Internacionales

21/12/2022

Francia: la ruptura del NPA

Collage: Prensa Obrera

El 5to Congreso del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), que fuera el modelo de los “partidos amplios”, concretó la ruptura largamente anunciada de la organización en dos mitades, durante la primera jornada congresal del viernes pasado. El motivo central de la escisión es la voluntad del sector que lideraba el NPA, la mayoría histórica del Secretariado Unificado (SU), de disolver la organización al interior del frente de centroizquierda “institucional” que encabeza Jean-Luc Mélenchon, el Nupes; y el rechazo de un sector de la izquierda del partido, liderado por L’etincelle (La Chispa) y Anticapitalismo y Revolución (AyR), a esta perspectiva desembozada de colaboración de clases.

La responsabilidad del Secretariado Unificado

El trabajo mancomunado de la antigua mayoría del NPA con Mélenchon no es una novedad. Debe remontarse, por lo menos, a las candidaturas comunes para las elecciones de la ciudad de Burdeos en 2021, donde el principal portavoz público del NPA, Philippe Poutou fue electo concejal y formó un bloque en el recinto con los personeros de Mélenchon. En esa oportunidad, la integración de una lista común fue impuesta por la dirección nacional del NPA, a pesar de que la mayoría de los militantes de la regional habían votado en contra.

El acuerdo de la dirección del NPA con Mélenchon se replicó, desde entonces, en todas las instancias electorales. Primero, en las municipales de Nueva Aquitania, sumando a un sector disidente del Partido Socialista. Luego, en el llamado a votar por las listas de Mélenchon en todos los comicios regionales donde el NPA no se presentara. Finalmente, en las elecciones presidenciales, retirando solo a último momento el planteo de integrarse a Mélenchon, aunque llamando a votar por Nupes en las legislativas inmediatamente posteriores.

La política de la mayoría histórica del SU de convergencia con Mélenchon no es, estrictamente, un viraje, sino un paso lógico en su línea de colaboración de clases. La autodisolución de la vieja Liga Comunista Revolucionaria (LCR, sección francesa del Secretariado Unificado) para dar lugar al NPA, en 2009, fue precedida por la eliminación de la estrategia de la revolución obrera ¡hasta del programa!

El lanzamiento originario del NPA respondía a la voluntad de la dirección del SU francés de sepultar definitivamente la construcción del partido revolucionario para poner en pie un armado “amplio”, con miras a maniobras electorales. La LCR venía, bien que profundizando su adaptación al régimen, de un “ascenso” electoral. Pero el experimento pronto mostró sus límites. La izquierda “tradicional” francesa (PC y PS entre otros), logró una recomposición inesperada en los cálculos del SU, lo cual retrotrajo al NPA a guarismos electorales muy pequeños.

El derrumbe electoral del NPA repercutió en un retroceso militante. De los diez mil miembros iniciales, se redujo a cuatro mil, cifra que no paró de caer hasta alcanzar los dos mil de este último Congreso. La desmoralización ante los falsos atajos electoralistas se combinó con un sector derechista que, sacando todas las conclusiones, se fue del NPA para abrazar la integración sin mediaciones al régimen.

El apoyo del SU a variantes de fronteras de clase difusas en todas las latitudes (Podemos en España, Syriza en Grecia, el PSOL en Brasil, el chavismo) tuvo su correlato en Francia con la adaptación del NPA al régimen de la V° República Francesa. El NPA, bien que con oposiciones internas, llamó a votar tanto al ex presidente François Hollande como al actual Emmanuel Macron, invocando “el mal menor” entre variantes burguesas reaccionarias.

El SU prestó un servicio inestimable a la burguesía al bloquear, con su tónica electoralista, la construcción de salidas revolucionarias. Lo cual, a su turno, contribuyó a que aparezcan relevos institucionales -como el que actualmente se está cristalizando en el Nupes. No sorprende, entonces, que sea el SU quien haya tomado la iniciativa de romper el NPA y entrar al armado de Mélenchon, incluso si eso lo llevó a poner fin a su fachada democrática (partido “amplio”) para preservar sus aspiraciones electorales. Estamos en presencia de una fuerza que hace décadas abandonó el campo de la revolución.

El planteo de la “Plataforma C” (La Chispa y AyR)

Las fuerzas actuantes al interior del NPA que se reclaman revolucionarias (La Chispa y AyR) quedaron del otro lado de la ruptura, oponiéndose a un acuerdo con Mélenchon.

Después del Congreso, estos grupos presentaron un documento donde anuncian que asumirán la responsabilidad de continuar con el NPA, pese a la partida de la mayoría histórica del Secretariado Unificado. Su Plataforma para el Congreso (denominada “C”) había sido apoyada también por pequeños núcleos o grupos de izquierda.

