Estados Unidos: las resoluciones de la Primera Convención del Labor Party

Se realizó en Pittsburgh, como estaba anunciada, la Io Conven­ción Ordinaria del Labor Party de los Estados Unidos. Unos 1.450 delegados tomaron parte de sus deliberaciones, una cifra similar a la de su Convención fundacional de 1996.


La información preliminar in­dica que la Convención aprobó re­soluciones sobre salud pública, democracia en las empresas, seguri­dad social, política comercial, ‘contraprestación laboral’ —al estilo de nuestros ‘plantes Traba­jar9, contra la condena a muerte de Mumia Abu Jamal, sobre el cierre de plantas, organización, trabajo de solidaridad y juventud. Hasta el presente, esas resoluciones no han sido publicadas.


La resolución más importante que se aprobó —ésta sí publica­da— fue la referida a la estrategia electoral del Labor Party: en este terreno, la Convención siguió mar­cando el paso en el mismo lugar que se encontraba hace ya dos años.


El Labor Party —dice la resolu­ción— sólo apoyará candidatos que sean miembros del partido y que se presenten únicamente en sus listas, que defiendan su plata­forma, que sean elegidos en una convención de sus afiliados y que sean responsables ante ellos, an­tes y después de las elecciones. No se deduce de esta resolución, sin embargo, que el partido haya deci­dido presentarse en las elecciones del año 2000, a disputarle el voto de los trabajadores norteamerica­nos a los partidos patronales. Al contrario, parece sugerir lo inver­so. Veamos.


La resolución aprobada exige para la presentación de candidatos una serie de condiciones: la existencia de una organización “reco­nocida” del partido en el distrito; que exista una “cantidad sufi­ciente” de voluntarios para llevar adelante la campaña; que reciba el apoyo de sindicatos que represen­ten a un “número significativo” de los afiliados sindicales del dis­trito; un plan financiero de campa­ña, “incluyendo efectivo en la mano”; un “candidato creíble” (Labornet, al igual que las restan­tes citas).


La resolución no establece, sin embargo, donde estima que esas condiciones autoimpuestas se re­únen. Tampoco lanza una campa­ña nacional de movilización políti­ca llamando a los trabajadores y a los sindicatos a luchar para reunir en todo el país las condiciones ne­cesarias para presentar candida­tos obreros independientes contra los demócratas y los republicanos en el 2000.


La Convención del Labor Party, entonces, no votó una política de lucha para presentar candidatos obreros a las elecciones —lo que habría provocado toda una conmo­ción política en el mundo sindical norteamericano — sino que esta­bleció las condiciones hipotéticas, abstractas, en las que el partido apoyaría un candidato impulsado por alguna de sus regionales.


La resolución electoral deja abiertas las puertas, de esta mane­ra, para que el partido repita su ‘perfomance’ de las elecciones presidenciales de 1996. En aquella oportunidad, el Labor Party dejó en ‘libertad de acción’ a sus afi­liados para permitir que toda un ala del partido votara (e hiciera campaña) por Clinton.


Todo esto deja en claro que el ala derecha del Labor Party y la burocracia sindical se han impues­to en la Convención. Por eso no extraña que el discurso de apertu­ra haya recaído en George Becker, presidente del United Steelwor- kers of America (USWA), el sindi­cato metalúrgico.


Becker reclamó la “reforma de la política comercial de Es- - tados Unidos” en la misma direc­ción de los planteos que están haciendo los monopolios yanquis del acero. Becker remarcó la “necesidad de elegir más candidatos que favorezcan a los trabaja­dores”, lo cual no es un respaldo al Labor Party, porque significa que piensa encontrar esos ‘candida­tos’ en el partido demócrata. El sindicato que preside se encuentra discutiendo su fusión con los sindi­catos automotriz y minero. Sus im­pulsores señalaron recientemen­te, en el congreso de los trabajado­res automotrices, “sus esperan­zas de que la fusión sirva para dar mayor peso a los funciona­rios sindicales frente a los polí­ticos sindicales” (The Militant, 13/7).


A dos años de su fundación, el Labor Party sigue marcando el paso, por la negativa de su direc­ción a-romper políticamente con el ala mayoritaria de la burocracia sindical norteamericana, partida­ria de continuar la política de sub­ordinación política de los sindica­tos al partido demócrata.