Estados Unidos: Obama presidente

Una "transición turbulenta"

Ningún medio en el mundo se privó de calificar como “histórico” el triunfo de Barack Obama. Es el primer presidente negro, elegido por la mayoría del voto popular en una elección que registró una asistencia récord de votantes. Ningún presidente en la historia norteamericana recibió tantos votos. Obama se aseguró, además, la mayoría en ambas cámaras legislativas.

El resultado muestra la envergadura del derrumbe de Bush y del conjunto de su régimen político de excepción (creación de un Estado represivo paralelo) e incluso de la infraestructura básica del país, de su educación y de su sistema de salud y de jubilaciones. Por medio de un planteo superficial, la candidatura de Obama suscitó una de las mayores movilizaciones de masas de los Estados Unidos. Un columnista del The Wall Street Journal escribió que algo semejante sólo ocurría… en Argentina. Si se debe apuntar un saldo positivo a la reciente campaña electoral, el fundamental es haber llevado a una parte del pueblo a la calle. No sorprende entonces que la participación electoral alcanzara un nivel sin precedentes.

Pero, como recuerda un editorial del The New York Times (2/11) previo a las elecciones, “si Obama gana por un amplio margen, esa victoria reflejará más que un progreso en las relaciones raciales, anhelos de cambio y el poder de su atracción. Reflejará también el poder del dinero”. Obama recolectó 700 millones de dólares, más dinero que los dos candidatos de 2004 juntos. Desde comienzos de septiembre hasta las elecciones, McCain gastó 84 millones de dólares; sólo en publicidad televisiva, Obama gastó 21 millones en la última semana de octubre. La catarata de dólares que recibió Obama -además de los respaldos políticos de grandes figuras de la diplomacia, las finanzas y la política norteamericanas- lo caracterizan como el favorito del “establishment” imperialista. Pero incluso esto demuestra que ha habido un cambio en el estado de ánimo de grandes sectores populares, pues el “establishment” se arropó detrás de Obama porque lo vio como la sola posibilidad de poder llevar a las masas a un punto muerto.

La votación

Obama ganó en la mayoría de los estados, incluso en varios que históricamente votaron a los republicanos, como Virginia, Indiana, Colorado y Nuevo México. Ganó, también, todos los Estados que estaban efectivamente en disputa, como Florida y Ohio. Todo esto le dio una inmensa mayoría en el Colegio Electoral.

En el voto popular, sin embargo, su ventaja no fue tan abrumadora: aunque obtuvo el 68% de los votos en el Colegio Electoral, sólo recogió el 52% de los votos populares. El régimen electoral -antidemocrático- amplificó la victoria del candidato demócrata.

Obama ganó en la inmensa mayoría de las ciudades importantes, incluidas las capitales de los estados donde ganaron los republicanos: en Texas (el estado de Bush) ganó en Dallas, Houston, San Antonio, El Paso y Austin, las cinco ciudades relevantes; en Arizona (el estado de McCain) ganó en Tucson. Ganó también el voto hispano, lo que le dio la victoria en Florida y en la mayoría de los condados que limitan con México, tanto en los estados ganados por los demócratas (California, y Nuevo México) como en los ganados por los republicanos (Texas y Arizona). Arrasó en las ciudades industriales del nordeste: Detroit (74%), Flint (66%), Ann Arbor (70%), Toledo (65%); Dayton (62%); Cleveland (69%). El récord de su votación lo obtuvo en Nueva Orleans, destruida por el huracán Katrina y la incapacidad de Bush: sacó más del 79% de los votos.

Un editorialista resume: “Obama construyó su victoria con una nueva coalición demócrata. A la base partidaria de afro-americanos, latinos y mujeres, Obama agregó los votantes más jóvenes, los más educados y los más ricos” (The Washington Post, 5/11).

El partido republicano -derrotado en las concentraciones que deciden la vida política, económica y social norteamericana- quedó reducido a la categoría de “partido rural”. O, como dice el reciente premio Nobel, Paul Krugman, “el partido del odio, los prejuicios y la ignorancia”. Pero la preeminencia republicana en las zonas rurales no sólo está mostrando su carácter atrasado y conservador; también refleja la distinta velocidad con que la crisis económica se extiende por el país. Por ahora, las zonas rurales han sido menos golpeadas que las grandes ciudades.

