Estados Unidos: Trump sigue intentando judicializar las elecciones

Coquetea con un golpe de Estado. Debe ser rechazado por la acción de la clase obrera.

Mientras el recuento de votos en las elecciones estadounidenses se sigue estirando bajo una crisis política severa , Donald Trump reforzó su línea de golpismo y evidenció un avanzado aislamiento.

Los últimos números arrojan que Biden le saca a Trump casi 3 puntos de diferencia en el voto general, con el 50,5%, y que está reuniendo 264 delegados al colegio electoral, sobre los 270 necesarios para ganar. Entre los Estados donde no se finalizó el recuento, Biden se impone en Pensilvania, Georgia, Nevada, Arizona, Michigan y Wisconsin, habiendo sido escrutados entre el 87% y 99% de los votos. El intento de Trump de detener los escrutinios en Georgia, Michigan y Pensilvania denunciando fraude se encontró con el rechazo de jueces de los primeros dos Estados y de la Corte Suprema en el último caso.

Trump se encuentra en un cuadro de aislamiento creciente, a los fallos judiciales contrarios y la falta de apoyo del sector mayoritario de la clase capitalista estadounidense, se le sumaron las declaraciones de la Organización de Estados Americanos (OEA) que llama a que “los candidatos actúen de forma responsable presentando y argumentando demandas legítimas ante los tribunales y no especulaciones infundadas en los medios” (Infobae, 6/11), ya que la Misión del organismo no observó ninguna irregularidad grave.

El jueves a la noche, el mandatario insistió desde la sala de prensa de la Casa Blanca en denunciar fraude en las elecciones, votos plantados e ilegales, y todo un complot sistematizado por parte de los demócratas para “robarle las elecciones”, aunque propios y ajenos no han dejado pasar inadvertido que sus acusaciones no fueron sustentadas con ningún elemento concreto. Ni un nombre, ni un lugar físico, ni una foto, ni un video. La denuncia de una conspiración nacional que habría dominado el recuento de votos en todo el país era presentada en un recuento difuso. Tal es así que las principales cadenas televisivas han interrumpido en simultáneo la retransmisión, para luego cargar contra su discurso por estar falto de cualquier tipo de pruebas. Incluso Fox News, la cadena que fue el principal apoyo de Trump durante su mandato, puso al aire inmediatamente a John Roberts, corresponsal en la Casa Blanca, que se encargó de señalar que “no habían visto nada que constituya un fraude o un abuso del sistema democrático”. Por su parte, lo propio se replicó a las redes sociales, donde Trump ha sufrido la eliminación de tweets en reiteradas ocasiones por “comentarios engañosos” o difusión de informaciones falsas. Incluso hasta periódicos ultraconservadores como The New York Post se han hecho eco en su tirada de señalar que sus denuncias no tienen sustento. La mass media le ha terminado de soltar por completo el brazo al presidente norteamericano aún vigente, que acusó durante la rueda de prensa a Biden de ser el candidato “de los grandes medios”, y que se encuentra cada vez más solo en su intento desesperado de aferrarse al poder.

Pero Trump arroja estas acusaciones porque se mantiene firme en una decisión: intentará apelar en la Corte Suprema las elecciones en los Estados que pueden ser decisivos para el resultado final. Señaló que el sistema de votación por correo “ha destruido el sistema democrático”, ya que los mismos se decantaron fundamentalmente para Biden y los demócratas. No obstante, los republicanos acumulan ya fallos en contra en Michigan, Georgia y recientemente Pensilvania. El carácter difuso de las acusaciones indica que el equipo de abogados de Trump sigue trabajando en encontrar un ángulo que permita una anulación masiva de los votos por correo en múltiples Estados, que pareciera ser la única medida que pueda revertir el resultado. No parece que tenga una tarea fácil.

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En el mismo discurso, Donald Trump hizo un comentario al que hay que prestarle especial atención. Alegando que en Filadelfia “obligan a los veedores de la elección a alejarse más de 60 metros y tapan las ventanas de los edificios en los que se vota”, señaló que “la gente se está enojando y llegando a ponerse violenta” así sin más. Sin rechazar estos hechos ni convocar a la población a desistir de ellos. Trump promueve abiertamente la presencia en las calles de grupos y bandas armadas seguidores suyos. Justamente fue en Filadelfia donde en las últimas horas detuvieron a dos hombres armados que se encontraban muy cerca de un centro de recuento de votos.

