Internacionales
22/10/2025
Estados Unidos: entre la militarización, las movilizaciones de masas y el cierre del gobierno
Es urgente la huelga general para golpear la ofensiva de Trump

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Protestas masivas contra Trump
Este sábado 18 de octubre se realizó la mayor movilización hasta el momento contra Donald Trump. La marcha No Kings (ningún rey) tuvo algunos puntos particularmente masivos, como 250 mil manifestantes en Chicago o 200 mil en Washington DC, justamente dos ciudades militarizadas por Trump en tiempos recientes. En general, los 7 millones de manifestantes (dos millones más que en la edición realizada en junio como respuesta a la militarización de Los Angeles) se deben a la extensión de iniciativas importantes, ya que se realizaron más de 2.700 movilizaciones simultáneas. La orientación dominante fue la omnipresencia de banderas norteamericanas, las reivindicaciones de la democracia y la constitución, contra el autoritarismo y el bonapartismo de Trump, y el carácter pacífico, familiar y hasta festivo de las marchas, que incluso tenían muchos contingentes con disfraces, por ejemplo de animales inflables. Un contraste brutal con los choques más duros de estos meses frente a las ocupaciones de Los Angeles, que en junio vivió una virtual pueblada, las acciones en Chicago de estos días que intentan bloquear físicamente la acción de la policía migratoria ICE y los choques casi cotidianos de manifestantes frente a las instalaciones de ICE en Portland.
Contradictoriamente, la movilización ha sido una gran demostración de fuerzas contra la orientación autoritaria de Trump y a la vez un gran operativo de la estructura demócrata para que no se extienda y repita la pueblada de Los Angeles. Los contingentes combativos de migrantes que se expresaron en junio no tuvieron un protagonismo ahora, por la propia presión represiva y las deportaciones efectivas. El movimiento por Palestina no ha tenido tampoco la masividad que ostentó en el pasado, golpeado por la misma ofensiva, y aunque hubo carteles por Palestina llevados por manifestantes, el tema estaba fuera de las consignas y discursos centrales.
El dominio de las marchas estuvo fuertemente en manos del Partido Demócrata y la burocracia sindical del AFL-CIO, que convocó, aunque no organizó una concurrencia significativa de columnas sindicales. Los líderes parlamentarios demócratas estaban presentes, y dieron los discursos centrales, en un tono moderado y electoral. En Washington, Bernie Sanders planteó abrir un canal de negociación con los parlamentarios republicanos para salvar la asistencia sanitaria existente. En Austin, Texas, el ex precandidato presidencial Beto O’Rourke habló sobre la necesidad de “mantenernos unidos” con vistas a ganar las elecciones de medio término en noviembre de 2026. La voz más radicalizada vino del alcalde de Chicago, Brandon Johnson, que denunció la ocupación de su ciudad por ICE y planteó la necesidad de una huelga general para derrotar a Trump. Sara Nelson, dirigente del sindicato de azafatas y representante del ala izquierda de la dirección demócrata del AFL-CIO también ha planteado la necesidad de una huelga general. Sin duda, esto muestra que por debajo de la gran marea patriótica y democrática se procesan importantes discusiones sobre cómo dar una lucha efectiva contra la ofensiva de Trump, y sin dudas las recientes huelgas con movilizaciones y bloqueos masivos en Francia, Italia y Grecia marcan un ejemplo de la capacidad de lucha que tiene la clase obrera si se organiza para ello.
Un plan de ocupación de las ciudades norteamericanas
El plan de militarización de EEUU de Donald Trump es el eje doméstico de su proyecto político. Hemos marcado que la relación entre la militarización interna con el argumento racista de detener a inmigrantes ilegales peligrosos, con un rearme militar imperialista de tipo neocolonial, que quiere colocarse objetivos de anexiones militares y control directo de América Latina constituyen la intención de instalar un régimen fascista. También hemos marcado que ese objetivo necesita lograr una derrota del movimiento de masas en EEUU mismo y de imponer ese proyecto por encima de las divisiones y choques en su propia clase dominante.
