Elecciones en Venezuela: los trabajadores no tienen candidatos

En las vísperas del 28 de julio en que se elegirá presidente.

Edmundo González Urrutia - Nicolás Maduro

Se presentan 10 listas, pero las encuestas le otorgan un amplio triunfo al frente de la derecha representada por el MUD (Mesa de Unidad Democrática) con un 59,10% de intención de voto contra un 24,6% de Maduro, que va por su reelección como candidato oficialista; el chavismo ha presentado, por su parte, otras encuestas que dan vencedor a Maduro. Ocho listas restantes se distribuyen lo que resta de la intención de voto, en lo que será una boleta única. Ningún partido de izquierda ha sido habilitado para presentarse.

Edmundo González Urrutia (caracterizado como un derechista conservador), que representa a la derecha del MUD, ha sustituido a la verdadera líder de ese frente político, María Corina Machado, que fue proscripta por la Contraloría General de la República (controlada por el chavismo). La mencionada dirigente (ultraderechista, asociada al yanqui Trump y fan de Milei) obtuvo en las elecciones internas de su organización el 90% de los votos emitidos.

En este contexto hay infinidad de denuncias de acrecentamiento de la actividad represiva sobre la oposición de derecha. Más de 80 detenidos por diversas “infracciones”, entre ellos el secuestro del jefe de seguridad del MUD, de apellido Ávila, luego de haber “sido víctima de una provocación” por parte de una militante madurista, según versión de Corina Machado; aparición de automóviles vandalizados de Corina Machado y sus partidarios; amenazas de Maduro de que ante su derrota podría haber una guerra civil, presión y hostilización sobre los actos opositores, etc.

Por otra parte, de casi ocho millones de emigrados venezolanos, seis millones en condiciones -teóricamente- de votar, solo fueron registrados 69.000. Esta emigración tiene como base la insoportable situación económica y social existente. Durante largos años hubo hiperinflación (¡26.000%!, la mayor del mundo) y Venezuela entró en una situación de dolarización de facto de la economía. Aunque en los dos últimos meses, hay índices inferiores de inflación la situación de las masas es grave: el costo de la canasta alimentaria alcanza los 550 dólares y el de la canasta familiar total, 800 de la moneda norteamericana. Los docentes perciben 21 dólares mensuales, y el salario mínimo es de 130 bolívares, equivalentes a 4 dólares, mientras los pensionados perciben 1.183 bolívares (32,5 dólares). Estas cifras, prácticamente congeladas, son acompañadas por un “bono de alimentación” de 40 dólares. A dos meses de la elección, Maduro ha anunciado la entrega a todos los trabajadores de un nuevo “bono contra la guerra económica” de 60 a 90 dólares. El salario y el bono alimentación quedan como estaban. Los “bonos” no se computan para cargas sociales (aguinaldo, vacaciones, indemnizaciones, etc.).

No es extraño, en consecuencia, que haya una profunda insatisfacción social, que trabajadores de la educación y el movimiento estudiantil hayan sido arrastrados a inclinarse hacia candidaturas derechistas asociadas al imperialismo norteamericano, que prometen terminar con la miseria, corrupción, regimentación y represión. Trabajadores del Estado han sido protagonistas de huelgas y movilizaciones, pero en general todo movimiento de lucha y resistencia ha sido reprimido, sus dirigentes y activistas perseguidos y detenidos. Y existe una feroz regimentación sindical.

El producto bruto interno venezolano se ha reducido en un 70%, en la última década, la producción petrolera se ha derrumbado casi por completo y la deuda externa de 170 mil millones de dólares está defaulteada. El bloqueo económico yanqui y los intentos golpistas -y hasta de invasión militar- sirvieron de gran argumento para que el gobierno de Maduro justifique este cuadro social. Pero, este no dice una palabra de que la crisis económica la han pagado las masas trabajadoras y no la boliburguesía (incluida Fedecamaras) asociada al régimen, que ha fugado capitales y se ha enriquecido notablemente.

En realidad, se considera que la convocatoria a las elecciones ha sido negociada con la oposición de derecha y, especialmente, con sectores del imperialismo yanqui, que la auspicia. En el contexto de la guerra con epicentro en Ucrania, Biden y Maduro firmaron los acuerdos de Barbados para levantar las restricciones comerciales a Venezuela en materia de comercialización petrolera, gasífera y de oro. Un anticipo de este acuerdo fue el pacto con Chevron durante el primer semestre de 2023 que permitió extraer 145.000 barriles diarios de petróleo, con un ingreso de 1.200 millones de dólares a Venezuela. No obstante, el acuerdo incluía el levantamiento de la restricción a la candidatura de Corina Machado y la inclusión en los padrones de todos los venezolanos en condiciones de votar, hoy emigrados. No cumplida esta parte del acuerdo, el imperialismo ha vuelto a apretar clavijas mediante algunas nuevas medidas en abril de este año.

¿Quiénes son Corina Machado y Edmundo González Urrutia, candidatos del MUD?

