Estados Unidos, en vísperas de las legislativas

Inmigración. Trump ha subido la apuesta planteando más barreras, mientras avanza la caravana de migrantes hacia Norteamérica

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Las elecciones legislativas de medio término -que tendrán lugar el próximo martes 6- se han convertido en una prueba clave para Trump. Un revés del Partido Republicano podría significar la pérdida de la mayoría que posee en ambas cámaras. Si esto ocurriera, sería un golpe severo a la tentativa bonapartista que encarna el magnate, en la búsqueda de un régimen de poder personal por encima del Congreso y de las instituciones estadounidenses. El magnate pasaría ser un “pato rengo” -o sea, un presidente debilitado para los dos años que le restan de mandato.


Frágil recuperación


En efecto: los sondeos vaticinan una derrota republicana en la cámara de representantes. En cambio, son más dispares en lo que se refiere al Senado, donde son los demócratas los que renuevan una mayor cantidad de bancas.

Trump viene haciendo una febril recorrida por el país. El magnate se jacta de que la economía, bajo su mandato, ha recobrado la vitalidad: el crecimiento anualizado asciende al 4,2% y el desempleo ha descendido a uno de sus mínimos históricos. El “America first” habría comenzado, según la propaganda oficial, a dar sus resultados.


Pero el reciente desplome de la Bolsa -el segundo en el año- revela la fragilidad de esta publicitada “resurrección”. El impulso económico ha tenido como base un gran recorte de impuestos. Pero la inversión sigue siendo anémica, y lo mismo puede decirse de los márgenes de utilidad. Las corporaciones han utilizado los recursos que antes reservaban a pagar impuestos a recomprar sus propias acciones o a colocaciones financieras, no a la esfera productiva. Cada vez es más pronunciada la divergencia entre las cotizaciones bursátiles y el desempeño de las empresas en la economía real. Esa es la base del temblor en Wall Street, que viene replicándose a dos semanas de su estallido inicial. El actual derrumbe está encabezado por las compañías tecnológicas líderes. Estados Unidos posee déficits gemelos y su deuda pública supera el PBI, lo que se suma al crecimiento del endeudamiento corporativo y del consumo privado.


La suba de la tasa de interés dispuesta por la Reserva Federal agita el fantasma de una nueva recesión. Además, el encarecimiento del financiamiento amenaza llevarse puestas a muchas corporaciones endeudadas. Trump ha salido con los tapones de punta contra la Reserva Federal, a la que responsabiliza del actual desmadre, con más razón cuando estamos a días de la elección que podría sellar su suerte. Pero la suba de la tasa de interés no es la causa sino la consecuencia de la extrema vulnerabilidad de la economía norteamericana, que tiene como telón de fondo el impasse y la decadencia histórica del capitalismo norteamericano.

El recorte de impuestos está revelando sus límites. Además, asistimos a una desaceleración de las principales economías del mundo, incluida China, que apenas superaría el 6% de crecimiento. Ni qué hablar del colapso de los países emergentes.


La oposición demócrata


Como consecuencia de este cuadro de situación, las elecciones están dominadas por una creciente división de la burguesía norteamericana. Un sector de ella es reacia a la guerra comercial que viene llevando adelante el gobierno, señalando que amenaza con provocar un dislocamiento de la economía mundial y podría conducirla a un colapso. Se hace hincapié en que los costos de esta política son mayores que sus supuestos beneficios. Los aranceles vienen encareciendo los costos industriales, aumentan los precios al consumo y perjudican las exportaciones, como las de los productos agrícolas. La guerra comercial, monetaria y financiera, señalan, agudiza la tendencia al cierre de los mercados, por parte de los países afectados por las medidas adoptadas en Washington.


Otro factor de controversia gira en torno de la inmigración. Trump ha subido la apuesta planteando más barreras, mientras avanza la caravana de hondureños que viene marchando por México en dirección a los fronteras con Norteamérica. Pero la hostilidad de Trump choca con la clase capitalista que usufructúa la mano de obra migrante, tanto de la masa calificada, como las empresas de Silicon Valley, así como la más descalificada, como ocurre con los cultivos agrícolas en el sur y el oeste del país, y que se valen de personal temporario para sus explotaciones.


