España “no va bien”

Crisis económica y agotamiento del gobierno

En el marco de la “jornada de acción europea” convocada para el 29 de septiembre, que en la mayor parte de los casos se limita a manifestaciones testimoniales, las centrales sindicales españolas UGT y Comisiones Obreras convocaron a una huelga general, la primera que se le realiza al gobierno de Zapatero. Esta convocatoria a la huelga está lejos de representar un contraste con la política que está llevando adelante la burocracia sindical en toda Europa. Se trata de un paro convocado hace más de tres meses para echar lastre, transformado en un mero saludo a la bandera. La crisis impacta cada vez más profundamente a todas las clases sociales del Estado español y acelera el agotamiento del gobierno: la situación española se ha convertido en uno de los ejes de la crisis europea y mundial.

Las estadísticas de agosto confirmaron un nuevo aumento de la desocupación, por arriba del 20%. Un mes después de aprobada la reforma laboral, tan sólo un 6% de los empleos creados fueron con contrato indefinido. “La conclusión es irrefutable”, dice El País, “lejos de mejorar, la temporalidad empeora”. Incluso “el contrato estrella de la reforma, el fomento de la contratación indefinida, que el gobierno ha pretendido universalizar como contrato fijo con despido barato, se está convirtiendo en residual”.

Después de implementar su plan de ajuste y poner en marcha la reforma laboral, el gobierno acaba de anunciar que eliminará una ayuda de poco menos de 500 euros que recibían los desocupados una vez agotado el período del subsidio al desempleo. Un informe reciente puso de manifiesto un aumento significativo de los hogares en situación de “exclusión” o de “integración precaria”, concentrados en las familias de inmigrantes o a cargo de mujeres. “El peligro de este avance” de la pauperización social, se alarma el principal periódico, “es la ruptura de la cohesión social: no estamos todavía en la situación que se dio en Francia, cuando ardía la periferia de París por revueltas de jóvenes hijos de inmigrantes, pero el proceso puede ser parecido”.

Según las encuestas de opinión, “se mantiene instalado entre los españoles un pesimismo general sobre la situación económica y política” (El País, 5/9). Este creciente “malestar” de la población ante las consecuencias de una crisis coexiste, sin embargo, con un retroceso en el apoyo a la huelga general convocada por las burocracias de UGT y CCOO, que la mayoría considera “inoportuna”. El paro fue convocado en forma dilatoria en el momento álgido de la crisis. En los últimos días, incluso, la burocracia negoció “satisfactoriamente” con el gobierno la provisión asegurada de “servicios mínimos” en el transporte y otras ramas.

Junto a la de los sindicatos, la crisis ha pulverizado la imagen de Zapatero, que retrocedió en las encuestas a sus niveles mínimos y perdería las elecciones por casi diez puntos. Ya comenzaron las disputas al interior del PSOE: el líder de los socialistas madrileños acaba de rechazar la propuesta oficial de llevar como candidata electoral a la ministra de Salud, Trinidad Jiménez, y reclamó la convocatoria a elecciones internas, que se harán en octubre, para definir al candidato del PSOE en una elección regional que en cualquier caso nadie duda que perderán. “El único consuelo de Zapatero es que no está solo en los últimos lugares de las encuestas: Mariano Rajoy está incluso peor visto en algunas de ellas”, señala The Economist. El desbarranque de Zapatero no implica, en realidad, un crecimiento del PP. “Una mirada que gana terreno es que la victoria en la próxima elección será para aquel partido que logre cambiar su líder a tiempo” (ídem).

La supervivencia de Zapatero se debe a sus acuerdos circunstanciales con los partidos derechistas de la burguesía catalana y al que ahora intenta cerrar también, unido por el espanto, con su equivalente vasco, el PNV -y a que el propio PP también le huye a la perspectiva de una caída anticipada del gobierno que lleve al adelantamiento electoral. En este cuadro de impasse general se inscribe el reciente anuncio de un nuevo alto el fuego por parte de ETA, que atraviesa su propia crisis (véase PO Nº 1.116, 4/2).

Hace una semana comenzó una huelga de más de 10.000 trabajadores del carbón, en reclamo contra el cierre de las minas. La huelga “ha paralizado las cuencas mineras” en Asturias, León, Castilla, La Mancha y Aragón e incluye una “marcha negra” que recorre pueblos y minas para llegar a León el día de la huelga general.