Francia: cuidar del derecho al aborto

A casi un año de la conquista del aborto legal en la Argentina gracias a la extraordinaria movilización de la marea verde, un vistazo a la situación del derecho al aborto en Francia.

Esta semana, la Asamblea nacional francesa vuelve a examinar un proyecto de ley que propone retrasar a 14 semanas de embarazo el plazo legal para poder abortar (contra 12 semanas en la actualidad). El proyecto, que ya se debatió el año pasado y fue rechazado por el Senado donde la derecha conservadora es mayoritaria, divide a la propia mayoría presidencial. Lo promueven diputados de LREM (La República en marcha, el partido creado por el actual presidente Emmanuel Macron para la elecciones de 2017 y que reagrupó sectores procedentes del ala más liberal del Partido socialista y sectores de centro y de derecha supuestamente ” progresistas “) como una manera a bajo coste de darse aires ” reformistas ” después de cinco años de mandato marcados por una sucesión de brutales ataques antiobreros. Pero el mismo Macron, en una visita en el Vaticano, recordó que ” a nivel personal ” no está a favor de la extensión del plazo a 14 semanas, por ser ” más traumatizante ” un aborto a estas alturas.

Más allá de estas dos semanas – que sí les cambiarían mucho la vida a miles de mujeres que se enteran a veces de forma tardía de un embarazo no deseado – está en juego el acceso a un derecho sumamente importante para que las mujeres dispongan de su propio cuerpo, en un contexto de ajuste y desarticulación del sistema sanitario.

El aborto se despenalizó en Francia en 1975. El entonces presidente derechista, Valéry Giscard d’Estain, pretendía ser ” liberal ” y ” moderno ” en algunas cuestiones ” societales “, por lo que le pidió a la ministra de Sanidad, Simone Veil, defender un proyecto de despenalización del aborto. Pero está claro que el profundo movimiento a favor del aborto que venía reforzándose desde el principio de los años 1970 fue decisivo en la adopción de dicha ley.

En efecto, la explosión social de mayo y junio del 1968 le dio un nuevo aliento al movimiento feminista, en particular con la creación del MLF (Movimiento de liberación de las mujeres) que encabezó la lucha por el aborto ” libre y gratuito “. En 1971, centenares de mujeres, famosas y anónimas, publicaban en la prensa una tribuna (que vendría a conocerse como ” el manifiesto de las 343 zorras “) en la cual reivindicaban haber abortado a pesar de la prohibición. Un año más tarde, el llamado ” juicio de Bobigny ” popularizaría otra vez el debate, cuando la abogada Gisèle Halimi aprovecharía el juicio por aborto ilegal a una joven de 17 años que había sido violada para convertirlo en una tribuna por la legalización del aborto.

Pero sobre todo, jugó un papel decisivo el MLAC (Movimiento por la liberación del aborto y la contracepción), que organizó a médicos, sindicatos, al partido socialista y a toda la izquierda revolucionaria en torno al MLF, para crear en todo el territorio nacional comités de lucha que practicaban abortos y organizaban viajes a los Países Bajos o a Inglaterra, desafiando abiertamente al poder.

La ley finalmente adoptada en 1975, a pesar de una feroz oposición de una parte de la derecha más permeable a la influencia de la Iglesia, establecía la despenalización del aborto en todos los casos hasta 10 semanas de embarazo (que pasarían a ser 12 en el 2001) y legalizaba la interrupción del embarazo ” por motivos terapéuticos ” sin plazo alguno en caso de grave peligro para la salud de la madre o de fuerte probabilidad de que el niño por nacer sufra una afección grave e incurable. Sin embargo, cedía ante las presiones reaccionarias al promulgarse la ley solo por cinco años (se confirmaría de forma definitiva en 1979), al establecer la obligatoriedad del consentimiento parental para las menores de edad y una entrevista previa con una semana de ” reflexión ” para todas (condiciones que solo sería abrogadas en el 2015) y al introducir una ” cláusula de consciencia ” para permitir a los médicos opositores no tener que practicar abortos. La ley tampoco volvía sobre la prohibición de la publicidad por los anticonceptivos (cosa que sólo se conseguiría en los años 1980 con la presión del SIDA).

Desde entonces, ningún gobierno se atrevió a cuestionar directamente el derecho al aborto en Francia. Pero no significa que no exista una oposición : así es de algunos políticos conservadores y ultraderechistas que cada tanto piden restricciones de reembolso a la interrupción voluntaria de embarazo para que ” se responsabilicen ” las mujeres, o de los grupos reaccionarios vinculados a la Iglesia que organizan ataques contra los centros donde se practican abortos.

Sin embargo, el mayor ataque al derecho efectivo al aborto viene de las políticas de ajuste a la Salud que llevaron a cabo todos los gobiernos, tanto de ” izquierda ” como de derecha, desde los años 80. Por falta de personal o de financiamiento, cerraron muchos centros donde se practicaban IVEs (habría unos 550 centros hoy, contra 730 en el 2000), obligando a las mujeres a recorrer hasta más de cien kilómetros para poder abortar. Las colas de espera se alargan (siendo la situación particularmente grave en verano) y muchas mujeres se ven obligadas a recorrer varios centros u hospitales para conseguir turno, en un plazo bastante limitado.

Como resultado, y también por el peso de lobbys antiabortistas y la presencia de médicos ” objetores de conciencia “, cada vez más mujeres deben dirigirse hacia el sector privado (con un sobrecosto que llega a ser muy importante)… o ¡ abortar en el extranjero ! Frente a las carencias del sector público, un tercio de los IVEs lo practican el sector privado a escala nacional, y cerca del 60 % en la región parisina. Y cada año, entre 3 y 5 000 mujeres tienen que ir a abortar en España o en los Países Bajos por pasarse del plazo autorizado de 12 semanas. Una situación escandalosa, que encima deja de lado a todas aquellas que no tienen la posibilidad ni los recursos suficientes como para pagar tal viaje.

La pandemia no hizo sino agravar la situación ya que aumentaron los plazos para conseguir un turno por el cierre de centros de salud ” no prioritarios ” para reforzar las unidades dedicadas al Covid-19.

El derecho al aborto progresa en distintas zonas del planeta gracias a la movilización de miles de mujeres, siendo obviamente el caso argentino una referencia para el movimiento de mujeres en todo el mundo. Sin embargo, este derecho tan elemental está todavía por conquistar en demasiados territorios : en 2018, en el mundo, moría cada 9 minutos una mujer por causa de un aborto no seguro. E incluso en países donde se había conquistado el derecho a decidir, la ofensiva reaccionaria, encabezada por las iglesias, también sigue muy vigente, véase la tentativa frustrada de hacer casi imposible el aborto en España en 2013, o los casos recientes de Tejas y Polonia. Mientras el sistema capitalista siga imperando y apoyándose en los sectores más reaccionarios para dividir a los trabajadores entre sí, el derecho al aborto jamás será un derecho totalmente adquirido.

Pero la experiencia francesa – y de muchos otros países – muestra también que más allá de la lucha ” ideológica “, cuidar del derecho al aborto también implica luchar por las condiciones de su aplicación efectiva : por la separación de la Iglesia y el Estado, claro está, por un sistema sanitario público, de calidad y accesible a todes, por una educación sexual efectiva, inclusiva y científica, por el acceso libre y gratuito a los anticonceptivos… En fin, que defender el aborto es también luchar contra el ajuste y por el no pago de la deuda.