Elecciones en Estados Unidos: una crisis política de fondo

El triunfo resonante de Donald Trump en las primarias republicanas -que afianza sensiblemente sus chances de conquistar la nominación presidencial del partido- ha desatado un tembladeral político. El Partido Republicano (PR) corre el serio riesgo de implosionar


El triunfo resonante de Donald Trump en las primarias republicanas -que afianza sensiblemente sus chances de conquistar la nominación presidencial del partido- ha desatado un tembladeral político. El Partido Republicano (PR) corre el serio riesgo de implosionar. Trump, como se han encargado de subrayarlo distintos analistas, no es un cuerpo extraño a esa agrupación, que ha creado la criatura que ahora amenaza devorarlo. La irrupción del magnate inmobiliario corona un proceso de disgregación y división interna que ya carcomía al PR. Trump abreva en los halcones del partido nucleados en el Tea Party, que desafían desde hace muchos años a los líderes más tradicionales.


 


Bancarrota capitalista, demagogia social


 


Pero el PR es una de las columnas vertebrales del sistema político norteamericano. Su derrumbe es una medida de la descomposición del régimen social y político, tomado en su conjunto.


Estados Unidos está colocado en el centro de la tormenta de la crisis mundial que ha entrado en su noveno año. Decenas de millones de estadounidenses son víctimas de un implacable retroceso de sus condiciones de vida.


 


Más que cualquier otro candidato republicano, Trump apela a un enorme dosis de demagogia social, explotando la intensa ira y frustración que anida en sectores crecientes de la población.


Trump denuncia el alto desempleo, los bajos salarios y el estado desastroso de la asistencia sanitaria.


 


En los Estados del sur, cuyos votantes le dieron a Trump una fácil victoria el mes pasado, el ingreso medio por hogar todavía es un 10% inferior, a valores constantes, que una década atrás. En Tennessee, como en Georgia, ese retroceso llega al 15%. Por primera vez en la historia americana, la nueva generación piensa que está condenada a vivir peor que sus padres. Se han quebrado las esperanzas de progreso social. Una porción importante de votantes de Trump proviene de sectores que sólo han completado la escuela secundaria, lo que los convierte en el principal blanco del trabajo precario y el desempleo.


 


La demagogia social se combina con un choque con Wall Street, con dos propuestas impositivas que afectan los intereses de la banca y los fondos que operan en las bolsas.


Trump explota también el impasse internacional del imperialismo. Invoca un pasado mítico y promete “hacer a América grande otra vez”. El empantanamiento estratégico de los Estados Unidos pretende ser superado con tendencias proteccionistas, convocando a una guerra comercial y financiera y, en definitiva, a la guerra misma.


 


La favorita del establishment


 


Los planteos xenófobos y belicistas de Trump han llegado tan lejos que han despertado una reacción mundial generalizada en su contra, incluida la de su propio partido. Los principales líderes republicanos han cerrado filas e iniciado una cruzada para evitar su nominación, y advierten que en caso de que gane, no lo apoyarán. Esto, obviamente, lleva agua a favor del molino del Partido


Demócrata.


 


Como consecuencia de este panorama, Hilary Clinton se ha transformado en la candidata excluyente del establishment. La gran burguesía ha colocado sus fichas y sus recursos en la aspirante demócrata. Incluso parte del aparato republicano consideraría su triunfo como un mal menor, alentando bajo cuerda este desenlace. Este desplazamiento se ha hecho sentir en los resultados de las primarias: en base a este apoyo impensado, y luego de que sufriera un empate agónico con Bernie Sander -la gran sorpresa de las elecciones- Clinton retomó la delantera en su propia interna.


 


Todo indicaría que la esposa del ex presidente Bill Clinton ha afirmado sus pretensiones para obtener la nominación. Pero eso no desmiente que el agotamiento del sistema político se extiende al propio Partido Demócrata, que carga sobre sus espaldas la gran frustración que ha provocado la gestión Obama. Después de llegar a la Casa Blanca prometiendo “el cambio en el que usted puede creer”, terminó privilegiando el rescate de la banca y el capital en crisis a expensas de las necesidades populares. La reforma de la salud terminó vaciada y se transformó en una fuente de beneficios de la industria de seguros. A esto habría que agregar el empantanamiento de la guerra y la intervención norteamericana en Medio Oriente y Afganistán.


 


Esa frustración ya había dado un primer aviso. Obama es el único presidente, junto con Franklin Roosevelt, que obtuvo menos votos en su reelección que en su primera consagración. Ese retroceso le costó la pérdida de la mayoría en ambas cámaras. Que la derecha levante cabeza no es casual. Pero la otra cara de la moneda son los desplazamientos por izquierda. “Sanders ha ganado un amplio apoyo y demostrado la existencia de un deseo dentro de amplios sectores de la clase obrera de una alternativa al capitalismo. De manera significativa, las encuestas han indicado que Sanders haría sustancialmente mejor papel contra Trump que Clinton” (World Socialist Web Site, 19/2). Esto revela el error de los pronósticos apresurados que negaban derivaciones políticas al “movimiento de indignados” que se hizo conocer como Ocupa Wall Street (Occupy Wall Street).


 


El contendiente de Hilary Clinton en la interna demócrata ha recogido el apoyo mayoritario entre los votantes menores de 30 años. Sanders propone un salario mínimo de 15 dólares la hora, cobertura universal de salud pública, cese de los aranceles universitarios y renegociación de su inmensa deuda, freno al desalojo de viviendas. Un punto especial es el planteo de desmantelar a los grandes bancos, cuya quiebra presenta, oficialmente, un riesgo sistémico. Sanders, sin embargo, no cuestiona las numerosas guerras que promueve el imperialismo yanqui. A medida que pasan los días, Sanders ha bajado los decibeles, y pone ahora el acento en una tibia defensa de la seguridad social y exhorta a sus seguidores a preservar “la unidad” del partido, lo que fue interpretado como un llamado a votar por Clinton en las generales. De todos modos, la vaca no está atada. Hilary Clinton sufre una ruptura y un distanciamiento entre la población afroamericana, que había sido uno de sus principales soportes.


 


Perspectivas


 


Estados Unidos está frente a una crisis política de dimensiones históricas. El desmoronamiento del régimen político y de sus partidos es un caldo de cultivo y un fermento de virajes y cambios decisivos en la conciencia y accionar popular.


 


La llamada “izquierda radical” necesita tomar debida nota de esta situación y obrar en consecuencia. El punto de partida es la total independencia respecto de los bloques patronales.


 


Es necesario impugnar resueltamente a los candidatos republicanos y a Clinton; y, a partir de ahí, clarificar y delimitar posiciones con la estrategia y los planteos de Sanders, exponiendo un programa transitorio de carácter anticapitalista. Esta acción política debe estar presidida por el llamado a la construcción de un partido independiente de los dos partidos de la burguesía imperialista, un partido obrero.