Fidel va a misa

Es cierto que pasó ya mucho tiempo de cuando en los primeros años de la revolución, Fidel Castro caracterizó a la iglesia católica como una institución “de los ricos, de los terratenientes”, o de cuando dijo que “perdi(ó) muchos años de (su) vida en el oscurantismo, la superstición y las mentiras”, al referirse a su paso por los claustros escolares de los jesuitas.


Hace más de una década, Fidel Castro se redefinió como “católico”. La visita de Fidel ahora al Papa es otro paso ‘trascendental’, que cede al clero la injerencia en la educación pública y en los medios de comunicación masivos. Del goce actual para celebrar el culto, la iglesia pasa a convertirse, de aquí en más, junto al partido comunista, en una de las burocracias con poder político en la Isla. Las ‘concesiones’ que arrancó el Vaticano de la reciente visita, se miden en que ninguna otra institución tendrá esos ‘derechos’, fuera del PC.


El clero cubano fue enemigo de la revolución cubana. Ligado mayoritariamente al franquismo, el 90% terminó expulsado de la isla o emigró por iniciativa propia. Entre los primeros clérigos que  desembarcarán próximamente, se cuentan varios que por estas razones tenían vedado el ingreso.


Las pleitesías de Fidel con el Papa, en Roma, fueron complementarias de otras tenidas con los capitostes de los pulpos europeos. Ante el “rey del capitalismo” italiano  —como define un cable de EFE a Agnelli, el mayor accionista de la Fiat— recomendó invertir en la isla, porque “en Italia —dijo— tenéis leyes sindicales menos severas que en Cuba con los empleados” (La Prensa, 19/11). De estas palabras, resulta que Fidel concibe a la quiebra del bloqueo norteamericano sobre Cuba, como un factor de reforzamiento de la explotación de la clase obrera.


La regresión a favor del clericalismo no tiene nada de ‘milagrosa’, pues hace ya un buen tiempo que el régimen castrista viene elaborando una ‘teoría’ mistificadora, dirigida a justificar esta nueva política con argumentos ‘izquierdistas’. Según declaró en 1994 un alto dirigente cubano, sería necesario “derriba(r) la ideología funesta que identificaba con el ateísmo a la revolución, al desarrollo político de las personas y el carácter científico del pensamiento” (Fernando Martínez Heredia, Propuesta, 21/11). El giro del castrismo hacia el oscurantismo es copernicano, si se tiene en cuenta, como lo dice el autor citado, que “la política cubana no concedió nunca espacio social apreciable a la religión… desde 1868” (ídem).


El castrismo sale nada menos que a ‘evangelizar’ al servicio del Vaticano, pues según un estudio de la Academia de Ciencias de Cuba, en 1990, “sólo un 15% de la población tenía una filiación religiosa sistemática (católica, protestante, etc.)… Cuba es un país mestizo, mulato, donde la santería reina de forma mágica y cómoda…” (Página 12, 21/11).


La finalidad de este curso clerical del castrismo es provocar ‘resignación’ de las masas cubanas, ante la política de la burocracia ‘restauracionista’.