Francia: “el desafío es extender el movimiento y sumar a otras capas de trabajadores a la huelga”

Entrevista a Lucien Astier, huelguista ferroviario de la Asamblea General de la Estación Austerlitz (París)

La siguiente es una entrevista realizada para Prensa Obrera a Lucien Astier, huelguista ferroviario de la Asamblea General de la Estación Austerlitz (París) y militante de la fracción La Chispa (L’Etincelle) del NPA.

 

Traducción de La Chispa y RG.

1. Esta semana es muy importante para la movilización en Francia. ¿Cuáles son las perspectivas planteadas?

 

Si en algo se destaca el movimiento actual, es que no es corporativista. Los ferroviarios de la SNCF (sindicato nacional) participaron en cuatro movimientos nacionales de huelga indefinida en los últimos cinco años. En los conflictos anteriores, la burocracia sindical tenía cierto margen de maniobra para alentar los prejuicios corporativistas, pero dichos sentimientos venían siempre desde arriba y pocas veces desde la base. La CGT del sector ferroviario intentó, en un primer momento, introducir reivindicaciones sectoriales propias a la empresa, pero no cuajó. Los huelguistas están orgullosos de formar parte de un movimiento de todos los trabajadores contra Macron y su política pro-patronal.

 

Tres sectores participan principalmente en la huelga indefinida, con decenas de miles de trabajadores cada día: la SNCF, la RATP (transportes de la región parisina) y la educación nacional. Otros se unen al movimiento en forma más minoritaria, como el sector de la cultura, los electricistas de EDF, los trabajadores de las refinerías de petróleo y el sector portuario. Los cuatro “tiempos fuertes” (como la burocracia sindical denomina los días de manifestaciones nacionales, que fueron el 5, 10 y 17 de diciembre y el 9 de enero) contaron con alrededor de 2 millones de huelguistas.

 

O sea, tenemos una huelga de masas, pero no todavía una huelga general. El principal desafío es extender el movimiento y que otras capas de trabajadores se sumen a la huelga indefinida. Desde este punto de vista, la semana que viene es decisiva. Entre el 5 y el 19 de diciembre, la huelga se instaló de manera muy fuerte en sus bastiones, con un fuerte apoyo de toda la clase obrera. Entre el 19 de diciembre y el 6 de enero, durante las fiestas, la base de los huelguistas compitió en creatividad para darle vida al movimiento, cuando la burocracia planteaba en los hechos a concederle una tregua a Macron. Quizás vieron en la Argentina las imágenes de los huelguistas de la Ópera de París, que ofrecieron un espectáculo en la calle el día de Navidad. Luego, la semana pasada, vivimos un nuevo ascenso del movimiento, con dos días de manifestaciones masivas el 9 y el 11 de enero, en las cuales era notable la determinación de los trabajadores.

 

Ahora hay que ganar nuevos sectores para crear un relevo. La primera condición para conseguirlo es aguantar. A pesar de las dudas tras 40 días de huelga, a pesar de que algunos hayan reanudado parcialmente el trabajo, este lunes todas las Asambleas Generales han llamado a continuar el movimiento. Los medios de comunicación anunciaban ya desde este fin de semana que la situación en los transportes iba a volver a la normalidad... ¡pero no fue así!

 

2. La huelga pone al movimiento obrero frente a un reto, ante un gobierno de choque, frontal, reaccionaria y con una dura represión. ¿Qué significado y qué importancia hay que darle a esta huelga? ¿Qué influencia tuvo el movimiento de los "chalecos amarillos" surgido en noviembre de 2018?

 

En noviembre, mientras visitábamos a los colegas para preparar la huelga, un compañero de trabajo me hizo notar que ya estábamos luchando desde hacía meses. En marzo de 2018, los ferroviarios entramos en una huelga contra Macron que duraría varios meses. Fue el primer reto "thatcheriano" contra el presidente de los ricos. Fuimos derrotados, la reforma pasó, pero no consiguió desmoralizarnos como esperaba el gobierno. A fines de 2018 comenzó el movimiento de los "chalecos amarillos", con levantamientos obreros en los barrios burgueses. Ahora, este movimiento de conjunto. Macron no otorga ningún respiro a la clase obrera, pero esta se lo paga con la misma moneda.

 

El poder tuvo mucho miedo a los trabajadores con chalecos amarillos porque escapaban a toda institucionalización. ¿Con quién negociar para adormecer la ira social? Los sindicatos, que normalmente desempeñan este papel, tomaron inmediatamente posturas muy hostiles al movimiento, pensando que de esta manera podrían salvarle el pellejo a Macron en un momento -a principios de diciembre- en que el pánico era general. Fue en vano. Los chalecos amarillos han sido un ejemplo de determinación, que hoy sigue muy presente. Numerosos colegas en huelga los ponen como ejemplo, sobre todo los que no están sindicalizados.

 

Frente a esta situación, el poder endureció considerablemente la represión policial y judicial –siempre dentro del marco “democrático” de esta república de los ricos. Hasta el pasado 5 de diciembre, ello sirvió para despoblar las manifestaciones. Pero desde entonces se ha desvanecido el miedo y lo ha sustituido la ira contra un gobierno que solo sabe reprimir.

 

3. Esta huelga, la más larga de la SNCF si no me equivoco, está siendo sostenida por los militantes comprometidos en la lucha. ¿Cuál fue la política de las burocracias sindicales? ¿Cómo construir una política para la movilización opuesta a las direcciones sindicales cuando son las confederaciones las únicas que pueden llamar a una movilización de alcance nacional?

