En la “democrática” Canadá, un genocidio de mujeres indígenas con la complicidad del Estado

Ataque sistemático a la población originaria

Un Comité canadiense creado para la investigación del asesinato, entre 1980 y 2012, de 1017 mujeres indígenas y la desaparición de otras 164, concluyó que se trató “de un genocidio  planificado, basado en la raza, la identidad y el género, que se apoya en políticas colonialistas y la inacción oficial, del cual ha sido cómplice el propio Estado” (New York Times, 3/6).


La cifra incluye a todos los miembros de los grupos indígenas, pero abarca mayoritariamente a mujeres, niñas y miembros de la comunidad LGTBQI.


Pero los ataques y asesinatos no son cosa del pasado, sino que las cifras “no han hecho más que aumentar. Patricia Hajdu, quien fue ministra para las Mujeres, estima que el número de asesinatos del período abarcado por el informe podría alcanzar a las 4000 mujeres, pues muchos casos no son reportados” (NYT, 31/5). La policía canadiense estima que un 10 por ciento de todas las mujeres desaparecidas en Canadá son de origen indígena.


El informe del comité dado a conocer ayer estima que las mujeres indígenas tienen hasta 12 veces más probabilidades de ser víctimas de asesinatos y desapariciones.


Una historia de asesinatos


El genocidio de una población indígena que era numerosa, fue permanente desde fines del siglo XIX. En junio de 2015, “una comisión especial encargada de investigar los maltratos que sufrieron miles de niños indígenas en internados federales entre 1883 y 1996, catalogó como un genocidio cultural lo ocurrido en esos centros. Además de castigos físicos y agresiones sexuales, existió un esfuerzo sistemático para despojar a los menores de sus lenguas originarias y sus tradiciones culturales” (NYT, 3/6).


“Una estimación realizada a mediados del siglo pasado indica que entre el 24% y el 42% de los niños aborígenes internados en escuelas residenciales murieron en la escuela o poco después de salir de ella” (ídem).


Pero los ataques -especialmente centrados en las mujeres- son moneda corriente también en la actualidad. Justamente, dos casos emblemáticos de asesinatos de mujeres indígenas, una de ellas una  niña de 14 años en 2014, y la exculpación del asesino por parte de la justicia, fueron los que generaron una indignación social que impulsó al entonces candidato Justin Trudeau (hoy primer ministro) a prometer en su campaña la realización de una investigación sobre el tema y luego a formar la comisión.


Las niñas y mujeres indígenas suman el 4% de la población femenina de Canadá, pero representan el 16% de todos los homicidios de mujeres, de acuerdo con las propias estadísticas del gobierno.


Frente al tamaño del ataque a la población y a las mujeres indígenas, al que califica repetidamente de genocidio, el documento emitido por la comisión gubernamental plantea medidas menores como la designación de un ombudsman dedicado a los derechos indígenas, un mayor número de agentes de policía indígenas y proyectos más ambiciosos en apoyo a las víctimas.


La hipocresía de Trudeau


El primer ministro liberal, que sumó votos con la promesa de investigar los asesinatos de las últimas décadas fue duramente cuestionado por dirigentes indígenas, activistas y defensores de esas comunidades, quienes plantearon que “la investigación ha estado marcada por la falta de transparencia” y que “Trudeau intenta que se vea con anteojos de color rosa un capítulo muy oscuro de la historia canadiense”, dijo el cineasta indígena Kim O’Bomsawin. “Se trata solo de más palabras” (NYT, 31/5).


Es que Trudeau planteó la investigación “como una forma de superar lo que definió como décadas de ´humillación, descuido y abusos´ de las poblaciones indígenas canadienses y para promover la reconciliación”. En el mismo camino, “los grandes diarios nacionales confirman la magnitud del problema, pero hacen un llamado a la cordura para evitar que la polémica se adueñe de la situación” (idem).


Es decir que se trata de cerrar un tema que golpea permanentemente a las comunidades indígenas, con un manto de “olvido” y “reconciliación”. Esa es la política de Trudeau. Y por esa razón, como destacan activistas defensores de los derechos indígenas, pese a que el informe repite 122 veces que ha sido un genocidio, Trudeau, en su discurso de cierre de la presentación del informe, no utilizó esa palabra ni una sola vez.


Las comunidades indígenas canadienses y especialmente sus mujeres, golpeadas por décadas de ataques, tienen hoy un marco internacional en el cual referenciarse. No es el gobierno de Trudeau el que va a dar respuesta y poner coto a las agresiones y asesinatos. También allí está planteada la organización de las y los atacados, el Ni Una Menos, que gane las calles para terminar con las muertes y la opresión social.