Francia: el fin del movimiento y una nueva etapa

La ola de movilizaciones, manifestaciones, bloqueos y huelgas, que comenzó hace dos meses, se ha extinguido por el momento, pero sus efectos políticos están llamados a ser duraderos y profundos.
Esta ola es el segundo episodio de la movilización obrera en este período de crisis y colapso del capitalismo; el primero transcurrió durante el primer semestre de 2009. Marca un salto cualitativo en la intervención obrera, bien que no haya sido suficiente para culminar en una huelga política de masas. Ahora, la izquierda y el gobierno quieren volver a los negocios habituales. La crisis y la maduración de la rebelión obrera y popular no lo van a permitir.

Rol nefasto

La última movilización nacional del sábado 6 de noviembre fue concebida como un “entierro de lujo” (Prensa Obrera N° 1.153). Las manifestaciones fueron menos concurridas que las anteriores y, sobre todo, la reunión posterior de las confederaciones sindicales del lunes 8 decidió clausurar el episodio. Hace un llamado a una nueva jornada nacional para el 23 de noviembre, “con acciones multiformes”. En París, por ejemplo, se convoca a una concentración de 12 a 14 horas, delante de la Bolsa de Comercio, con conferencia de prensa y presentación de testimonios. Se indica la posibilidad de una manifestación posterior. Es una puesta en escena para poder decir que la función teatral no se suspendió.

En un sentido completamente opuesto, la Asamblea General Interprofesional de Le Havre, de principios de noviembre, se pronunció (120 votos afirmativos, 7 negativos, 7 abstenciones) por la continuidad de la lucha, por la reunión en París de un congreso de bases de todas las organizaciones síndicales en lucha y por una gran manifestación nacional.

Hay una coherencia entre el fondo de la política y la forma de los llamados, bien que los izquierdistas no lo quieran entender con su apología de la unidad sindical. La declaración de las burocracias sindicales del 4 de noviembre indica que se continuará el “trabajo común emprendido hace dos años sobre el empleo, los salarios, el poder de compra y las condiciones de trabajo, actualizando la declaración común del 29 de enero de 2009”. Recordemos que esta plataforma es la del “diálogo social” para superar la crisis, la que dos años atrás terminó dando el visto bueno al programa del gobierno. Sarkozy pudo entonces implementar su primer plan de subsidio al gran capital y de deterioro progresivo de las condiciones de vida y de trabajo de la población explotada. Es notable que las direcciones sindicales reivindiquen ahora esa plataforma, prácticamente en forma unánime.

Las direcciones sindicales y el conjunto de la izquierda quieren borrar todo signo de rebeldía y de desorden, y retomar la “negociación” y el consenso con el arbitraje del Estado. Es el elemento central en juego en el próximo período.

Extrema izquierda

La adaptación a la política de las direcciones sindicales fue la viga maestra de la intervención del NPA y también de Lutte Ouvrière, que sigue siendo subrayada en sus balances respectivos. Por el contrario, la diferenciación y el esbozo de una política alternativa es el eje de reagrupamiento de los sectores militantes que motorizaron la lucha en estos últimos meses.

La resolución sobre la situación política y social aprobada por el CPN (Comité Central) del NPA del 13 y 14 de noviembre sostiene que: “La unidad sindical va a jugar un rol importante tanto en la movilización en la base como en la percepción de la construcción de la movilización a una escala de masas”. La unidad sindical es una referencia al frente de las burocracias que llevó la lucha al impasse.

En forma sistemática, en sus documentos y en su intervención, el NPA sostuvo que la intersindical (básicamente la alianza CGT-CFDT) “gestionó el nivel de movilización” (periódico Tean, 11/11) y, un mes atrás, el Comité Ejecutivo explicaba que la CGT y la CFDT “van a tener que acompañar el endurecimiento de la movilización” (Info CE, 13/10). En realidad, hicieron todo lo contrario. En el momento clave, aislaron y dislocaron las huelgas y bloqueos en las refinerías y otros sectores.

