Francia: el proletariado interviene en la crisis

Sigue la lucha contra la reforma jubilatoria

La lucha de clases en Francia ha tomado un ritmo vertiginoso. Se caracteriza de más en más como un combate del movimiento obrero, de la juventud y de la población contra el gobierno de Emmanuel Macron, contra la persona misma del presidente. Cada intervención de Macron enciende los ánimos y aumenta la bronca; el conflicto se hace más duro. Una jornada contra el gobierno de huelgas y manifestaciones está convocada para el martes 28.

Una semana ejemplar

Recordemos la cronología de esta semana. El jueves 16, la primera ministra Elisabeth Borne comunica al parlamento que aplicará el artículo 49-3 de la Constitución, que indica que un proyecto es “considerado como adoptado” sin votación -salvo si se presenta una moción de censura que resulte mayoritaria y que derrumbe al gobierno. El lunes siguiente se presentan 2 mociones y una no es mayoritaria sólo por 9 votos (sobre 572). El miércoles Macron habla al mediodía e insiste que el conflicto está saldado porque el proyecto es ley. El jueves, la Intersindical convoca a una enorme manifestación -probablemente la mayor desde el inicio de esta lucha en enero. Fue enorme en París y abarcó decenas de ciudades. En la capital, por la noche, se producen fuertes enfrentamientos con la policía y una dura represión. La Intersindical convoca a una nueva jornada de movilización y huelgas para el martes 28. El diario Le Monde, órgano de la burguesía “esclarecida”, titula el sábado: “Jubilación: Macron aislado, la mayoría inquieta”, esto es, la burguesía inquieta.

Macron está jugando el rol autoritario que le asigna el bonapartismo de la 5a. República; el poder se encarna en un solo hombre, que decide sobre todo y que subordina todas las instituciones del Estado. Ahora se está viviendo en Francia la otra cara del bonapartismo: cuando la sociedad se rebela, concentra su oposición en el presidente y la clase dominante no logra salir del conflicto, si lo logra, sin costos más o menos graves.

La lucha obrera

El proyecto de ley de Macron, pasar la edad de la jubilación de 62 a 64 años, provocó el rechazo de la población. El poder erró su cálculo: la clase obrera, a pesar de sus dificultades políticas, de su heterogeneidad, de su debilidad en las luchas inmediatas, no estuvo dispuesta a entregar gratis sin combate 2 años de trabajo, en condiciones generales cada vez más penosas. Se tocó un resorte elemental de la condición proletaria y la reacción fue inmediata. La clase obrera reaccionó en tanto clase. La Intersindical representa esta oposición elemental de la fuerza de trabajo a regalar 2 años a los capitalistas y el gobierno.

Cuando se aprueba el 49-3, el jueves 16, los dirigentes de la Intersindical reaccionan afirmando que no se ha seguido hasta el final un procedimiento “democrático” y que sería oportuno utilizar otros medios legales y constitucionales, como la declaración de inconstitucionalidad por parte del Consejo Constitucional y/o la convocatoria a un referéndum de iniciativa conjunta. Al mismo tiempo convoca a una nueva movilización para el jueves 23. Pero el mismo jueves 16 por la noche se produce la primera reacción popular al 49-3. En la Place de la Concorde, situada frente a la Asamblea Nacional y no lejos del palacio presidencial del Elíseo, se organiza una manifestación masiva, que marca la entrada masiva de los jóvenes en esta lucha, llamada por la central Sud-Solidaires, y apoyada por la CGT de la región parisina y por la FSU, que se concentra abiertamente en el “fuera Macron”.

La lucha social se conjuga abiertamente con la lucha política, con el impulso de la juventud y sus organizaciones y abre un principio de fisura en la Intersindical. En el llamado del día 16 a una nueva movilización ya no se hace referencia a las huelgas que en el pasado fueron apoyadas sólo de palabra.

Al tiempo que la agitación callejera del Fuera Macron se extiende, el movimiento de huelga no logra generalizarse. Tiene puntos fuertes, como huelga reconductible, en Energía, Puertos, los basureros de París, los ferroviarios y otros pero son limitados. Con la sanción del 49-3, Francia entra en una crisis política y la clase obrera interviene masivamente en defensa de sus intereses, sin una expresión política independiente y sin un movimiento de huelga masivo.

La jornada del jueves 23 es ejemplar en este sentido. Es masiva y reúne en todo el país entre 2 y 3 millones de personas, con una fuerte presencia de la juventud. Constituye una derrota del gobierno y del lugar personal de Macron. Luego de las movilizaciones, en París se organizan centenares de movilizaciones y de actos relámpagos, en algunos casos con quema de la basura dispersa en las calles, con la intervención de centenares de jóvenes estudiantes, de activistas y de autónomos.

El gobierno, la prensa burguesa y los partidos del régimen político ponen el grito en el cielo: la violencia nos domina y las pacíficas movilizaciones sindicales han dado lugar a los grupos que sólo buscan el enfrentamiento y la sangre. Claro está que esta noche parisina se caracteriza también y ante todo por la represión policial. Lo mismo ocurre en algunas capitales de provincia, como Burdeos, Nantes y Rennes.

