Elecciones en Perú: se profundiza un cuadro de disgregación política

La irrupción de Pedro Castillo.

Las elecciones de este domingo 11 de abril en Perú, confirmaron la gran dispersión política existente. El candidato que va primero, Pedro Castillo de Perú Libre, sacó el 18% de los votos. Mientras el segundo puesto está peleado entre 3 candidatos con alrededor del 14% de los votos cada uno: Keiko Fujimori (Fuerza Popular), Hernando de Soto (Avanza País) y Rafael López Aliaga (Renovación Popular). La definición del segundo lugar cambia de hora en hora, a medida que se va avanzando en el conocimiento del escrutinio. A primera hora de hoy Hernando de Soto iba segundo. Al mediodía se informaba que ese lugar lo había ocupado Keiko Fujimori. Tanto a Keiko como a Soto los une su pasado (y presente) fujimorista.

Se presentaron 18 partidos y 11 entrarían con bancadas propias entre los 130 diputados que compondrán el parlamento Unicameral. En los dos primeros lugares está la lista de Castillo de Perú Libre y la de Acción Popular con menos del 11% cada una. Lo cual habla de que Castillo tuvo un corte de boleta del 7% a favor de la candidatura presidencial, en desmedro de su lista parlamentaria.

Estaremos frente a un parlamento atomizado, sin ninguna fuerza importante, ni dominante. Y el presidente deberá ser electo, finalmente, entre dos candidatos -uno con el 18% y otro con el 14%- en una segunda ronda electoral.

La novedad de la irrupción de Castillo

El hecho novedoso de esta campaña electoral es la irrupción, en la semana última, de Pedro Castillo, pasando del sexto al segundo lugar en las encuestas.

Castillo se presenta como un hombre de izquierda. Su trayectoria, sin embargo, no es homogénea. Después de haber pasado como candidato para diversos cargos, por diversas listas electorales en la última década, se terminó afiliando a Perú Libre, en octubre último, invitado para integrar su lista de diputados. Luego fue nominado como uno de los candidatos a vicepresidente. Vladimir Cerrón, secretario general de Perú Libre, había sido seleccionado para la candidatura presidencial. Pero fue impugnado por la justicia electoral, ya que pesa sobre él una pena de 4 años de prisión –suspendida- por un caso de corrupción cuando fue gobernador de Junín. En esas condiciones, Castillo fue nombrado candidato a la presidencia. En su haber, su propaganda destaca que fue dirigente de la gran huelga docente del 2017. Y también que no forma parte de la podrida burocracia sindical colaboracionista de la central sindical. Si bien en la plataforma histórica de Perú Libre figuran puntos como el de la nacionalización de los recursos estratégicos y Castillo ha hablado sobre finalizar con “la noche neoliberal”, en el acto de cierre declaró que “la gran alianza para sacar adelante” el Perú “no es obedeciendo a planes programáticos, la gran alianza se tiene que hacer con el mismo y verdadero pueblo peruano”.

En la plataforma de su partido reivindica explícitamente la renegociación y el pago de la deuda externa usuraria y se opone a generar un impuesto a las grandes fortunas. Ha anunciado su propósito de reactivar la economía dando crédito a los pequeños empresarios, pero pretenden financiar esto con una política de mayor control fiscal sobre los empresarios para que no sigan evadiendo el pago de sus impuestos. Anuncia un abandono de la política previsional dirigida por los banqueros de las AFP, pero no plantea la expropiación de los usureros que se chupan los ahorros de los trabajadores. Se opone al derecho al aborto y los derechos del movimiento de mujeres y de la comunidad LGBTI. Ha anunciado su propósito de convocar a un referéndum para ver la aceptación de la necesidad de una reforma constitucional (pero 11 de los 18 candidatos se declaran partidarios de la convocatoria a algún tipo de Asamblea Constituyente, solo 3 se oponen).

Su gira electoral mostrando un sombrero de ala ancha y subido a un caballo, nos lleva a recordar al fallecido Carlos Menem que en 1989 recorrió -con sus extravagantes patillas y un poncho- la Argentina prometiendo “la revolución productiva” y el “salariazo”, para luego transformarse, al ser electo presidente, en el mayor privatizador de la historia nacional.

Es muy probable que su sorpresiva irrupción política-electoral esté asentada en una canalización muy limitada y parcial de la insurgencia juvenil-popular que en noviembre último volteo al represor presidente golpista Manuel Merino.