En las asambleas preparatorias, que elegirían delegados hacia el Congreso del NPA, la “Plataforma C” obtuvo el 45,55% de los votos, y es muy posible que algunos sectores que no los apoyaron terminen, de todos modos, sumándose a ellos -especialmente en la juventud. Las fuerzas de la Plataforma C vienen de un pequeño crecimiento, que contrasta con las dificultades del SU. Su inserción en ramas clave, como correos y transporte, y su presencia en numerosos distritos plantean el desafío de construir una nueva organización de alcance nacional.

Su documento inicial se pronuncia por “la necesidad y la posibilidad de construir un partido revolucionario, porque hacer retroceder a los patrones y, en última instancia, arrebatarles el poder, no se hará mediante elecciones”. Tanto La Chispa como AyR rechazaron oportunamente las diversas convergencias con Mélenchon, a contramano de las resoluciones por mayoría de la dirección del NPA.

La construcción de un partido revolucionario en el corazón de Europa implica la necesidad de formular conclusiones de fondo acerca de la ruptura del NPA. La deriva electoralista del SU no se reduce a una seguidilla de episodios. El acuerdo con Mélenchon es el corolario de una estrategia no-revolucionaria deliberada. Y, consecuentemente, de un método no-revolucionario para la estructuración militante.

El documento de la Plataforma C plantea que “el NPA siempre se ha concebido a sí mismo como un polo de reagrupación de revolucionarios, hacia un partido revolucionario de los trabajadores y trabajadoras”. Pero el NPA nunca pasó de un acuerdo de tendencias con disciplina interna propia, donde convivían perspectivas políticas divergentes. Ante la ausencia de una estrategia revolucionaria homogénea, que lance al partido como un solo puño a la lucha de clases, lo que primó fue la confinación del NPA a un sello electoral. Bajo el paraguas común, la mayoría histórica del SU siempre imprimió su orientación y sus figuras públicas. Incluso cuando se encontraba circunstancialmente en minoría.

La reivindicación del NPA como “polo” para agrupar a los revolucionarios, dejando para un futuro difuso la construcción del partido, corre el riesgo de reeditar -en otra escala- la misma política que llevó al NPA a sus compromisos de clase, es decir, abrir el juego a que las presiones oportunistas reemplacen la pelea por la independencia política de los trabajadores.

La importancia de una delimitación revolucionaria con el SU y con el resto de la izquierda, y de un balance a fondo del NPA, no se contradice con la importancia de utilizar todos los acuerdos tácticos para lograr la más amplia unidad en la acción, en especial de cara al activismo que aún hoy cifra expectativas en el NPA.

Esta es la política que impulsa el Partido Obrero en el Frente de Izquierda Unidad, en el Frente de Lucha Piquetero o en el Plenario del Sindicalismo Combativo. Alentamos todo paso real en el movimiento de lucha, y lo hacemos sin sacrificar nuestro programa ni nuestra estrategia. En el marco del frente único, desarrollamos un debate franco con las corrientes que lo integran, buscando clarificar y delimitar las diferencias que nos separan.

Al abordar el plano internacional, la Plataforma C expresa que “por responsabilidad internacionalista, [llamamos] a luchar contra la fragmentación de la extrema izquierda y del movimiento revolucionario a escala mundial”. Creemos que también aquí es necesaria una delimitación con la izquierda.

La inmensa mayoría de las fuerzas que se reclaman de la Cuarta Internacional integran o apoyan frentes de colaboración de clase en todos los países. En Brasil, el PSOL, con candidatos burgueses desde su origen. En Alemania, el Die Linke. En Italia, al ex alcalde de Nápoles Luigi De Magistris. En España, disueltas en fuerzas nacionalistas. El rechazo al frente con la burguesía vale para Francia… y para todas las latitudes. De otro modo, la Plataforma C podría terminar reproduciendo en su estrategia internacional exactamente aquello que le criticó a la mayoría histórica del Secretariado Unificado en la ruptura del NPA.

Nuestro planteo

En oposición a la construcción de formaciones electorales, focalizadas en obtener cargos parlamentarios, planteamos la puesta en pie de partidos de combate de la clase obrera. Es allí donde se forjan los cuadros, los organizadores y los tribunos socialistas. La etapa que está abriendo la guerra, acompañada con crisis y rebeliones, pone de relieve la cuestión del poder, y reclama la construcción de partidos revolucionarios fundados en la lucha estratégica por el gobierno de los trabajadores y por el socialismo.

La disolución política –incluso entre fuerzas que se reclaman revolucionarias- en “partidos amplios”, sin una estrategia común, mina la estructuración política independiente de los trabajadores. Es el terreno ideal para que permee la presión de la burguesía y prospere el oportunismo, tanto en el plano “nacional”, como en la lucha por una dirección mundial de los trabajadores.

En una ruptura, más que nunca, es necesario que las diferencias se dejen asentadas y se discutan a cielo abierto, hasta sus últimas consecuencias. Los compañeros de la Plataforma C, que plantean “la necesidad y la posibilidad de construir un partido revolucionario”, tienen el desafío de jerarquizar la estrategia leninista y enfrentar las tendencias que pugnan por desnaturalizar un reagrupamiento genuino.