España: quién manda en el PSOE

La implosión del régimen político, al calor de la crisis capitalista


Tal como planteamos la semana pasada en Prensa Obrera, el resultado de las elecciones gallegas y vascas llevó a un desenlace la crisis interna del PSOE. La división entre buena parte de los dirigentes regionales, partidarios de favorecer con una abstención la investidura de Rajoy, y Pedro Sánchez y sus aliados, que habían defendido el planteo de votar en contra de un gobierno del PP, se resolvió con la victoria de los primeros y la dimisión del secretario general. En la reunión del comité federal, realizada en Madrid el sábado pasado, la propuesta de Sánchez de celebrar en lo inmediato unas primarias y un congreso extraordinario fue rechazada por 133 votos a 107. Ante la renuncia del secretario general, se acordó la formación de una “comisión gestora”, que tendrá a cargo la dirección del partido hasta la celebración de un próximo congreso, algo que ocurrirá recién luego de que “se resuelva la gobernabilidad de España”. Lo que se espera es que la “gestora” sea quien pilotee el costo político de permitir la investidura del PP.


 


Desde su elección como secretario general, en 2014, Sánchez condujo al PSOE a una sucesión de derrotas electorales, que llevaron al partido a sus niveles de votación más bajos de la historia. Se mostró como hombre del régimen en todo momento, acompañando todas las “políticas de Estado” del PP. A principios de este año, cuando el rey le asignó la tarea de formar gobierno dado que Rajoy carecía de mayoría absoluta, buscó el apoyo de Ciudadanos, con un programa político de ajuste, que tampoco pudo alcanzar los votos necesarios para una investidura. Hasta último momento se opuso a cualquier negociación seria con Podemos, a pesar de la voluntad explícita de estos últimos por integrarse a un cogobierno. Notablemente, Sánchez logró demoler el caudal electoral del PSOE y reforzar al PP incluso en medio de los escándalos de corrupción y las políticas de ajuste del partido de Rajoy.


 


El colapso de Sánchez, por otra parte, es una victoria en toda la línea de la presión ejercida por la burguesía española y europea para evitar unas terceras elecciones, bloquear cualquier variante que implicase un acuerdo con Podemos o los grupos nacionalistas y forzar al PSOE a garantizar la formación de un gobierno de Rajoy. Las principales empresas del Ibex 35 (el índice bursátil español, equivalente al Merval argentino) se pronunciaron en los medios financieros responsabilizando a Sánchez de continuar el bloqueo político y perjudicar así la economía del país, en el medio del marasmo que ha generado la crisis del Deutsche Bank. A fines de agosto, el mismo pedido lo había hecho una editorial del Financial Times. Al coro se sumó Felipe González, como no podía ser de otra manera, reclamando la abstención del PSOE y la dimisión de Sánchez, de quien dijo que lo había “engañado”. 


 


El ariete de toda la campaña fue el grupo de multimedios Prisa a través de las editoriales del diario El País, que desarrollaron durante toda la semana una intervención inédita para forzar la salida de Sánchez. El martes anterior, la editorial del grupo planteó que era un “insulto a la inteligencia” sugerir siquiera la posibilidad de formar un gobierno alternativo al del PP y atacó frontalmente la propuesta de Sánchez de convocar a unas primarias y a un congreso en el próximo mes. Al día siguiente, El País planteó que la salida de Sánchez era “imprescindible” y calificó al dirigente socialista de “insensato sin escrúpulos que no duda en destruir el partido que con tanto desacierto ha dirigido”. Luego de la derrota de Sánchez en el comité federal, El País marcó la cancha a futuro, señalando que la decisión tomada por ese órgano “no cabe ser apelada ni cuestionada”, que el PSOE es “clave para la gobernabilidad y estabilidad de España” y que debe enfrentar la realidad de que no tiene “ninguna posibilidad de armar un gobierno alternativo” al del PP. Las apretadas de las editoriales de El País fueron tan brutales que el comité de redacción, integrado por los periodistas del diario, pidió una reunión con el editor, quien los rechazó diciendo que es el único encargado de fijar la línea editorial de la publicación.


 


Durante toda la semana, Sánchez intentó resistir al golpe con amagues bonapartistas. Apenas conocido el resultado de las elecciones del pasado domingo planteó la convocatoria a unas primarias para fines de este mes y un congreso extraordinario para noviembre, con el objetivo de revalidar su posición y obligar a sus adversarios a enfrentarse en una disputa abierta ante una base militante que en su mayoría rechaza cualquier acuerdo con el PP. La respuesta de los críticos fue la renuncia en masa de 17 miembros de la ejecutiva del partido, con el objetivo de declararla acéfala y convocar a la comisión de control partidaria, en la que tenían mayoría. Sánchez se quedó en la sede partidaria, mantuvo en funciones a la ejecutiva con los miembros que quedaban y convocó al comité federal del sábado: evitó, sin embargo, salir a hacer declaraciones ante las bases del partido y emitió un comunicado pidiendo a los militantes que no se movilizaran a la sede el día de la reunión. Luego de su derrota en la votación, presentó de inmediato su dimisión y se retiró, llamando a la “unidad del partido”. 


 


El colapso del PSOE y la renuncia de Sánchez son una victoria para Mariano Rajoy, que ahora ve mucho más cercana la posibilidad de una abstención del PSOE (o al menos de once de sus 85 de diputados, lo cual sería suficiente) que le permita formar gobierno. Nadie descarta, de todas maneras, la posibilidad de unas terceras elecciones, una opción que el PP ahora blande como amenaza y extorsión a sus adversarios, porque las encuestas indican que obtendría una victoria aún más amplia. Según El Mundo, el PP plantea ahora que ya no es suficiente una simple abstención y pide “garantías de gobernabilidad, es decir, apoyo suficiente como para asegurar la estabilidad del Gobierno”. Rajoy exige una rendición incondicional, a sabiendas que la alternativa para el PSOE es ir a unas elecciones sin candidato ni dirección política, enfrentándose a una catástrofe electoral aún más severa. The Guardian caracterizó que el PSOE quedó “mortalmente herido” y que, si pretende negociar, solo podría hacerlo “con las manos en alto”. “Ojalá podamos abstenernos”, planteó un miembro del comité federal del PSOE, según titula El Diario este domingo. 


 


La crisis brutal del partido que más gobernó España desde la muerte de Franco (catorce años de Felipe González y ocho de Rodríguez Zapatero), controla numerosas comunidades autónomas y aún mantiene un control sobre buena parte de la burocracia sindical, es un factor que acelera la implosión del régimen político montado en el Estado español en las últimas décadas y una pieza del descalabro más general de la socialdemocracia europea, al calor de la crisis mundial. 


 


 


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