Internacionales

16/11/2015

Francia, después de la masacre

desde París


París sin cafés, sin cines, sin museos, sin gente en la calle. Ese era el espectáculo en la gran ciudad luego de los atentados terroristas en cadena, con 130 muertos hasta ahora, y centenares de heridos.


París y Francia han sido sumergidos por la barbarie de la guerra imperialista, por la dislocación política, por los llamados al exterminio.


Los atentados golpearon directamente a la población en un concierto de música, en las terrazas de los cafés, en las calles, en el estadio de fútbol, con el objetivo bien preciso de aterrorizar. A diferencia de lo ocurrido en enero -Charlie Hebdo- los atentados se produjeron en lugares públicos, para que muerieran centenares de personas sin identidad previa.


La condena no debe tener ningún atenuante, pero los discursos sobre el país y la ciudad de los derechos del hombre ocultan los crímenes de la burguesía francesa. En octubre de 1961, la policía asesinó centenares de personas en las calles y los cadáveres fueron arrojados al Sena. Eran argelinos que apoyaban la lucha por la independencia. La aviación francesa bombardea pueblos y ciudades de Africa, Irak y Siria pero esos poblados están lejos, el Estado francés sostiene al Estado sionista y avala las masacres del pueblo palestino. En los últimos 50 años, la población parisina parecía inmune y ajena al rol de su burguesía y al hecho que París es un centro imperialista, económico, político y militar.


Sarkozy y Hollande han acentuado este rol con las intervenciones militares en Libia, Malí, Irak y Siria. Bush desencadenó la guerra iraquí y dio paso a la generalización de la intervención militar imperialista; Sarkozy y ahora Hollande decidieron sumarse a la cruzada. Irak, Libia y Siria son países en los cuales la intervención imperialista liquidó las estructuras estatales y promovió el caos actual, en el que se suceden las masacres de la población civil, se desintegra todo elemento nacional y se proclama el derecho al pillaje de las riquezas. Este caos ha desembarcado en París.


Estado Islámico reivindicó el atentado y no dejó de estigmatizar a París como la ciudad de las “abominaciones y la perversión”. Como señalan los observadores y analistas que guardan algo de sentido crítico, esta reivindicación es apenas un elemento de propaganda y las preguntas que hay que formularse se refieren a quienes crearon a EI: ¿Qué está haciendo Arabia Saudita, socio inalterable de Estados Unidos, y a quién financian sus múltiples clanes? ¿Cuáles son las provocaciones que organiza y/o precipita el Estado sionista? ¿Cuál es el papel del actual gobierno turco? ¿Cómo se atizan los enfrentamientos religiosos? La responsabilidad comprende al conjunto del imperialismo, sus aliados y sus peones. Putin se suma al concierto y en estos mismos días avanzan las negociaciones en Viena sobre Siria, entre todas las potencias.


Existe una unión sagrada que protege la masacre permanente del pueblo palestino o del pueblo kurdo, que busca aplastar toda rebelion por sus derechos nacionales. La intervención imperialista es contraria a toda reivindicación nacional progresiva. El imperialismo francés quiere jugar su rol al respecto y queda subordinado a los movimientos e intereses de la potencia dominante, los Estados Unidos.


“En guerra”


Los atentados han sido la palanca para que el gobierno francés acentue su política militarista. “Quiero decirles a los franceses que estamos en guerra”, insistió una y otra vez el primer ministro en la televisión. El presidente Hollande proclama la “unión nacional” y reúne en forma extraordinaria al Congreso (diputados y senadores) para cerrar filas. El Frente Nacional apoya la política del Presidente y pide simplemente más firmeza. En una situación de crisis, hay que soldar el bloque reaccionario. Otra cosa es que lo consiga. El gobierno Hollande-Valls está en retirada y se apresta a una derrota electoral enorme en las elecciones regionales de diciembre. Francia puede entrar, ella misma, en un periodo de disgregación política.


Las reacciones de las organizaciones del movimiento obrero y de la izquierda “institucional” han sido deplorables. La condena de los atentados sirve de pretexto para sumarse a la “unión nacional”. El conjunto de las confederaciones sindicales condenan el terrorismo, proclaman que seguirán luchando por la democracia, la paz y las libertades y omiten toda referencia al gobierno: las intervenciones militares y la guerra social simplemente no existen. Las huelgas previstas esta semana han sido anuladas (la de las finanzas públicas el 18 y la de los controladores aéreos el 17, entre ellas). La manifestación del personal de los hospitales del martes 17, como todas las manifestaciones, ha sido prohibida.


El Partido Comunista y el Partido de la Izquierda se han sumado a la “unión nacional”. Lutte Ouvrière y el NPA han condenado los actos de terrorismo y denuncian la política imperialista del gobierno. No aceptan alinearse detrás del gobierno y del Estado en esa “unión nacional”.