El presidente está intentando poner en marcha una suerte de ensayo golpista. Hasta el momento no ha logrado reunir fuerzas para imponer una salida de este tipo. Pesa fuerte la oposición de Wall Street. Tanto el capital financiero, como la mayoría de la clase capitalista de conjunto apoyaron la candidatura de Biden y, sobre todo, que haya una transición ordenada de un gobierno a otro, evitando conmociones políticas que puedan hacer intervenir a las masas. Pero esto no atenúa el peligro de la acción de estos grupos armados ni de las fuerzas policiales militarizadas de Estados Unidos, políticamente ligadas extensivamente a Trump y a la extrema derecha, así como las fuerzas federales que han sido en estos meses la fuerza de choque directa de Trump, como el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas, una agencia del Departamento de Seguridad Nacional profundamente racista y represiva..

Por su parte, Biden y su campaña llamaron a mantener la calma antes de las declaraciones de Trump, pero no se han vuelto a pronunciar al respecto, aún ante los elementos que auguran la posibilidad de enfrentamientos y violencia en las calles. Su asesor Andrew Bates se refirió a la posibilidad de que Trump no reconozca a Biden como presidente, declarando que “las elecciones las decidirá el pueblo estadounidense, y el gobierno será capaz de sacar a cualquier intruso fuera de la Casa Blanca”. La confianza de los demócratas radica en el apoyo del gran capital y los mandos de las fuerzas armadas.

Los demócratas buscan amansar las aguas de unas elecciones que parecen estar decantadas a estas alturas, y que los colocan como el recambio político que oxigene a una sacudida clase capitalista que gobernó con Trump y hoy reorienta toda su estrategia en un relevo con Biden a la cabeza. Así lo prueban las contribuciones de campaña a uno y otro, siendo el demócrata financiado por millonadas por algunos de los principales monopolios yanquis como Alphabet INC (Google), Microsoft, Amazon, Facebook, Apple, Walt Disney o la JP Morgan.

Wall Street festejó el triunfo de Biden con su mejor semana desde abril. El S&P 500, uno de los principales índices bursátiles que mide a las 500 empresas más grandes de EE.UU, subió un 7,3%, en tanto el Nasdaq, la bolsa de valores electrónica más grande del país, un 9%. Por último, el Dow Jones, que refleja los movimientos de las 30 empresas industriales con mayor peso, también subió un 6,9%.

Sin embargo, Art Hogan, jefe de mercado de National Securities Corporation, advierte que el mercado puede enfrentar una mayor presión producto del agravamiento de la pandemia del Covid-19, donde se registraron más de 120.000 nuevos casos en solo un día. Lo cual expresa que lejos de la recuperación económica que levantan los analistas, y pese a que el gran capital haya volcado su apoyo en quien hoy está sacando una ventaja, las contradicciones políticas y económicas se siguen profundizando.

Frente a las amenazas golpistas de Trump no se puede “tener paciencia” como pidió Biden. El resultado de un golpe sería desastroso para la clase obrera y para todos los que luchan por los explotados. Para hoy, sábado 7, se han convocado movilizaciones sindicales en Los Angeles y San Francisco en rechazo al intento golpista. Es necesario que se abra paso la intervención independiente de la clase obrera estadounidense, que con el método de la movilización popular y la huelga general entierre el intento golpista, sin el menor apoyo al Partido Demócrata, un partido del gran capital y el imperialismo, que desarrolló una campaña conservadora que apuntó a contener el proceso de lucha abierto por la rebelión del pasado junio.

La crisis política que refleja esta elección da cuenta que la democracia burguesa de la principal potencia imperialista, animadora de golpes de Estado en toda América Latina, que interviene militarmente países en todo el mundo, es una estafa. Solo la movilización política y callejera de la clase obrera norteamericana puede darle una salida positiva a esta crisis.

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