El fracaso de Verónika Mendoza

La candidatura de Verónika Mendoza (Juntos por el Perú) era presentada como la “alternativa de izquierda”, aunque centrada, por los medios de prensa, que alentaban que pudiera tener alguna posibilidad importante de ir al ballotage (segunda vuelta entre los dos candidatos más votados). Pero… salió sexta con un 7,9% de los votos. Verónika fue alentada por toda la centroizquierda pseudo progresista no solo latinoamericana, sino internacional. El llamado Grupo de Puebla, formado por los gobiernos de Luis Arce de Bolivia y el argentino Alberto Fernández (no está claro si aún lo integra López Obrador de México), Lula de Brasil, etc. había conchabado para el cónclave a Verónika Mendoza del Perú. Su candidatura fue apoyada internacionalmente por organizaciones ligadas al llamado Secretariado Unificado de la IV Internacional dirigido por los revisionistas (Jacobin, etc.). Hasta L’Humanité, el diario del PC de Francia saludó su candidatura y le dedicó un largo reportaje unos días antes de la elección. Pero, incluso a diferencia de Perú Libre, en su plataforma no figuraba, siquiera, ninguna reivindicación de carácter antiimperialista. En el citado reportaje Verónika declara que su propósito es convertir al Perú “en una patria verdaderamente independiente e inclusiva. Una patria que escucha todas las voces del país, que incluya a todos”. No sobrepasa los límites de una política distribucionista. Y esto es solo una promesa electoral. Porque Verónika Mendoza ha declarado que tomó como modelo… ¡“el argentino”! Esto es pagar la deuda externa, negociar con el FMI, acordar con los monopolios mineros. En el extendido reportaje de L’Humanité la candidata protesta contra las candidaturas de la derecha porque no quieren desarrollar políticas (inflacionarias) de subsidios al consumo y la producción… ¡como ha planteado el FMI!

Y, a medida que la campaña electoral se acercaba a su culminación, se acentuaba la derechización de Juntos por el Perú y su candidata: se entrevistó con empresarios para darles garantías, anunció que no iba a cambiar la política del Banco Central, incrementó sus denuncias contra Venezuela adaptándose a la derecha, etc., etc. La trayectoria de Verónika Mendoza es conocida por su apoyo al derechista “liberal”, P. P. Kuczynski, en las elecciones del 2017, elegido presidente entonces.

Futuro (y presente) de crisis

Esta contienda electoral está asentada sobre una aguda crisis. En los días previos a las elecciones del domingo, la pandemia ha batido todos sus récords en cantidad de muertos y contagiados. Largas filas se formaban para votar y… frente a centros farmacéuticos para comprar tubos de oxígeno que permitan salvar a familiares infectados. Perú es el segundo país en mortalidad de médicos por el coronavirus (el primero es Brasil). Socialmente avanza fuerte la miseria de la desocupación con su hambre: las ollas populares se extienden.

La candidatura de Pedro Castillo a la segunda vuelta agudiza la crisis política. Porque se trata de un candidato (a diferencia de Verónika Mendoza) “no probado” por la burguesía no solo en su voluntad, sino también en su capacidad para actuar en la contención para que la bronca popular no se transforme en movilización. Hay que tener en cuenta que la caída del gobierno de Merino se produjo bajo la presión directa de las movilizaciones populares, planteando un vacío político y de crisis del régimen. Para contener la movilización popular, fue nombrado un gobierno minoritario entre aquellos pocos que no acompañaron el planteo golpista que destituyó a Martín Vizcarra y nombró a Merino. Así llegaron a la presidencia Sagasti del Partido Morado y el “izquierdista” Frente Amplio al frente de la Unicameral. El objetivo del nuevo gobierno era encauzar las tendencias a la lucha y movilización popular hacia el terreno electoral. Con dificultad se llegó a las elecciones de ayer. Pero la crisis no se ha cerrado, ha tomado nuevos atajos para volver a manifestarse. El nuevo gobierno que surgirá de las elecciones de segunda vuelta será muy débil. No se ha superado el cuadro por el cual Perú tuvo cuatro presidentes en menos de dos años. Con una situación sanitaria colapsada y un notable agravamiento económico social.

La clase obrera y los explotados no han tenido alternativa propia en la reciente campaña electoral. La central obrera (CGTP) dirigida por una burocracia del PC stalinista no ha concentrado sus fuerzas en organizar las tendencias a la lucha del movimiento obrero (poderosa huelga con masivos piquetes cortando las rutas de los trabajadores agrarios a principios de año, etc.), sino que se ha colocado como furgón de cola de la lista de Verónika Mendoza.

Y Uníos, organización que se reclama trotskista revolucionaria y que participó en la Conferencia Latinoamericana de la Izquierda del año pasado, se mantuvo hasta último momento dentro del Frente Amplio, un partido frentepopulista. “Rompió” con el mismo unas semanas antes que estallara la sublevación estudiantil-popular y fuera depuesto Merino. El Frente Amplio fue uno de los ejes utilizado por la clase burguesa para impedir el hundimiento del Estado y orientar la situación política hacia la estrecha salida electoral. En la Conferencia Latinoamericana fue tema de debate el seguidismo de la izquierda peruana que se reclama revolucionaria al Frente Amplio.

Más que nunca, es hora de conquistar una posición política independiente para la clase obrera. Los sectores de vanguardia debemos sacar un balance de la situación creada y cómo reagruparnos para impulsar un plan de lucha contra el colapso sanitario y por todas las urgentes reivindicaciones de los explotados.