Este movimiento se caracterizó por la intervención de una capa militante que se esforzó en poder llevar adelante una orientación en dirección opuesta a la del diálogo social y la unidad paralizante de las direcciones. Es toda una diferencia con el movimiento del primer semestre de 2009. La diferenciación y la oposición se manifestaron en forma práctica y general.

Por eso, en lugar de observar la supuesta “adecuación” entre la política dialoguista de las direcciones y el estado de las masas, conviene dirigir la atención sobre los fenómenos de irrupción de la energía y la bronca de los explotados y los jóvenes: los bloqueos y la agitación callejera, la intervención conjunta de núcleos obreros y sindicales, la participación de sectores precarios, las huelgas en el sector privado -refinerías- y no en el público, como era tradicional, la conjunción entre juventud estudiantil y barrial, la discusión y el intercambio entre militantes, en asambleas y encuentros. Estamos en presencia de las premisas de una nueva etapa de lucha para el movimiento obrero.

Una nueva trampa política

Las direcciones sindicales y el conjunto de la izquierda consideran que su gran victoria fue “el apoyo de la opinión pública”. Es la moda desde hace muchos años y ahora mucho más evidente. Los conflictos de clase no existen; en cambio, se trata de un enfrentamiento por ganar una mayoría en las encuestas a la espera de las elecciones. Es el nuevo ejercicio de la democracia contra la lucha de clases. En este conflicto, el movimiento práctico de los explotados tomó precisamente este último rumbo.

Una vez más, estamos en presencia de una operación política que reune al conjunto de la izquierda. El Partido Socialista se hizo presente en las movilizaciones y proclama ahora que la continuidad está dada por las elecciones de 2012. El Frente de Izquierda (formado por el Partido Comunista, el PG, partido de Izquierda y la Izquierda Unitaria, una ruptura del NPA) ya discute acerca de su candidato presidencial y promete unir a los antiliberales para negociar mejor su alianza con el PS y su participación en el gobierno. Los antiliberales se preparan para todas las alternativas.
Las ONG ATTAC y Copernic sirven de bisagra para esta operación. Preparan ya, para enero y por seis meses, “forums para las transformaciones ecológicas y sociales, para llevar adelante el debate en la izquierda de la izquierda, mostrar una base común de ideas y de proposiciones” (Copernic, en Liberación, 6/11).

La última resolución del CC del NPA destaca la importancia para el movimiento de ATTAC-Copernic, del Comité Nacional de Jubilación y de los comités locales. Es una afirmación curiosa que se justifica solamente por el oportunismo político. En la revista teórica “Contretemps”, próxima al NPA, dos sociológos más realistas constatan que “los comités unitarios fueron rápidamente eclipsados por la movilización sindical y no pudieron lograr un desarrollo en relación con ella”. Esta mistificación está destinada a tratar de repetir la operación de 2005, posterior a la victoria del No en el referendum sobre la Constitución europea: constituir una fuerza de apoyo a la izquierda institucional. En ese momento, se lo hizo en base a los comités unitarios. Ahora, el peso descansa mucho más sobre el PG y el PC.

Reagrupamiento obrero y militante contra plataformas antiliberales y unidades de aparato: ésta es la disyuntiva para el período, habida cuenta que el reagrupamiento va a operar sobre la base del balance, pero también de nuevos enfrentamientos, movilizaciones y luchas. Nada indica que la paz social y el diálogo van a reinar hasta 2012. Es todo lo contrario. Hay que desarrollar una intervención en la crisis capitalista, sobre la base de una orientación programática independiente y opuesta a la de la izquierda en su conjunto y el agrupamiento unitario de todas las capas y sectores en lucha y de los núcleos militantes en los sindicatos, con una atención particular por los núcleos juveniles, los precarios y los desocupados.