Representan a grandes empresas norteamericanas. Han promovido el bloqueo comercial a Venezuela. Corina Machado avaló el (fracasado) golpe del 2002 y ha sido firmante, en 2004, de un documento, respaldado por la OEA, con la finalidad de desalojar al gobierno de Chávez mediante un golpe de Estado. En 2005 se reunió con el presidente Bush, en la Casa Blanca, con la misma finalidad. En 2018 mantuvo un encuentro en el puente Simón Bolívar con el expresidente de Colombia Álvaro Uribe (un reconocido represor y hambreador del pueblo colombiano, identificado por sus vínculos con los narcotraficantes) con la finalidad de conspirar contra el régimen chavista. Ha sido parte de los intentos de golpe de Guaidó, respaldado por Estados Unidos.  

En 2019 reclamó la intervención militar norteamericana en Venezuela; en 2020 el candidato presidencial Acevedo se reunía con el Likud, partido de Netanyahu, para obtener “asesoramiento”. Su programa de gobierno significa un agravamiento mayor todavía a las condiciones de existencia del pueblo venezolano, en la medida en que plantea una reducción del gasto público, despidos en la administración estatal, reprivatización de las empresas nacionalizadas, etc. Como puede verse: todo un pedigrí de auténtica “demócrata” el de Corina Machado.

El régimen chavista, responsable del ascenso de la derecha antiobrera y proimperialista

El régimen bolivariano, que se presentó como el “socialismo del siglo XXI”, no tuvo nada que ver con este objetivo, más que el coqueteo con banderas socialistas (como hicieron todos los gobiernos nacionalistas burgueses: kirchnerismo, etc.), para mejor engañar y subordinar a las masas trabajadoras. Se trató de un régimen amparado en el sostenimiento de las instituciones capitalistas, cuya característica fue la ausencia de poder de decisión por parte de la clase obrera y de las masas venezolanas. Su objetivo: poner en pie a una burguesía nacional, lógicamente, asociada al capital imperialista. La bonanza económica que tuvo lugar desde 1999 hasta 2014 obedeció al crecimiento sostenido del precio internacional del petróleo, con la sola interrupción de 2009 (durante la crisis de las hipotecas). Con esta renta petrolera pagó el endeudamiento que contrajo mediante la emisión de bonos de la República y de la petrolera estatal PDVSA por valor de 54.327 millones de dólares. También se endeudó con Rusia y China.

Durante ese periodo tuvo una política de asistencia social, mejorando algunas condiciones de vida de las masas venezolanas. Pero, fundamentalmente, sirvieron al enriquecimiento de una burguesía adicta (boliburguesía), que se dedicó a fugar capitales. El chavismo no usó el superávit de la renta petrolera para desarrollar la industria. Al caer el precio del petróleo a escala internacional, vino el hundimiento, ya que mientras en 2014 la renta petrolera ascendió a 40.000 millones de dólares, en 2015 bajó a 12.000 millones, mientras se había quintuplicado la deuda externa.,

En forma simultánea persiguió al movimiento obrero combativo e independiente (Unión Nacional de Trabajadores, Movimiento Campesino Ezequiel Zamora, etc.). Las nacionalizaciones realizadas por el régimen chavista fueron burocráticas, con fuertes indemnizaciones a las patronales monopólicas, descapitalizando al Estado venezolano para llevar adelante una audaz política de desarrollo. Y no solo sin la participación de los trabajadores sino en algunos casos, contra sus intereses. Por ejemplo, la siderúrgica Sidor del magnate ítaloargentino Paolo Rocca, en 2008, no fue más que una forma de alianza entre Rocca y el Estado venezolano, en la que este adquiría el 80% de las acciones de la empresa, quedándose Techint con el 20%, recibiendo una importante indemnización, gestionada entonces por el presidente Kirchner. Por otra parte el régimen chavista aprovechó esta medida para demandar a los obreros de Sidor que dejaran de lado sus “actitudes corporativas”, renunciando a sus demandas salariales y reivindicativas. Chávez, entonces, aprovechó la “nacionalización” para postergar la discusión del convenio colectivo de trabajo.

Maduro es la continuidad de Chávez. Es una nueva confirmación histórica de que el nacionalismo burgués no puede llevar adelante una consecuente lucha antiimperialista, por el temor a la organización y movilización independiente de las masas, que plantearía en su desarrollo la expropiación del capital y la instauración de un gobierno de trabajadores. Y por la tendencia, inevitable, de su burguesía “nacional” a entrelazarse con el capital financiero imperialista en una explotación común de la nación atrasada.

Opciones

Junto a la divulgación de encuestas oficialistas y de la oposición, es evidente que las masas trabajadoras no participan masivamente de los actos de Maduro. En un reciente acto en Táchira, cerca de la frontera colombiana, se oyó decir a Maduro (que no se percató que tenía el micrófono abierto): “Esto se ve feo, hay poca gente”. Mientras que las fotos de los actos derechistas muestran multitudes. Se habla de la posibilidad de fraude por parte de Maduro, usando a su favor el control de los medios jurídicos y el apoyo de las Fuerzas Armadas.

