Estados Unidos: abajo el Estado policial y racista


“La violencia racial ya no es endémica”, celebró Obama en la localidad de Selma (Alabama), durante la conmemoración del 50 aniversario de una protesta que marcó un hito en la lucha por los derechos civiles. Exactamente un mes más tarde, un nuevo episodio de brutalidad policial ha probado que la realidad es exactamente al revés a como la pinta el presidente yanqui. En la pequeña ciudad de North Charleston, ubicada en el estado de Carolina del Sur, Walter Scott (un hombre negro de 50 años) fue impunemente fusilado con ocho balazos por la espalda, mientras intentaba escapar de los disparos de un policía que lo había detenido previamente por tener rota una luz de freno de su auto. “La manera en la que le dispararon, parecía que [el policía] estaba tratando de dispararle a un ciervo”, señaló su padre. El asesino intentó adulterar la escena del crimen para simular un enfrentamiento, pero la difusión de un video que registra los hechos despertó una conmoción internacional. El oficial registraba antecedentes por otros atropellos, ocultados por el departamento policial. El peluquero hispano que grabó los hechos debió huir para no correr la misma suerte que Scott, y ha dicho a la prensa que teme por su vida.


Contra lo que dice Obama, la brutalidad policial es endémica y se ensaña particularmente con las minorías. Casi la totalidad de los casos quedan impunes debido a un sistema legal que ampara el gatillo fácil, que en lo que va de 2015 se cobró la vida de más de 300 norteamericanos. Un estudio de la publicación “ProPublica” revela que el riesgo de que un joven negro muera por los disparos de la policía es 21 veces mayor que el de un joven blanco (PO N° 1.343). Esta discriminación se extiende al régimen carcelario: de acuerdo con una investigación de la Universidad de California-Berkeley, “los negros e hispanos suponen alrededor del 60% de los presos del país” (Ambito, 4/12/14), pese a ser apenas el 30% de la población. En líneas generales, desde principios de los '70 hasta 2009, la proporción de reclusos en prisiones estatales se cuadruplicó hasta abarcar 1,5 millones de personas (New York Times, 7/2). La proliferación de reos generó el negocio de las cárceles privadas, donde el porcentaje de presos negros e hispanos trepa hasta el 90% “porque son más baratos de mantener” (Ambito, ídem).


Los departamentos policiales se encuentran pertrechados con armamento de guerra, con el que fueron enfrentados los levantamientos de Ferguson, en oportunidad del fusilamiento del joven negro Michael Brown y de la posterior absolución del asesino. Las brasas en esa localidad de Missouri no se han apagado: las fuerzas represivas desataron hace algunas semanas una cacería humana, luego de que dos oficiales resultaran heridos de bala en medio de una nueva protesta contra la violencia policial. Una ola de protestas populares recorrió el país a fines del año pasado, cuando se registró un pico de crímenes que incluyó a un chico de 12 años.


El fusilamiento de Scott desencadenó protestas en el pueblo, que ganaron fuerza durante los funerales. Numerosas organizaciones de defensa de los derechos civiles desarrollan jornadas de lucha por el castigo a los responsables del crimen y para poner fin a la brutalidad policial.