El gobierno tiene que humillarse y anular la visita del rey de Inglaterra Carlos III, que había elegido a Francia como primer país a visitar como monarca. Debía estar en Francia del domingo 25 al miércoles 29, y visitar París, con una cena fastuosa en el Palacio de Versalles, y Burdeos, para tomar el tranvía. La monarquía inglesa se tomaba su revancha contra la Revolución Francesa, gracias al pequeño Napoleón Macron, pero los sans culottes, manifestantes populares en 1789, y los jóvenes del 2023 decidieron lo contrario.

La burguesía se pregunta: ¿qué camino seguir?

El gobierno de Macron está en crisis, luego de una derrota vergonzosa en la Asamblea Nacional, donde tuvo que utilizar el 49-3 porque perdía la votación sobre el proyecto de aumento de la edad jubilatoria, que resulta clave para su política de ajuste. Es minoritario en el Congreso e incapaz de establecer acuerdos políticos sólidos con las otras fuerzas burguesas que le aseguran una mayoría.

La clase burguesa, los empresarios y los turiferarios, ya no creen en sus discursos, en sus golpes de mentón, en su suficiencia, en el desprecio por todo lo que se le opone y en particular, el pueblo, la multitud, las organizaciones sindicales y políticas. En un largo reportaje, el presidente de la entidad empresaria Medef indica que “las próximas reformas deberán apoyarse en un método diferente y ser más discutidas y negociadas previamente con las organizaciones sociales implicadas”. El diario burgués Le Figaro, algo así como La Nación en Argentina, titula sus editoriales de estos últimos días como “El gran desbarajuste” y “En el Eliseo, el monarca republicano más sólo que nunca”. Para utilizar una fórmula muy útil para los revolucionarios: “los de arriba no pueden continuar gobernando como antes”. Se ha abierto una fisura por la que irrumpen la indignación y la actividad de las masas”. La normalidad se ha desvanecido en el aire.

Luego de la jornada del 23 de marzo, sus huelgas y sus enormes manifestaciones, el dirigente de la CFDT, pilar de la Intersindical y polo conciliador, Laurent Berger, hizo por primera vez la proposición de una “pausa” sin requerir el retiro inmediato del proyecto de ley. Algunos comentaristas burgueses de “izquierda” hacen notar que lo mejor que podría suceder es que el Consejo Constitucional anule la nueva ley por inconstitucional, y obligue a la negociación. Como sintetiza un editorial de Le Monde: “muchas opciones resultan posibles a partir de que (Macron) renuncie a hacer de la postergación de la edad jubilatoria el alpha y el omega de su quinquenio. Lamentablemente no estamos en este punto”.

La crisis política y el impasse actual del régimen burgués es el resultado de la intervención de la clase obrera y la juventud; intervención masiva, con núcleos militantes, con la presencia y organización combativa en las calles, en los piquetes, en los bloqueos, pero sin una organización revolucionaria centralizada, respetada y candidata a una dirección alternativa a la de la Intersindical.

Construir esta organización es una tarea de largo plazo y no obstante nada obsta para intervenir en esta crisis política y en esta lucha social, para hacer avanzar los intereses históricos del proletariado y su combate por el socialismo.

Es posible que la Intersindical acentúe la fisura que ha aparecido con la proposición de “pausa” de la CFDT. La respuesta de la CGT va a depender del curso de su congreso, que se abre el lunes 27. Es posible que el cuadro unitario se mantenga mientras esta pausa sea puramente teórica. En todo caso, está presente la necesidad de que la Intersindical continúe llamando a la movilización y la huelga, de que los sindicatos cumplan con su misión de agrupamiento elemental de la clase obrera para defender sus intereses y reivindicaciones. Todo acuerdo con las centrales sindicales que deciden continuar la lucha con los métodos de la movilización y la huelga es progresivo.

La cuestión más inmediata es tratar de asegurar la continuidad y extensión de las huelgas, lo que sólo puede ser decidido por los propios trabajadores. Hay que insistir en la propaganda y organización de asambleas de los trabajadores y de coordinadoras locales y regionales. Una actividad consecuente en este sentido debe dirigirse a las estructuras sindicales más próximas a los trabajadores; los líderes sindicales combativos deberían ganar el mandato de sus asambleas para una actividad centralizada de apoyo a la huelga, a los piquetes. Las organizaciones de lucha de clases que están presentes hoy en día en este combate histórico pueden y deben intervenir con sus militantes y sus posiciones ganadas en las organizaciones de la clase obrera. Un mandato sindical por la huelga, por su extensión y generalización como huelga política de masas, por el “Fuera Macron” vale más que 100 estructuras proclamadas, sin existencia real.

El movimiento estudiantil tiene la práctica de agruparse en “coordinadoras”, locales, nacionales. Esta práctica es trasmitida al movimiento por los militantes políticos, que asumen la necesidad de impulsar e intervenir en estructuras unitarias, incluso cuando se es minoría.

Hay que afirmar y generalizar el Fuera Macron con la agitación callejera, la huelga, la movilización. El proletariado y la juventud de Francia están escribiendo una página histórica, sin que esté dicha la última palabra. Hay que aprovechar la crisis burguesa e imponer el interés histórico de la clase obrera que se sintetiza en el fuera Macron.

La jornada del martes 28 es importante, a fin de imponer la continuidad de las movilizaciones y las huelgas, contra la pausa a la espera de una victoria en las instituciones. La defensa de las movilizaciones obreras, estudiantiles, populares, contra la represión brutal de la policía está también a la orden del día.

París, 27 de marzo