Estado español: ¿A dónde va la izquierda vasca?

Desde que a mediados de 2007 se rompieron las negociaciones entre ETA y el Estado español, se profundizaron las contradicciones y debates internos en la militancia nacionalista vasca, conocida como “izquierda abertzale” (“patriota” en euskera). A la continuidad de la ilegalización y proscripción electoral, se sumó la intensificación de la represión del activismo, que ya alcanza niveles propios de un estado de sitio. A mediados de octubre, la dirección de Batasuna, la ilegalizada formación política de la izquierda abertzale, dio a conocer un documento de debate que fue considerado como el punto de partida de un nuevo intento de apostar por la “vía política” ante la impasse de la lucha armada de ETA (el documento está disponible en español en www.ezkerabertzalea.info).

Aunque se define a favor de un Estado “socialista”, el documento reproduce las posiciones democratizantes y pro-capitalistas que han caracterizado al nacionalismo radical vasco. Reivindica a los “gobiernos progresistas” de América Latina y señala que con Obama se han priorizado las “salidas negociadas” a los conflictos, además de plantear que un Estado vasco “le abrirá las puertas a la democracia participativa” y que “el sistema político se basará en las elecciones y en base al apoyo logrado en dichas elecciones podrán gestionar los partidos políticos las instituciones”. Vuelve a insistir en la búsqueda de apoyos para la independencia dentro de la Unión Europea y el imperialismo, poniendo como ejemplo el surgimiento de nuevos Estados en los Balcanes. Olvida que estos Estados son el producto de la intención imperialista de desmembrar la región y no de una inexistente voluntad de respetar la autodeterminación nacional. No hace falta decir que el imperialismo no tiene la menor intención de desarmar el Estado franquista español -como tampoco lo tiene la burguesía vasca, aunque el documento vuelve a hacerle un guiño a esa burguesía cuando plantea que el principal factor para justificar la independencia es que Euskal Herria es un pueblo “con grandes rentas y recursos económicos”.

El “abandono de la violencia”

La mayoría de los analistas, de todas maneras, dio poca importancia a estos tramos del texto y destacó que lo más importante del documento está en sus críticas a la política de ETA en las últimas negociaciones con el Estado español. Aunque lo hace entre líneas, pone de manifiesto la existencia de un debate interno sobre el balance de la última tregua, que dejó un saldo político muy negativo: más ilegalizaciones y proscripción electoral, más presos y la llegada al gobierno regional de una coalición del PSOE y el PP. El texto señala que “en cuanto al final del alto el fuego, en la cabeza de muchos ha estado rondando la idea de que tal vez se tuvo la misma prisa para terminarlo que para comenzarlo” y plantea que “era la ofensiva política la que había que priorizar”, poniendo de manifiesto que la ruptura de la tregua por parte de ETA, a fines de 2006, se produjo en el contexto de una discusión al interior del activismo vasco.

El documento no plantea el “abandono de la violencia” ni critica abiertamente a ETA, pero reclama que “la izquierda abertzale debe liderar y compartir una estrategia cimentada exclusivamente en la adhesión popular” y señala que el proceso democrático debe realizarse “sin ninguna violencia ni injerencia externa”, en lo que fue considerado por todo el mundo como un intento de recuperar la posibilidad de participación electoral. Varias fuentes indican que uno de los principales responsables del documento es el sudafricano Brian Currin, considerado un “experto internacional” que intervino en los procesos de paz de su país, Ruanda e Irlanda del Norte. Este último país es el caso tomado como modelo por los que quieren repetir en Euskal Herria la experiencia del desarme del IRA. Currin planteó en un reportaje reciente que está “esperanzado” por un inminente posicionamiento de condena de la violencia (Noticias de Gipuzkoa, 1/11/09).

Durante los últimos meses del año pasado, el texto fue debatido en las asambleas y agrupamientos del activismo abertzale y dentro del colectivo de presos. Algunos medios plantearon que desde la dirección de ETA habían surgido fuertes críticas al documento de Batasuna: según el diario Deia (26/10/09), ETA consideró que la dirección del ala “política” de la izquierda abertzale había “perdido la perspectiva”, que su estrategia se limitaba a la “ambición política” y que “no ofrecía salidas a largo plazo”. A comienzos de enero, El País y otros periódicos españolistas aseguraban que ETA estaba buscando “cortar el debate” ante la evidencia de que los planteos de Batasuna estaban obteniendo una mayoría en las asambleas. A mediados de mes, se dio a conocer un comunicado de ETA que, sin adoptar definiciones tajantes, plantea que “la izquierda abertzale ha hablado y ETA hace suyas sus palabras”, aunque “teniendo claro que hay que responder a la represión” (Gara, 17/1).

Varias décadas de frustraciones

En las últimas décadas se han producido varias rupturas en el activismo vasco, con grupos que anunciaron el “rechazo a la violencia de ETA” y de una forma u otra se integraron al régimen españolista: desde las más antiguas, como Euskadiko Ezkerra, que se fundó en los setenta y terminó integrándose al PSOE, hasta las más recientes como Aralar, que integra en Navarra una coalición con el derechista PNV. Ese tránsito de las organizaciones “no violentas” hacia un parlamentarismo que se conforma con los marcos de la “autonomía” otorgada por el Estado monárquico lleva a muchos sectores de la juventud independentista a negarse a “repudiar” la “violencia” de ETA, como le exigen los jueces progres de las Cortes franquistas de Madrid y todos sus partidos sin excepción.

En la medida en que desde hace años no existe una organización revolucionaria a nivel del Estado español, ni siquiera como perspectiva, la “crítica a la violencia” de ETA por parte de sectores de la izquierda abertzale toma necesariamente el camino de una adaptación reformista a los marcos del parlamentarismo monárquico digitado desde Madrid y no el de una superación revolucionaria del guerrillerismo nacionalista pequeño burgués. La organización socialista de los trabajadores de todo el Estado español es la única que puede dar una perspectiva al activismo abertzale, para terminar definitivamente con la cárcel de pueblos de los Borbones y abrir el camino de la liberación nacional.