“Transición turbulenta”

En la mañana de la victoria de Obama, los comentaristas de los diarios norteamericanos se preocuparon de algo muy inmediato: la “transición” hasta su asunción.
Para Peter Baker (The New York Times, 5/11), “ningún presidente desde que Obama nació llegó a la Oficina Oval enfrentando la acumulación de desafíos sísmicos que lo esperan”. Para Dan Balz (The Washington Post, 5/11), “Nunca desde Franklin D. Roosevelt (…) un nuevo presidente se ha enfrentado a los desafíos (…) de históricas proporciones (…) que enfrenta Obama”. Otro comentarista, Paul C. Light (ídem) va más lejos al afirmar que “esta transición será la más difícil desde Abraham Lincoln (…) Las próximas seis semanas harán que la transición de Roosevelt parezca, en comparación, menos amenazante”. Además de una enorme bancarrota capitalista, Obama enfrenta problemas que Roosevelt no tenía: dos guerras exteriores y un déficit fiscal estimado en un billón de dólares para el próximo año.

La gravedad de los problemas que enfrenta, según los comentaristas, obligará a Obama a comenzar a actuar desde ya. “Mientras Roosevelt rechazó verse envuelto en prescribir remedios económicos entre su elección en 1932 y su asunción, sus asesores dicen que Obama no podrá seguir este ejemplo y mantenerse en silencio hasta el juramento. ‘Los que dicen que hay que esperar y dejar que el proceso se desarrolle los próximos dos meses antes de la inauguración, están dolorosamente equivocados’, dice Jack Quinn, un antiguo alto funcionario del gobierno de Clinton. ‘Estamos ante tal descalabro que es absolutamente crítico que (Obama) ponga su mano en el timón de manera clara y firme’…” (The New York Times, 5/11).

Efectivamente, la “transición” será más acusada que en el pasado. Obama ya está discutiendo con los líderes del Congreso un paquete de 100.000 millones en obras públicas, beneficios a los desempleados, asistencia para la calefacción durante el invierno, ayuda alimentaria y ayuda a las ciudades y estados que “sería aprobada en la sesión del 17 de noviembre” (ídem). Al mismo tiempo, “Obama ha estado hablando regularmente con el secretario del Tesoro Paulson (…) y espera trabajar estrechamente con él durante el período intermedio en el cual Paulson debe decidir cómo invertir los 700.000 millones que le dio el Congreso” (ídem).

En todos estos puntos, Obama deberá chocar con la camarilla de Bush, que mantiene el poder ejecutivo. Por otro lado, recuerda el ya mencionado Light, Obama deberá recibir la aprobación del Senado para la designación de sus ministros; aquí “el problema principal” son las presiones de los senadores -tanto demócratas como republicanos- para “obtener concesiones ejecutivas” en favor de sus estados (The Washington Post, 5/11).

Los peligros de la transición no se agotan con la crisis económica, los choques con la Casa Blanca y el Senado, y las “sorpresas” que puedan aparecer en Afganistán, Pakistán o Irak. Los comentaristas agregan “el pasaje de la retórica convocante de la campaña a la realidad de las oficinas de gobierno” y la necesidad de “tomar inmediatamente las decisiones que involucren dolor y sacrificio”, según aconseja León Panetta, jefe de presupuesto de Clinton (New York Times, 5/11). El cóctel es explosivo.

En este cuadro, “los discursos de Obama crearon tal fuente de expectativa” que “la transición puede resultar turbulenta”, advierte The New York Times (5/11).

En las vísperas de las elecciones, después de reconocer que “votar por él es un riesgo (…) una apuesta dada (su) inexperiencia, su falta de claridad en algunas posiciones y el prospecto de un Congreso estridentemente demócrata”, The Economist (30/10) respaldó la candidatura de Obama. En cualquier caso, decía, la alternativa era todavía peor.
Obama es la apuesta del gran capital. Pero, como recordaba The Wall Street Journal (2/11) pocas horas antes de las elecciones, “a veces estas apuestas pagan, a veces no”.