el problema, sin embargo, no es lo que el gobierno Lula no resuelve, sino lo que sí resuelve, con una enjundia que lo lleva a proponer la inmediata realización de todas las reformas antiobreras y antipopulares (de la previsión y seguridad social, sindical, de trabajo, judicial, financiera, tributaria) proimperialistas, que el gobierno derechista de FHC no consiguió (o sólo consiguió parcialmente) realizar en sus ocho años de mandato, incluida la independencia del Banco Central, tan cara al FMI (los proyectos de reforma ya están en discusión o en fase de redacción en el Congreso o en el gobierno).


A los compañeros del SU que se oponen al curso “brasileño” les caben dos alternativas: un voto aislado (opositor) sobre la cuestión, para salvar la conciencia, o una lucha política en la que se esclarezcan las bases de esa política contrarrevolucionaria y se replantee la cuestión de la Internacional Obrera (la IV Internacional).


Por ahora, ésa es la situación: la “izquierda (u oposición) del SU” acompaña penosamente a la dirección del SU, que acompaña penosamente a Lula y congéneres, que acompañan penosamente al FMI y al Foro Económico Mundial de Davos (que, éstos, no acompañan a nadie, salvo los intereses del capital financiero internacional que los hicieron nacer). Para romper esa cadena mortal, es necesario refundar de inmediato la IV Internacional, sobre la base de su programa y método transitorios, y de una actividad política independiente de los aparatos contrarrevolucionarios.


(Extracto de un artículo de Osvaldo Coggiola sobre el XV Congreso del SU)