En realidad, según informan medios de difusión imperialistas (Financial Times, Wall Street Journal), la convocatoria a elecciones ha sido negociada con un sector del imperialismo. Por eso se aceptó la proscripción de Corina Machado y su reemplazo por González Urrutia. Las elecciones en realidad debieran haberse realizado, según los plazos formales, a mediados de diciembre y el traspaso de la presidencia el 11 de enero de 2025. Maduro, imprevistamente, las adelantó para fin de julio. Habría una larga “transición”. La preocupación de la burguesía mundial es del carácter crítico e inestable de esta “transición”, particularmente si triunfa –como se espera- la derecha. En ese caso un tema central de esta transición es la negociación de la impunidad para Maduro y toda la camarilla gobernante, incluidos sectores de las fuerzas armadas.

Los capitalistas desconfían de que Maduro acepte pasivamente un resultado electoral adverso. Las posibilidades de autogolpe, o la represión y acción popular en caso de resistencia a algún intento de fraude. Es por eso que Lula y Petro han salido contra Maduro, provocando un aislamiento mayor del chavismo, planteando abiertamente que Maduro debía aceptar los resultados si termina perdiendo las elecciones, les preocupa que una desestabilización en Venezuela que la convierta en ingobernable repercuta abiertamente en Brasil y Colombia.

El imperialismo juega a dos puntas, no solo al triunfo de la derecha. El capital financiero internacional, en primer lugar de la mano de los monopolios petroleros, quiere retomar un avance y control sobre el negocio petrolero. Esencial para bajar los costos de su producción dada la cercanía para el flete y la calidad particular del petróleo venezolano. Los monopolios estarían de acuerdo en retomar a fondo los negocios en Venezuela, si Maduro se mantiene en el poder por haber “ganado” las elecciones con o sin fraude, salvo que el fraude fuera alevosísimo. Protestarían, pero… a ejercer una “real politik” y retomar los negocios con Maduro, al que consideran como casi el único que podría mantener a las masas quietas y regimentadas. El frente derechista es heterogéneo y correría riesgo de dividirse.

Gran parte del “trabajo sucio” del “ajuste” contra el pueblo ya fue realizado por Maduro. Este ha reprivatizado 48 empresas estatales, bajado el salario y el nivel de vida de las masas a niveles inauditos, etc.

Balance

Hoy las masas venezolanas se encuentran ante una encerrona, ya que las opciones electorales tienen lugar entre un gobierno “nacionalista de camarillas” que las ha empobrecido hasta el hambre y una variante derechista y reaccionaria, agente directa del imperialismo.

Votar a cualquiera de ambas opciones es mantenerse en el abismo.

Las ilusiones de la izquierda que hizo seguidismo al nacionalismo burgués -Kirchner, Lula/Dilma, Chávez/Maduro, etc.- en Latinoamérica se han visto estrelladas, por la confluencia de este con el FMI y el imperialismo. No se trata de volver a “los inicios” del kirchnerismo, del PT o del chavismo, sino de asimilar esta evolución proimperialista de los movimientos nacionalistas burgueses.

Casi todos los partidos de izquierda hicieron seguidismo al chavismo. Algunos incluso se incorporaron directamente a esta corriente, apoyando al gobierno. El Partido Comunista de Venezuela (PCV), que fue parte de este proceso -y por su ruptura con él, fue intervenido por el Tribunal Supremo de Justicia-, acusa ahora al gobierno de Maduro de ser “neoliberal” y “antiobrero”. También corrientes que se reclaman del trotskismo se subordinaron políticamente al chavismo. Después de un largo período, se fueron abriendo frente a la deriva crecientemente antiobrera y “neoliberal” del mismo, pero en muchos casos coqueteando con la lucha “democrática” de los golpistas proimperialistas.

Estas corrientes han conformado ahora un bloque frente a las elecciones integrado por el Partido Socialismo y Libertad (PSL, enrolado en la UIT-CI), el PPT-APR (Patria Para Todos – Alianza Popular Revolucionaria), Marea Socialista (LIS) y la Liga de Trabajadores por el Socialismo (PTS), lanzando la Campaña “La clase trabajadora no tiene candidato” y llamando al voto nulo. Queda por delante para los trabajadores de la ciudad y del campo, las organizaciones obreras y los partidos de la izquierda venezolana abrir un debate cuya conclusión esté basada en sacar un balance y avanzar en la necesidad de una organización política de los trabajadores independiente de toda fracción patronal, incluido, por supuesto, el chavismo y cualquiera de sus variantes, para encarar la resistencia de las masas y la lucha por la recuperación de su salario y conquistas y madurar la lucha por un gobierno obrero y campesino en Venezuela en el marco de la unidad obrera y socialista de América Latina.

La rebelión de la juventud en Bangladesh
prensaobrera.com