El papel del Partido Demócrata


El Presidente se mueve en medio de arenas movedizas. Pero si ha logrado capear el temporal es por la conducta del Partido Demócrata. Durante los dos años de mandato de Trump, los demócratas se han adaptado a la escalada derechista, que incluyó la persecución de los inmigrantes, el recorte fiscal de 1,5 billones de dólares para los capitalistas y la designación de dos jueces de extrema derecha en la Corte Suprema. Además, han aprobado el presupuesto militar de 716 mil millones de dólares. Los demócratas han oficiado de dique de contención de los movimientos de lucha que han surgido en rechazo a la política de Trump, empezando por el vigoroso movimiento de la mujer.


Esta política no ha pasado desapercibida entre la masa juvenil y de trabajadores que sigue a los demócratas. El abismo existente entre esa base popular y la cúpula partidaria ya quedó expresada, dos años atrás, en el rechazo a la postulación de Hillary Clinton y el apoyo entusiasta que recibió la candidatura de Bernie Sanders, arrasando en los distritos industriales y en la nueva generación.

Esta tendencia se ha extendido. La prensa destaca la aparición de “nuevas caras y un giro a la izquierda. Mujeres, jóvenes y pertenecientes a minorías étnicas protagonizan esta oleada de insurgentes en un partido que busca un revulsivo a Trump tras el trauma electoral de 2016” (El País, 16/9).


Ayanna Pressley dio la sorpresa en Massachusetts y se convirtió en la primera negra electa para representar al distrito en la Cámara de Representantes. Unos días antes en Florida, Andrew Gillum, se alzó como el aspirante demócrata a gobernador del Estado, siendo el primer afroamericano candidato al puesto. Continúan la senda abierta por Alexandria Ocaso-Cortez, la joven de 28 años y origen latino que en julio arrebató la candidatura a un peso pesado del partido. Pero más aún puede sacudir el amperímetro de Washington Rashida Tlaib, que en agosto ganó a su rival demócrata en Michigan y ahora lucha por ser la primera musulmana del Congreso estadounidense.

Esta camada de candidatos proviene principalmente del ala izquierda del partido.


A mediados de julio, el número de aspirantes nuevos que buscó arrebatar la plaza a un legislador en funciones se había elevado a 280, frente a los 60 de la misma fecha en 2014. La llegada a escena de este sector ha incorporado a la agenda diversas cuestiones sociales: desde mejorar la protección sanitaria del Obamacare hasta plantearse una cobertura universal; reformar la fuerza de seguridad de inmigración y aduanas de la frontera o incluso abolirla; reclamar una salario mínimo de 15 dólares y otras mejoras del poder adquisitivo de los trabajadores.


Perspectivas


La política de Trump encierra contradicciones explosivas, tanto en el plano interno como internacional. El magnate apuesta a sobrevivir ahondando esta política. Su hoja de ruta incluye un reforzamiento del Estado policial y la persecución a los inmigrantes y minorías, una acentuación de la guerra comercial, en primer lugar contra China, del militarismo y las escaladas bélicas. Esto acicateará los choques intestinos en la burguesía y el régimen político, lo que ya se expresa en la guerra de los servicios y mediática, con las denuncias de corrupción, escándalos sexuales y la revelaciones del espionaje e injerencia rusos en las pasadas elecciones presidenciales en favor de Trump y sus allegados, lo que ha dejado latente la amenaza de un impeachment.


Un triunfo demócrata, incluso circunscripto a la Cámara de Representantes, podría acelerar este cuadro, aunque se empeñen en evitar un desborde. Debilitaría el poder del magnate y sus proyectos, y activaría los pedidos de juicio político. Un marco de grietas crecientes por arriba podría alentar las tendencias a la irrupción popular, con más razón si declina la actividad económica. Este escenario podría ser el caldo de cultivo para el impulso a una alternativa política independiente de los partidos del sistema. Esta tendencia ya se insinuó en 2016, cuando legiones de jóvenes, trabajadores y mujeres que sostuvieron a Sanders reclamaron que éste rompa con el Partido Demócrata y se presentara en forma independiente. Sanders rechazó dar ese paso y se mantiene atado a sus estructuras. Pero la irrupción de Trump por derecha como la de Sanders por izquierda, expresaron la descomposición del sistema político y de los partidos tradicionales que lo sostiene, y las tendencias a una polarización política. Las elecciones legislativas próximas son un episodio de este proceso. La bancarrota capitalista internacional viene haciendo su trabajo implacable de topo y fuerza renovadas crisis económicas y políticas, empezando por Estados Unidos.