Internacionales

29/12/2022

Elon Musk busca desestimar una denuncia de 100 exempleados por despidos en Twitter

Un nuevo capítulo de la ofensiva antilaboral en los gigantes tecnológicos.

Imagen: edición de Prensa Obrera.

Desde el momento en que el magnate Elon Musk compró Twitter anticipó una cosa: la red social del pajarito iría a una reducción drástica de la plantilla laboral. Dicho y hecho, una de sus primeras medidas al frente de la empresa fue el despido de la mitad de los trabajadores, en lo que fue la antesala de su intento por imponer condiciones laborales de superexplotación que llevaron a la renuncia de otros tantos. Frente a ello, más de 100 afectados presentaron una demanda judicial colectiva en un Tribunal Federal de California que ahora Musk intenta desestimar.

Los abogados de la empresa postulan que la situación entre los distintos trabajadores “no es tan similar”, y que por ello “no puede considerarse demanda colectiva”. Además, argumentan que “las alegaciones son vagas e imprecisas” y que los demandantes “siquiera intentan definir una clase o rango de empleados, sino que hablan de otros en la misma situación” (New York Post, 26/12). Pero lo que ocurre en Twitter debe verse en el contexto de una ofensiva general contra las condiciones de trabajo y los puestos laborales entre los principales gigantes de la tecnología.

Grupos tales como Microsoft, Amazon, Google o Meta (conglomerado que aglutina a Instagram, Whatsapp y Facebook) han cerrado balances profundamente negativos en el último período al son de la recesión mundial. De hecho, el flamante dueño de Twitter ya no es el hombre más rico del mundo, porque su fortuna se desplomó en 132 mil millones de dólares este año. Si bien este dato sobre Musk viene formulado en gran parte por la declinación sobre las acciones de Tesla -la empresa de automóviles que fundó-, los “pesos pesados” del mundillo digital reportan de manera combinada una caída libre equivalente a los 433 mil millones de dólares en el 2022 (New York Post, 27/12).

Ante esta situación, las empresas buscan avanzar con despidos masivos y con un aumento de la tasa de explotación. El grupo Meta, franco competidor de Twitter en las redes sociales, despidió 11.000 empleados en noviembre, el 13% de su fuerza de trabajo. Por los mismos días, Amazon hacía lo propio con 10.000 trabajadores; que es la misma cantidad que Google tendría en la carpeta de despidos para el 2023, un objetivo para el que empezaron a preparar el terreno calificando internamente a los involucrados como “empleados de bajo rendimiento” (The Information, 17/11). Por su parte, Microsoft despidió en octubre a unos 1.000 empleados en lo que fue su tercer ola de despidos en el año.

Con ello, las empresas acompañan las desvinculaciones con la imposición de una mayor sobrecarga y una ampliación de la jornada laboral a los trabajadores que quedan -tal como busca hacer Musk en Twitter. Los motivos de fondo de esta crisis los hemos explicado previamente: esta rama de la economía está basada en un modelo de negocios con altos niveles de endeudamiento, aprovechando la política monetaria que habían adoptado los principales Bancos Centrales (tras la crisis del 2008), de bajas tasas de interés e inyección de estímulos monetarios. Ante un proceso inflacionario en todo el mundo, acicateado por la guerra en Europa, se imponen ahora fuertes restricciones y subas de tasas lideradas por la Reserva Federal yanqui. El encarecimiento crediticio y las perspectivas de recesión mundial asestan un golpe a las big tech, sin descontar la competencia ascendente de compañías, sobre todo chinas, como la creciente popularidad de TikTok.

Lo que hay de fondo entonces en el juicio a Twitter y el intento de Musk por desestimarlo es una expresión de lo más pura de la lucha de clases. Es el capital intentando descargar el peso de su propia bancarrota sobre la espalda de los trabajadores, que oponen resistencia para no ser ellos quienes barran platos que no rompieron. Este es el quid de la cuestión, por mucho que hable Musk de “transformar” al pajarito y de darle “mayor libertad de expresión”, lo que a su turno se cayó por su propio peso en las últimas semanas con el cierre de cuentas a varios periodistas que lo criticaron. Apoyo incondicional a los trabajadores de las empresas tecnológicas en su lucha por conservar los puestos de trabajo y en defensa de condiciones laborales dignas.