Internacionales
4/10/2018|1522
Elecciones en Brasil: la cuestión Bolsonaro
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De acuerdo con los últimos sondeos, los candidatos a presidente, Jair Bolsonaro, del partido Social Liberal, y Fernando Haddad, del PT, se encontrarían en un “empate técnico” del 28% en la intención de voto para el primer turno electoral que tendrá lugar el próximo domingo en Brasil. Algunas encuestas avizoran otro empate, del 40% para cada uno, para la segunda vuelta, aunque todo indicaría que, en ambos turnos, el porcentaje mayor de indecisos se inclinaría por Haddad.
“Fascismo”
Bolsonaro, un personaje ignoto, con una trayectoria irrelevante de siete años en el Congreso de la Nación, se ha convertido en el vocero fascista de un sector muy amplio de los militares en reserva y cuenta con el apoyo del alto mando del Ejército. Tiene el apoyo incuestionable de los grandes cañeros del norte de Brasil y de los latifundistas sojeros del sur y del oeste. La Federación de Industrias de São Paulo se encuentra dividida, aunque la fracción que apoya a Bolsonaro es la más numerosa. Según la publicación “Brasil Debate”, en las filas del Ejército opera una logia de “Generales Revisionistas”, que “parece reunir medios y propósitos para la disputa en las calles con la izquierda organizada”. De acuerdo con estos términos, si el perfil de Bolsonaro no se ajustase en forma estricta al del fascismo italiano, podría encajar con el falangismo español, que se terminó desarrollando como un aparato de choque ‘civil’ de las fuerzas armadas del general Francisco Franco. Los militares cuentan con casi cerca de cien candidatos al Congreso o las legislaturas, y podrían formar, con los ruralistas y los evangélicos, que se han distribuido en todos los partidos (incluso en el PSOL), una bancada mayoritaria de derecha. Es incuestionable que la base social del fascismo brasileño es harto estrecha -una ultraminoría pequeño burguesa. Pero no debe ser descartada para nada frente al peligro de que los conciliadores y capituladores de la cúpula del movimiento obrero tengan un éxito en dividir a las masas, incluso si es una parálisis temporal o parcial.
La emergencia política de este resentido social es un resultado de la enorme crisis de conjunto por la que atraviesa Brasil, y en especial del fracaso del golpe de Estado que ungió al vice de Dilma Rousseff a la presidencia. Lejos de conseguir la recuperación económica del país, los golpistas han acentuado el desplome económico y llevado a Brasil al borde un defol.
El personal político que levantó la bandera de la ética para desplazar del gobierno a Rousseff y luego condenar a Lula en la Justicia, ha acabado, él mismo, procesado o preso, y sin votantes. Los politólogos brasileños se lamentan ahora del veloz agotamiento del ‘centro’, cuyos candidatos no alcanzan los dos dígitos de las intenciones de voto. Excluyen, curiosamente, de ese ‘centro’ al PT, al que han convertido en ‘extremista’ cuando mayor es su derechización. El PT también, de acuerdo con los datos que se exhiben, ha sufrido una caída espectacular en las expectativas de los electores.
Derecha, dré
El reclamo del ex presidente Henrique Cardoso, de que los cinco candidatos del ‘centro’ desistan en beneficio de uno solo, ha caído en oídos sordos. Fue acompañado en esa exhortación sin futuro por la directiva del pulpo del tabaco, Suzano. Una parte importante de ese ‘centro’, lejos de escuchar la imploración, impulsa el voto a Bolsonaro -es lo que hace el candidato a gobernador, en São Paulo, João Doria, y Antonio Anastasia, en Minas Gerais. La ‘democracia’ brasileña prefiere a un desclasado que representa el revanchismo militar.
En lugar de llamar a las masas a movilizarse y pelear contra el candidato militar fascista, los políticos del PT buscan calmar las aprensiones con el discurso de que la mayoría militar no comulga con el fascismo ni lo apoya. Es el mensaje que ha divulgado Celso Amorim, ex ministro de Exteriores de Lula y ex de Defensa, de Rousseff. Varias semanas antes, la candidata a vice de Haddad, del Partido Comunista do Brasil, creyó oportuno recordar el carácter “industrialista” de la dictadura militar que se enseñoreó del país, de 1964 al 85.
Las mujeres marcan el camino
La manifestación más impresionante del hundimiento de todo el arco político ‘democrático’, frente al desafío de Bolsonaro, la puso de manifiesto la gran movilización de las mujeres brasileñas contra este fascistón. Ningún partido tomó la iniciativa del llamado a las calles, y menos que ninguno el PT; frente a la amenaza política de la derecha, los partidos respondieron con el apoliticismo. Como ocurre en Estados Unidos contra Trump, explotan la heterogeneidad social y política de la movilización femenina para neutralizar su proyección política. Las millones de mujeres que se concertaron en las redes y las centenares de miles, que luego desfilaron combativas en las principales ciudades, marcan el camino que de ningún modo logrará la papeleta electoral: la lucha física organizada contra las bandas del militarismo fascistizante.
Todo lo que ocurre en la víspera electoral constituye un respaldo contundente a nuestra caracterización del golpe contra Dilma como un “golpe de Estado”, no como un golpe parlamentario, porque nunca hubiera podido imponerse sin el apoyo de las Fuerzas Armadas.
Descartar a éstas de una crisis política mayor es desconocer el abc del Estado moderno. Es desconocer la amnistía que han gozado los militares brasileños por sus crímenes pasados o, incluso, la vigencia de la Justicia militar para los delitos en que incurran los uniformados.