 

La huelga del 5 de diciembre se preparó en un clima contradictorio, pero desde luego es un empuje que viene de abajo. Las direcciones sindicales, por la competencia que mantienen entre ellas y por su voluntad de encausar las luchas obreras, presentaron bajo presión los preavisos legales de huelga. Hasta hoy, una intersindical de las confederaciones continúa con su llamado a la huelga hasta el retiro del proyecto de ley, pero sin romper el diálogo con el gobierno y las patronales, como lo exigen los huelguistas en sus asambleas.

 

Tras la lección del movimiento de los chalecos amarillos, el gobierno -que redujo hace un año de manera drástica los derechos de los delegados sindicales de base- trata de reponer el rol de las burocracias para amortiguar el choque social de la huelga. Hasta el momento, sus maniobras no han sido exitosas. El gobierno acaba de llegar a un supuesto compromiso que solo ha sido aceptado por las confederaciones sindicales que no participan en la huelga. La dirección de la CGT avanza en este movimiento con una espada de Damocles: la presión de los huelguistas. Hasta ahora, su política es lo suficientemente hábil como para ser interpretada de forma favorable por su base, aunque la desconfianza es importante.

 

Una puntualización en relación a la pregunta: está claro que los llamamientos a la huelga de los sindicatos son importantes para las movilizaciones, pero ninguna huelga general fue llamada por las direcciones sindicales... lo que no impidió la de 1936 ni la de 1968.

 

4. En este movimiento huelguístico han aparecido múltiples formas de organización de la base y de los militantes. ¿Cuál es tu experiencia como militante en la SNCF? ¿Cómo influenció la huelga? ¿Cuáles son los límites que han aparecido?

 

Son los trabajadores de la RATP los que encendieron la chispa. Grupos de militantes, sindicalizados o no, prepararon el 5 de diciembre sin descanso, recorriendo los lugares de trabajo, visitando a los colegas, sin esperar a los aparatos sindicales. De lo contrario, seguirían esperando. En la SNCF el ambiente cambió a mediados de octubre tras paros repetidos, sin preaviso legal, huelgas salvajes que anunciaban el movimiento que se avecinaba. Fue entonces que la CGT se vió obligada a llamar firmemente a la huelga para el 5 de diciembre.

 

La huelga, al igual que su preparación, está impulsada por la actividad de los trabajadores. En la SNCF las asambleas son cotidianas y cada día se debate sobre las perspectivas del movimiento y las acciones que se corresponden. En la RATP son los piquetes de huelga, menos formales, los que tienen este papel.

 

La huelga es viva, animada por jóvenes militantes que en algunos casos lo hacen por primera vez, demostrando una lucidez y una determinación excepcionales. Pero animar no es exactamente dirigir. Los órganos que permitirían dar realidad al lema popular “la huelga es de los huelguistas”, es decir los comités de huelga y las coordinaciones, son más difíciles de poner en marcha porque las burocracias los combaten abierta o insidiosamente.

 

5. ¿Y la política de las organizaciones y corrientes revolucionarias?

 

Globalmente, todas las corrientes y los militantes revolucionarios (principalmente dentro de Lutte Ouvrière y del NPA, pero no únicamente) empujan para que el movimiento vaya lo más lejos posible. El discurso es idéntico en cuanto a las orientaciones generales que hay que tomar frente al gobierno y sus maniobras.

 

Cada corriente experimenta su propia táctica en el desarrollo y la organización de la lucha. Algunos apuestan por el desarrollo de corrientes sindicales radicales, llamadas “corrientes de lucha de clase”, y llevan localmente la lucha en su nombre. Otros, como nosotros, le damos la prioridad a los intentos de autoorganización.

 

Tratamos de poner en pie comités de huelga, que reúnan trabajadores de todos los sindicatos y trabajadores no sindicalizados, en todos los sectores en los que estamos presentes. Comités electos y revocables por las asambleas cotidianas de los huelguistas. No somos los únicos: la palabra “comité de huelga” se ha puesto de moda en este movimiento, donde hemos visto nacer en un mes más comités que en los últimos cuarenta años. Pero detrás de esta denominación, en realidad, se esconden a veces agrupamientos intersindicales y otras veces simples grupos de animación o de organización de acciones.

 

Pero en un movimiento nacional e interprofesional los comités de huelga son insuficientes para disputarle la dirección del movimiento a las burocracias sindicales. Se necesita una coordinación de los huelguistas. Habíamos marcado los hitos en los movimientos anteriores de la SNCF, el último de los cuales fue lo que llamamos en París los "encuentros entre estaciones" (hay seis grandes estaciones en la ciudad). Desde finales de septiembre participamos en la estructuración de los “encuentros RATP/SNCF”, porque intuíamos que estos dos sectores serían los motores del movimiento. La iniciativa es de un grupo reducido de trabajadores de la RATP, en su mayoría no afiliados a ningún sindicato, denominado “la unión hace la fuerza”. Este simple encuentro hubiera podido desarrollarse en el curso de la huelga hasta convertirse en un embrión de coordinación, pero por ahora es todavía demasiado limitado para constituir realmente una alternativa a las burocracias.

 

No es el único intento, y es la prueba de la efervescencia de un movimiento fuera de las normas que marca un impulso de la politización de la clase obrera.

 

París, 13 de enero de 2020.