A nivel internacional, los choques alrededor de sus aranceles lanzados contra el mundo entero han dado lugar a avances y retrocesos y negociaciones complejas. Trump se ha ocupado de inmiscuirse y tratar de ser la figura dominante de la negociación de todas las crisis internacionales, de Ucrania, a Gaza, a África, a India y Pakistán, buscando sacar alguna tajada para los intereses capitalistas propios de cada gestión y prepotencia. Sin embargo, en términos de participación militar directa, más bien ha reducido su presencia internacional fuera del continente americano. Su atención militar se ha concentrado en América Latina, intentando hacer un contrapeso al avance comercial y de infraestructura de China en la región. Hasta ahora la principal acción militar del pomposamente rebautizado Ministerio de la Guerra de Trump ha sido la clase obrera dentro de EEUU. El desplazamiento de tropas y barcos de guerra al Caribe, los ultimátums contra Venezuela y el hundimiento de varios pequeños barcos, asesinando su tripulación civil, abre ahora un peligroso nuevo frente en América Latina.
Fiel a su estilo de poder personal y autoritarismo, Trump ha intentado aprovechar el impulso de su nuevo mandato en el gobierno para abrumar a sus enemigos y mantenerse a la ofensiva permanente. Desde enero la fuerza federal migratoria, ICE ha desplegado redadas masivas deteniendo a migrantes o personas de ascendencia no europea. No hay números claros disponibles, pero una reconstrucción del accionar mes a mes sobre los informes disponibles del Department of Homeland Security da que aproximadamente un millón de trabajadores fueron detenidos este año por ICE y fuerzas auxiliares, aproximadamente 290 mil sufriendo arrestos callejeros, algunos breves, 320 mil siendo detenidos en las unidades de detención para migrantes y 400 mil siendo deportados.
De conjunto, más de dos millones de personas abandonaron el país, incluídas las “autodeportaciones” bajo la amenaza de cárcel. Lejos del discurso de ser un recurso de persecusión de “violentos” u “organizaciones criminales”, el 65% de los detenidos carecen de antecedente criminal alguno, y el 93% no han sido acusados nunca de crimenes violentos.
Han sido un objetivo especial de las deportaciones los activistas del movimiento por Palestina que habían estado al frente de las ocupaciones de las universidades al comienzo de los bombardeos en 2023. La acción contra los inmigrantes no pretende realmente expulsar a toda fuerza laboral migrante, lo cual es impracticable como lo han explicado innumerables comunicados de las patronales norteamericanas. El objetivo real es eliminar sus derechos políticos, sindicales y laborales, y al mismo tiempo, usar el tema de la inmigración como excusa para la militarización de la sociedad. Todo avance fascista necesita construir enemigos internos. Ha habido una inversión millonaria en toda la infraestructura represiva contra los inmigrantes. Cuatro nuevos centros de detención promocionados por sus condiciones inhumanas Alligator Alcatraz, Speedway Slammer, Cornhusker Clink, y Louisiana Lockup complementan los que operan en el extranjero, como la cárcel de Guantanamo, en la base militar norteamericana en Cuba y el uso tercerizado de las cárceles de Bukele en El Salvador, de fama internacional por su trato inhumano, para deportados que no son de ese país.
ICE ha sido la fuerza de seguridad de más crecimiento en el país, contratando 18 mil nuevos agentes, mientras los despidos arreciaron en el resto del Estado. Es una fuerza de choque personal de Trump, reclutando a los jóvenes derechistas que reciben una paga por dar un trato brutal y aterrorizar a las minorías étnicas en las grandes ciudades. El gobierno ofrece un premio de 50 mil dólares a cada nuevo agente, junto a facilidades para el pago de hasta 60 mil dólares de deuda estudiantil y se jacta de haber recibido 150 mil pedidos para sumarse a la fuerza.
Las provocaciones de ICE se respaldaron en el despliegue de la Guardia Nacional y fuerzas militares nacionales a diversas ciudades. En junio fue Los Angeles, donde se enviaron 2.000 efectivos de la Guardia Nacional y 700 marines. En agosto Trump declaró la “emergencia criminal” en Washington DC y reemplazó a la policía por la Guardia Nacional como encargada de la seguridad pública. A principios de octubre envió la Guardia Nacional para respaldar las operaciones de ICE y otras redadas policiales en Chicago, dando lugar a un fuerte choque que se ha mantenido con manifestaciones locales al día de hoy. Desde septiembre se encuentra disputado judicialmente un planteo similar para ocupar Portland y hay múltiples versiones periodísticas de que San Francisco sería la próxima en la lista.