El naufragio del ‘centro’ es el testimonio más claro de que el golpe parlamentario fue una ficción o cortina de humo. El PT no desafió la destitución de su presidenta con la conciencia de que tenía la venia militar. Un nuevo gobierno del PT, con un candidato de la derecha del partido, además, será más cómplice del militarismo de lo que Lula y Dilma fueron antes de él. Quienes, en la izquierda, negaron el golpe o lo redujeron a una chiquilinada parlamentaria, deberían excusarse. Un politólogo brasileño, André Barrocal, acaba de concluir que “las elecciones de 2018 consolidan el fracaso del golpe” (de 2016), en alusión a los conspiradores parlamentarios que ahora no recogen un céntimo de los votos. El fracaso del golpe parlamentario ficticio puso de manifiesto el golpe del alto mando. Con el único recurso del tuit, el comandante en jefe del ejército, Vilas Boas, hizo anular judicialmente la designación de Lula como ministro de Dilma, un intento inútil para evitar el juicio político y asegurar que el Superior Tribunal confirmara la condena de Lula en segunda instancia. Ahora sigue tuiteando, en una suerte de pronunciamiento militar permanente.
Trump
Toda la gran prensa internacional, sin excepción, se ha pronunciado contra Bolsonaro, al igual que los líderes principales de la Unión Europea y del Partido Demócrata de Estados Unidos. Lo caracterizan, antes que como un rescate político, como una aventura que compromete la “estabilidad”, incluso a nivel continental. Fingen no advertir que esa “estabilidad” ha quedado en el pasado. No es en esa dirección que miran, sin embargo, los “Generales Revisionistas” -sino hacia Trump. De acuerdo con el informe antes citado, esa logia tiene en vista una alianza política con el imperialismo norteamericano, aunque Brasil, como Argentina, dependa cada vez más del comercio con China y sus inversiones. En cualquier caso, Trump ha dejado en claro, en la Asamblea General de la ONU, que va por una salida violenta en Venezuela, mientras otras manifestaciones señalan una unidad de propósito, en este aspecto, con el nuevo gobierno uribista de Colombia. Colombia aloja a una decena de bases militares yanquis y es pieza central del Comando Sur del Pentágono.
En la agenda de Trump figura alta también la agenda contra China. Bolsonaro puede ser colocado en este trío -o sea, que la crisis brasileña tiene una dimensión internacional definida. El ala ‘democrática’ de los gobiernos latinoamericanos, el llamado ‘grupo de Lima’, se opone a este expediente. Es, sin embargo, claro, que la crisis económica ha colocado a estos gobiernos en un impasse, como se ve en Perú, Argentina, Costa Rica, Nicaragua y, demorados, Chile y Uruguay. Todo sumado, América Latina ha entrado en forma definitiva en una bancarrota de envergadura, que pone sobre la mesa todas las opciones políticas, y cada vez más la agenda de un gobierno de trabajadores.
Trump, asimismo, se encuentra empeñado en una lucha contra el ‘populismo’ latinoamericano en general, aunque reivindique el propio, de cuño imperialista. Vería un triunfo de Haddad como un traspié para su compinche Macri, que lidia judicial y políticamente con el kirchnerismo. Las elecciones brasileñas, en definitiva, conmueven el tablero en más de un país -la mayoría en bancarrota.
“Las instituciones” – cómplices
Para desenvolver una lucha de masas -la única que puede derrotar al fascismo en ciernes-, es necesario desenmascarar sin concesiones a aquellos que proclaman la ‘paz social’ y la ‘defensa de las instituciones’. Que dicen que al fascismo se lo frena desde el Estado, no fuera ni en contra de él. No hay duda que el avance brutal de la crisis económica despertará a la lucha a masas crecientes, y lo mismo ocurrirá ante el avance golpista. Una derrota electoral de Bolsonaro, en segunda vuelta, no significaría para nada un parate a la ofensiva de la derecha militar, que se empeñará, por el contrario, en explotar las contradicciones, límites y toda la incapacidad del nuevo gobierno frente a la crisis, para dinamitar el escaso sustento político que lo acompañe.
Desenmascarar a la ‘democracia’, y a PT y a Haddad, no es, ni de lejos, lo que hace el PSOL, una suerte de falso frente de izquierda. El PSOL, que nació de una ruptura del PT, se ha convertido en su segundón del PT en estas elecciones, con un candidato a presidente ajeno al partido, impuesto por el propio Lula. El futuro Congreso brasileño, con el que pactaría, más que nunca, un presidente del PT, tendrá un carácter mucho más derechista que el actual -lo que no es poco. La corresponsal de Clarín señala, muy premonitoriamente, que la monumental reserva de 380 mil millones de dólares con que cuenta el Banco Central de Brasil, “no serán suficientes para abastecer la demanda de los capitales que se quieren evaporar”. Es que más allá del billón de dólares de deuda externa, la Bolsa de São Paulo tiene miles de millones de capitales del extranjero, lo mismo que los bancos brasileños, que financiaron en el exterior el ‘populismo crediticio’ al consumo personal.
Lucha de clases
El domingo que viene quedará diseñado el escenario del balotaje, y con ello un agravamiento del escenario de la crisis política inmediata.
Deseamos que en ese nuevo escenario, previo al segundo turno, el ejemplo de las mujeres se multiplique por millones y, por sobre todo, claro, en la clase obrera. Para ello es necesario desterrar el planteo de que el país atraviesa un impasse o disyuntiva electoral, cuando enfrenta una crisis descomunal de régimen político, incluso dentro de las Fuerzas Armadas. Esa crisis política no podrá ser decidida en las urnas, sino en una lucha de clases sin tregua.