Enorme movilización de los trabajadores inmigrantes

El 1° de mayo, huelgas y manifestaciones


El 7 de marzo, más de 30.000 inmigrantes se lanzaron a la calle en Washington en defensa de sus derechos. Tres días después, cientos de miles (los cálculos van de 200.000 a medio millón) tomaron el centro de Chicago. Y era sólo el principio. El 25 de marzo casi un millón de personas manifestó en Los Angeles, la mayor movilización de inmigrantes de la historia estadounidense. La manifestaciones fueron también multitudinarias en otras ciudades y estados: 50.000 en Denver (Colorado), “decenas de miles en Detroit (Michigan) ciudad de las grandes automotrices y donde trabajan muchos de ellos… Houston y Dallas (Texas), San Francisco fueron igualmente teatro de grandes movilizaciones” (Le Monde , 2/4). En Atlanta, los organizadores de la protesta informaron que 80.000 latinos no se presentaron a sus trabajos. Miles y miles tomaron las calles centrales de Milwaukee y Phoenix y en pueblos de Oregon, Nueva Jersey, San Francisco, Trenton y Tennnessee, entre otros.


 


En apenas dos semanas, los inmigrantes se volcaron en masa a la protesta en más de 15 ciudades. En Chicago “varios activistas señalaron que era la movilización más grande de la ciudad desde fines del siglo XIX, cuando se desató allí la lucha por la jornada de ocho horas —lucha que cada 1° de Mayo se celebra alrededor del mundo en memoria de los mártires de Chicago” (ídem). La analogía cobra un sentido más concreto si se tiene en cuenta que una coalición de organizaciones sindicales e hispanas hizo un llamamiento a una huelga general de inmigrantes el 1° de mayo próximo (que fue bautizada “un día sin inmigrantes” porque la huelga es parte de un boicot que incluye no efectuar ninguna compra o actividad económica). (Le Monde, 2/4).


 


Divisiones en la cúpula


 


La masividad de las protestas desbordó todos los pronósticos. Ahora “el problema de la inmigración ilegal puede convertirse en el tema estrella de las elecciones legislativas del próximo noviembre: (ya) está al rojo vivo en estados como California, Tejas, Nueva York e Illinois, decisivos para las aspiraciones de los dos partidos” (El País , 31/3). La división del gobernante partido republicano sobre esta cuestión, que estimuló los movimientos de inmigrantes, refleja la crisis más general del régimen. El pantano iraquí, el desastre del gobierno luego del Katrina en Nueva Orleans y las denuncias de negociados y corruptelas han dejado a Bush en la lona. Los clanes del partido republicano guerrean entre sí en el Congreso.


 


Un ala de los republicanos, encabezada por el senador John McCain, llegó a un acuerdo con los demócratas, en torno a un planteo próximo al de Bush: otorgar “visas temporales” que dilatarían la expulsión de los indocumentados por 3 ó 4 años durante los cuales podrían trabajar si pagan una multa y los impuestos atrasados, entre otros “deberes”. Esto no los salvaría de la expulsión porque no se les daría ni la residencia permanente ni, por supuesto, la ciudadanía. ¡Y este es el proyecto más benigno! Existe un verdadero abismo con el reclamo de amnistía y legalización que levantan las multitudes en la calle.


 


El líder del partido de Bush en el mismo Senado, sin embargo, “es un feroz enemigo de los visados temporales (…) por sus aspiraciones presidenciales para 2008, pues quiere ganarse el favor del ala más dura del partido” (ídem). En el último fin de semana, se habría avanzado en un “acuerdo” interpartidario que obligaría a los inmigrantes ilegales que han estado en el país entre dos y cinco años a regresar a sus países de origen y volver con visas de trabajo temporarias. Los que han estado más de cinco años no tendrían que regresar pero los que llevan menos de dos, tendrían que partir sin la seguridad de poder volver. Las negociaciones se aceleraron bajo la presión de los acontecimientos, con el propósito de sacar el problema de las calles, donde punteros demócratas y republicanos trataron de “posicionarse”, desatando un vendaval. Pero un “acuerdo” tan miserable puede terminar echando más nafta al fuego en el convulsionado clima actual.


 


Una cuestión explosiva


 


En Estados Unidos ingresan 500.000 inmigrantes ilegales cada año pero sólo se conceden 5.000 visas. Los “indocumentados” son carne de cañón en las peores condiciones de trabajo, incluyendo la servidumbre que no es otra cosa que el extremo de la “flexibilización laboral”. Por eso mismo, lo que se pretende ahora es crear condiciones “legales” de explotación y esclavitud. “Tenemos que hallar una forma legal para que los empleadores encuentren a la gente que necesitan para mantener sus negocios funcionando”, acaba de declarar el jefe de los republicanos en el Senado (La Jornada, 6/4)


 


Los trabajadores extranjeros son claves en ramas enteras: en el campo, en la minería y hotelería, en los servicios y en las tareas más descalificadas y/o mal pagas de la industria. Son jornaleros agrícolas, lavaplatos, mucamas, barrenderos, trabajadoras domésticas, cuidaniños, albañiles, peones. Los explotadores yanquis necesitan esta tropa esclavizada para avanzar contra el salario de toda la clase obrera norteamericana. Los pulpos automotrices ya han dicho que, sin ellos, la industria “emblema” del imperialismo no puede funcionar. La poderosa autopartista Delphi, parte del imperio de la General Motors volvió a anunciar días atrás que va a suspender el convenio firmado con sus trabajadores. Algo que desataría una huelga general.


 


Aunque la burocracia de la AFL-CIO carnereó todo este movimiento, numerosos sindicatos locales y regionales y organizaciones vinculadas a los trabajadores donde el peso de la mano de obra inmigrante es más importante, se han volcado al campo de las reivindicaciones contra el gobierno. No sólo es un “gigante que se despierta” sino que en la vereda de enfrente hay otro que se derrumba. El muro que se pretende construir en la frontera mejicana, como el que se construye en el otro lado del planeta contra los palestinos, se hacen bajo el mismo signo de la “protección” contra los que algunos consideran un fenómeno demográfico irreversible


 


El problema no es la demografía sino al agotamiento de un sistema social que ya no puede ofrecer una alternativa de progreso.