Otro paso importante en avance represivo estos meses fueron la purga legal de todos los empleados que hicieran posteos en redes sociales criticando al fascista Charlie Kirk luego de que este fuera asesinado por un francotirador. Aunque el francotirador provenía más bien de una familia conservadora y no pudieron encontrar relación alguna con organizaciones de izquierda, todo el arco trumpista usó el incidente para movilizar a su base a un discurso de preparar una guerra civil y de "ellos o nosotros".
La otra pieza del andamiaje represivo colocado estos meses fue la declaración de parte del Estado federal de “Antifa” como organización terrorista. Esta resolución es absurda, ya que “Antifa” por antifascista refiere a una tendencia o tipo de manifestación pero de ninguna manera a una organización concreta. Esto sin embargo, vuelve aún más peligrosa a la ilegalización ya que no refiere a pertenecer a una organización concreta, cosa que tendría que ser probada por relaciones entre determinados individuos e instancias organizativas, sino en general con una actitud de manifestación combativa antiautoritaria, que podría caberle potencialmente a cualquiera que salga a protestar, participe en choques y sea identificado.
¿Y ahora?
El avance represivo ha golpeado a sectores que se venían movilizado, pero también ha radicalizado a miles. El principal problema que se plantea, para miles que vienen peleando por construir algo nuevo es el problema de la estrategia revolucionaria. La victoria de Zohran Mamdani en la interna demócrata en la ciudad de Nueva York, y su liderazgo abrumador en las encuestas electorales hacia la elección de alcalde en noviembre han reabierto la ilusión en un progreso electoral por izquierda y dentro del Partido Demócrata. Esto no ha tenido un rol movilizador, sino que, al revés, canalizó al amplio sector de activistas y militantes nucleados alrededor de las tendencias de Demócratas Socialista de América (DSA) en un trabajo estrechamente electoral y parlamentario.
DSA no ha sido un impulsor central de las movilizaciones contra la militarización y cuando a Mamdani se le preguntó qué haría frente a una ocupación militar trumpista de Nueva York dijo que ampliaría su equipo de abogados para tomar registro de las violaciones de derechos humanos.
La oposición parlamentaria demócrata al presupuesto de Trump, que ha llegado al cierre del Estado o shutdown no se han vinculado a ningún reclamo obrero ni popular ni proceso de movilización. Los parlamentarios demócratas sí han hecho una gran agitación contra el envío de ayuda de Trump al gobierno de Milei… desde el punto de vista de cómo afecta a la competitividad relativa de los productores de soja norteamericanos y argentinos. Le discuten a Trump desde la efectividad de la política de proteccionismo capitalista y la disputa por el mercado mundial.
Este shutdown, que cierra la mayoría de los servicios estatales, interrumpe pagos y deja en suspensión a 900 mil trabajadores al no haber presupuesto vigente, ya es el más largo de la historia de EEUU, habiendo llegado hoy a los 22 días. No solo no ha habido una defensa organizada de los trabajadores afectados por el shutdown, sino que Trump amenaza con comenzar con los despidos masivos de trabajadores estatales si no votan su presupuesto. La estrategia del empantanamiento parlamentario es a costa de los ingresos y trabajos de miles de trabajadores.
Los trabajadores necesitan un programa que pueda unificar la defensa de inmigrantes, los reclamos salariales frente a la carestía generada por los aranceles, la creciente desocupación, las libertades democráticas, los derechos de la comunidad LGBT, y la impugnación a la militarización interna y al militarismo imperialista en Gaza, Ucrania y Venezuela. Los motores de movilización son diversos y poderosos, pero deben ser puestos en marcha. El frente único de organizaciones obreras, y del pueblo explotado, sindicatos, organizaciones políticas y sociales es el instrumento por excelencia para dar esta pelea, en la medida en que no se subordine a estrategias institucionales ni electorales y parta de la disputa callejera, en los barrios y los lugares de trabajo contra este ataque.
Plantar una huelga general contra Trump, como plantean crecientes sectores podría cambiar la situación política nacional, como sucedió recientemente en Francia, tirando un primer ministro, o en Italia, golpeando el avance represivo del gobierno de Meloni.
Los trabajadores deben emerger como fuerza central. La pelea por esta dirección necesita como instrumento un partido independiente de la clase obrera, una tarea que no solo es necesaria sino posible, dada la existencia de una vanguardia activista y militante de miles de compañeros y compañeras que se vienen fogueando en los grandes conflictos de años recientes.

