El significado de las movilizaciones y el paro general en Israel

Malestar popular con el gobierno y divisiones en el arco político y la propia clase dominante.

Las protestas en Israel

El hallazgo de seis cadáveres de rehenes israelíes por parte de las fuerzas militares de ese país en un túnel de Rafah, territorio ubicado en la frontera entre Gaza y Egipto, desató este domingo 1° una multitudinaria movilización en Tel Aviv –sus organizadores afirman que participaron 300 mil personas- que exigió al gobierno de Benjamin Netanyahu un rápido acuerdo con Hamas para intercambiar rehenes por prisioneros políticos palestinos y acusó al primer ministro de dilatar un pacto de esas características debido a especulaciones políticas, además de reclamar su renuncia y nuevas elecciones. “El retraso en la firma del acuerdo ha provocado sus muertes y las de muchos otros rehenes”, indicó un comunicado del Foro de Familiares de Rehenes.

La multitudinaria movilización en Tel Aviv, a la que se sumaron otras concentraciones en Haifa, Beer Sheva y Rehovot, entre otras ciudades, fue violentamente reprimida con carros hidrantes. Durante la noche del domingo, además, la Histadrut (central sindical israelí) lanzó, con el mismo reclamo que los familiares, un paro general a partir del lunes 2.  Pero, en este caso también, el gobierno intervino a través de la fiscal del Estado para ilegalizar la huelga, acusándola de ser “política”. Y, en efecto, un tribunal de Tel Aviv se hizo eco del emplazamiento oficial y ordenó que la medida de fuerza cesara a partir de las 14:30 horas del lunes, orden que fue acatada por la dirección sindical. En las pocas horas de huelga, sin embargo, no funcionaron bancos, no hubo vuelos entrantes en el aeropuerto Ben Gurion, paró el puerto de Haifa, los hospitales atendieron parcialmente y no hubo colectivos y trenes en algunas ciudades. Otro dato importante es que la patronal del sector tecnológico, que en el pasado también secundó protestas contra Netanyahu, apoyó la medida.

Esta eclosión ilustra no solo el malestar popular con el gobierno sino también las divisiones en el arco político y en la propia clase dominante como fruto de las dificultades que enfrenta la invasión de Gaza. A casi once meses de su comienzo, Israel no logró aplastar la resistencia armada y probablemente liberó menos rehenes de los que murieron bajo sus propios bombardeos sobre el enclave costero. Las manifestaciones contra Netanyahu, aunque más pequeñas, se venían desarrollando desde hace varias semanas.

Como parte de las disensiones en las alturas, el grupo político de Benny Gantz se retiró del “gobierno de unidad nacional” formado después del 7 de octubre. Netanyahu, dirigente del Likud, conserva desde entonces una estrecha mayoría parlamentaria gracias al apoyo de las formaciones ultraortodoxas, el Partido Sionista Religioso y Poder Judío. Estas dos últimas fuerzas, que ocupan las estratégicas carteras de Finanzas y Seguridad Interior, plantean, sin mayor disimulo, que la recuperación de los rehenes es un asunto secundario frente al objetivo más general de aplastar a la resistencia palestina y recolonizar el enclave costero, por lo que cualquier acuerdo que no contemple esos puntos implicaría, según ellos, una capitulación.

En las mesas de negociaciones, que se llevan adelante hace varios meses con mediación de Estados Unidos, Qatar y Egipto, Netanyahu pone condiciones que dificultan cualquier acuerdo, como mantener líneas militares en Gaza para cortar el terreno y controlar el desplazamiento de sus habitantes. Un acuerdo de estas características, que además, según el premier, solo aceptaría de manera temporal, le permitiría reemprender cuando quisiera sus operaciones criminales. Hamas reclama un acuerdo permanente, no provisorio, que incluya un canje de rehenes por prisioneros políticos y la retirada de las tropas del enclave.

El Estado sionista no solo conduce una operación genocida en Gaza, que ya dejó más de 40 mil muertos e incluye entre sus blancos a hospitales y convoyes de ayuda humanitaria (este fin de semana uno de ellos fue alcanzado con un misil), y que ha llevado, también, a un resurgimiento de enfermedades como la poliomielitis, debido a la caída en las tasas de vacunación, el hacinamiento, la falta de agua y el derrumbe del sistema sanitario, sino que emprendió también en los últimos días una serie de redadas militares que ya dejaron 30 muertos en localidades de Cisjordania. En esta región, son más de 600 los caídos desde el 7 de octubre a manos de las fuerzas militares y los colonos armados. En paralelo, se amenaza con invadir el Líbano, al que algunos funcionarios llamaron a “devolver a la Edad de Piedra”. El sionismo plantea un camino de barbarie sin retorno para la región.

El impacto causado por los acontecimientos de las últimas horas llevó al presidente estadounidense Joe Biden a desmarcarse de Netanyahu, al reconocer que el primer ministro no está haciendo lo suficiente para alcanzar un acuerdo. Las críticas de Biden, quien, no olvidemos, proporciona las bombas que atormentan a la población gazatí, responden al impacto de la situación palestina en las elecciones presidenciales de noviembre, ya que un sector de votantes tradicionales del Partido Demócrata repudia el genocidio en curso y podría darle la espalda a la candidata Kamala Harris en las urnas. Donald Trump, mientras tanto, aprovechó que uno de los rehenes fallecidos este fin de semana es un ciudadano norteamericano para sacar su propio rédito político, acusando al gobierno de falta de liderazgo.

La operación genocida contra Gaza, que, más allá de las diferencias tácticas y políticas, cuenta con el respaldo de todo el establishment político israelí, plantea la importancia de redoblar la movilización a nivel internacional. Este viernes 6, una nueva caravana del Comité Argentino de Solidaridad con el Pueblo Palestino se dirigirá desde el Congreso al Obelisco.

No al genocidio. Viva la lucha del pueblo palestino. Fuera las tropas israelíes de Gaza. Por una Palestina única, laica y socialista.

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