Internacionales
11/4/2013|1263
Francia: La huelga en Peugeot cumple tres meses
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Se están por cumplir tres meses de huelga en la planta de Aulny, de Peugeot, contra el cierre, que se concretaría en 2014. La huelga viene siendo sostenida heroicamente por una minoría activa y aguerrida de 300 de los 3 mil trabajadores. La patronal no ha podido normalizar el funcionamiento de la fábrica. La mayoría de los trabajadores simpatiza con los huelguistas y se resiste a colaborar con la empresa. Como consecuencia de esto, una parte sensible de la producción de autos quedó sin completarse o fueron despachadas sin una parte de sus piezas o accesorios.
La patronal de Peugeot apuesta al desgaste de la huelga. Las centrales obreras vienen sometiendo a la lucha al más absoluto aislamiento. El comité de empresa de la planta de Aulny, en la que participan todas las centrales, acaba de dar su conformidad a la propuesta de restructuración planteada por la empresa. Esto no puede sorprender si tenemos en cuenta que vienen de aprobar la “reforma laboral” del gobierno de Hollande y las cámaras patronales. La reforma establece rebajas salariales y un sensible avance de la precarización y flexibilización de las condiciones de trabajo.
Force Ouvriere (FO) y la CGT no han firmado la propuesta patronal en Peugeot pero no han movido un dedo para organizar la solidaridad general. No se trata de un conflicto laboral más sino de una pulseada estratégica. Sin embargo, la CGT, en primer lugar, no puso su poderío al servicio del triunfo de la huelga. La planta de Aulny es la punta de lanza de un plan más vasto, que arranca por la industria automotriz. Peugeot ya ha dicho que planea suprimir, en el próximo período, 10 mil puestos de trabajo. Renault, a su turno, acaba de anunciar el congelamiento de los sueldos y un aumento de un 6,5 por ciento promedio de la jornada de trabajo. Esta prolongación de la jornada de trabajo en momentos en que las ventas disminuyen es el preludio de despidos. Este plan de de Renault tiene, sin embargo, la bendición del gobierno socialista, que es uno de los accionistas principales de la empresa. Esto pone de relieve la total bancarrota de la política de Hollande, cuya campaña electoral tuvo uno de sus ejes principales en la “defensa de los puestos de trabajo”. Unas semanas atrás, el ministro de Producción declaró que el cierre de Aulny-Peugeot es “inevitable”.
La clase obrera francesa acusa recibo de los golpes de la bancarrota capitalista. Las reacciones de la clase obrera, hasta el momento, han sido aisladas y, en muchos casos, han culminado en derrotas. Paralelamente al derrumbe económico y social, el gobierno socialista viene perdiendo aceleradamente su capital político en todas las clases sociales y en especial entre los propios trabajadores. Depende cada vez más del concurso y de la complicidad de la burocracia sindical. Pero la burocracia sindical está pagando un precio muy caro ante las bases y los activistas. Se desarrolla un fuerte descontento popular para que las tendencias de lucha, hoy tímidas y fragmentadas, se generalicen.