En Palestina y el mundo, un fuerte grito contra la anexión israelí de Cisjordania

El pueblo rechaza en las calles de Ramallah, Jericó y Gaza el plan de usurpación acordado con EE.UU., que debía comenzar este miércoles 1 pero sigue encontrando escollos.

Protesta en Gaza

Miles de palestinos salieron a las calles este miércoles 1, tanto en la ciudad de Gaza (principal ciudad de esa franja) como en las ciudades cisjordanas de Ramallah y Jericó, en la fecha fijada para el comienzo del plan de anexión de un 30% de Cisjordania –incluidas las colonias ilegales israelíes y el estratégico Valle del Jordán- por parte del Estado de Israel. Así lo había acordado este en enero con el gobierno de Donald Trump.


“La resistencia debe revivir”, sentenció un manifestante de Gaza en diálogo con AFP, con la claridad de que esta nueva avanzada sionista precisa ser enfrentada con una gran movilización popular, en la mejor tradición del pueblo palestino.




Las expresiones de solidaridad con esta causa se han multiplicado en todo el mundo, incluyendo concentraciones recientes en Estados Unidos, Bélgica y Francia, y numerosas proclamas de judíos antisionistas.


Las noticias y declaraciones de funcionarios de esta semana sugieren que el comienzo del plan de anexión sería postergado. Los enormes problemas que viene enfrentando Netanyahu para poner en marcha la topadora, de los que dimos cuenta en un artículo anterior, no han hecho más que agravarse: la pandemia de coronavirus está en su peor momento, con la mayor tasa diaria de contagios (773) desde el comienzo de la crisis; el millón de desempleados por el parate económico no encuentra respuestas y la carta norteamericana no está asegurada. Desde Washington –con un Trump ya complicado por la revuelta interna- reclaman que Netanyahu tenga un acuerdo claro con su ministro de Defensa (y futuro sucesor en el cargo) “Benny” Gantz antes de pisar el acelerador, al tiempo que este condiciona el asunto a que se consigan apoyos en los países de la región, que no llegan siquiera desde los más amigos de Israel. Junto con ello, Gantz dijo este lunes que la fecha del 1° de julio “no es sagrada” y que “todo lo que no esté relacionado con la batalla contra el coronavirus” deberá esperar. Un sondeo reciente del canal Keshet 12 señala que solo un 5% de los israelíes consideran que la anexión debe ser la prioridad del gobierno; un importante sector de la población –como expresaron otras encuestas y la marcha en junio en Tel Aviv– directamente la rechaza.


Los palestinos tienen sobradas razones para movilizarse. El inicio formal del plan podrá postergarse, pero ya hoy colonos armados arrasaban grandes extensiones de tierra palestina.




Netanyahu, envuelto en la crisis descripta y en un juicio por corrupción que acaba de comenzar, juega en el plan de anexión su capital político, y está apurado por avanzar antes de las elecciones norteamericanas de fin de año. Su base derechista, a la que le prometió este avance en tres sucesivas campañas electorales recientes, lo emplaza a ello. Recientemente hubo pasos en este sentido, con la instalación de autopistas y nuevas colonias en territorios palestinos, así como desplazamientos y asesinatos. Amén de sus declaraciones de estos días, Gantz había señalado la semana pasada que “Israel no continuará esperando a los palestinos –a que se sienten a negociar-. Avanzaremos con o sin ellos”. Durante junio se hablaba de un comienzo de la anexión por partes, incorporando a Israel las colonias de Ariel, Maale Adumin y Kfar Etzion.



La Organización por la Liberación de Palestina (OLP), al mando de la Autoridad Palestina que administra Cisjordania, determinó el fin de la cooperación en seguridad con Israel, dejó de recibir los impuestos que este recauda para ella y hasta amenazó con declarar su propio Estado. Se trata de bravatas vacías, en las que la OLP tiene larga trayectoria. Lo cierto es que mientras la situación reclama el retiro incondicional del plan usurpador, la OLP aseguró nuevamente este lunes que está dispuesta a reanudar las negociaciones bilaterales (que se habían interrumpido en 2014) y hasta ya anunció su disposición (en una carta a EE.UU., la UE, Naciones Unidas y Rusia) a “modificaciones menores de fronteras” y a un “Estado palestino soberano y desmilitarizado” –una contradicción en los términos, que de hecho ya estaba prevista en el plan Trump-Netanyahu. Las nefastas consecuencias de estas políticas de conciliación con el sionismo son conocidas, como muestran la multiplicación de colonias y las matanzas de palestinos en estos años. Y, en general, la sistemática pérdida de territorio en las últimas décadas.


Lo que está a la orden del día, por el contrario, es un levantamiento generalizado del pueblo palestino, y ese es el motivo de fondo por el que los países árabes más ligados a Israel, y hasta históricos aliados del sionismo como Inglaterra y Alemania, lo instan a encontrar una “solución” menos revoltosa -ello, claro, sin dejar de ratificar su compromiso con el Estado de Israel (como también lo hace el candidato presidencial demócrata Joe Biden, pese a sus declaraciones contra la anexión) ni amenazar con sanciones. Medio Oriente ha sido el escenario de numerosas rebeliones en el período reciente, y el imperialismo teme las imprevisibles consecuencias de una asonada palestina en la conciencia y la acción de sus pueblos.


Para derrotar el plan de anexión, en efecto, “la resistencia debe revivir”, y la población trabajadora de todo el mundo tiene planteada una gran acción de solidaridad con ella, incluido el derecho a la legítima defensa palestina ante cualquier avanzada sionista.


Las provocaciones de Netanyahu vuelven a mostrar la disyuntiva histórica de la región: o la usurpación permanente, o una Palestina única, laica y socialista, que integre una federación socialista de los pueblos de Oriente Medio.