Internacionales
26/11/1998|609
Estados Unidos: las resoluciones de la Primera Convención del Labor Party
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Se realizó en Pittsburgh, como estaba anunciada, la Io Convención Ordinaria del Labor Party de los Estados Unidos. Unos 1.450 delegados tomaron parte de sus deliberaciones, una cifra similar a la de su Convención fundacional de 1996.
La información preliminar indica que la Convención aprobó resoluciones sobre salud pública, democracia en las empresas, seguridad social, política comercial, ‘contraprestación laboral’ —al estilo de nuestros ‘plantes Trabajar9, contra la condena a muerte de Mumia Abu Jamal, sobre el cierre de plantas, organización, trabajo de solidaridad y juventud. Hasta el presente, esas resoluciones no han sido publicadas.
La resolución más importante que se aprobó —ésta sí publicada— fue la referida a la estrategia electoral del Labor Party: en este terreno, la Convención siguió marcando el paso en el mismo lugar que se encontraba hace ya dos años.
El Labor Party —dice la resolución— sólo apoyará candidatos que sean miembros del partido y que se presenten únicamente en sus listas, que defiendan su plataforma, que sean elegidos en una convención de sus afiliados y que sean responsables ante ellos, antes y después de las elecciones. No se deduce de esta resolución, sin embargo, que el partido haya decidido presentarse en las elecciones del año 2000, a disputarle el voto de los trabajadores norteamericanos a los partidos patronales. Al contrario, parece sugerir lo inverso. Veamos.
La resolución aprobada exige para la presentación de candidatos una serie de condiciones: la existencia de una organización “reconocida” del partido en el distrito; que exista una “cantidad suficiente” de voluntarios para llevar adelante la campaña; que reciba el apoyo de sindicatos que representen a un “número significativo” de los afiliados sindicales del distrito; un plan financiero de campaña, “incluyendo efectivo en la mano”; un “candidato creíble” (Labornet, al igual que las restantes citas).
La resolución no establece, sin embargo, donde estima que esas condiciones autoimpuestas se reúnen. Tampoco lanza una campaña nacional de movilización política llamando a los trabajadores y a los sindicatos a luchar para reunir en todo el país las condiciones necesarias para presentar candidatos obreros independientes contra los demócratas y los republicanos en el 2000.
La Convención del Labor Party, entonces, no votó una política de lucha para presentar candidatos obreros a las elecciones —lo que habría provocado toda una conmoción política en el mundo sindical norteamericano — sino que estableció las condiciones hipotéticas, abstractas, en las que el partido apoyaría un candidato impulsado por alguna de sus regionales.
La resolución electoral deja abiertas las puertas, de esta manera, para que el partido repita su ‘perfomance’ de las elecciones presidenciales de 1996. En aquella oportunidad, el Labor Party dejó en ‘libertad de acción’ a sus afiliados para permitir que toda un ala del partido votara (e hiciera campaña) por Clinton.
Todo esto deja en claro que el ala derecha del Labor Party y la burocracia sindical se han impuesto en la Convención. Por eso no extraña que el discurso de apertura haya recaído en George Becker, presidente del United Steelwor- kers of America (USWA), el sindicato metalúrgico.
Becker reclamó la “reforma de la política comercial de Es- - tados Unidos” en la misma dirección de los planteos que están haciendo los monopolios yanquis del acero. Becker remarcó la “necesidad de elegir más candidatos que favorezcan a los trabajadores”, lo cual no es un respaldo al Labor Party, porque significa que piensa encontrar esos ‘candidatos’ en el partido demócrata. El sindicato que preside se encuentra discutiendo su fusión con los sindicatos automotriz y minero. Sus impulsores señalaron recientemente, en el congreso de los trabajadores automotrices, “sus esperanzas de que la fusión sirva para dar mayor peso a los funcionarios sindicales frente a los políticos sindicales” (The Militant, 13/7).
A dos años de su fundación, el Labor Party sigue marcando el paso, por la negativa de su dirección a-romper políticamente con el ala mayoritaria de la burocracia sindical norteamericana, partidaria de continuar la política de subordinación política de los sindicatos al partido demócrata.