Francia: Reguero de luchas obreras y juveniles

Francia asiste a una verdadera explosión de luchas obreras y populares.


El martes 20, cientos de miles de empleados estatales pararon en todo el país en reclamo de aumentos salariales y en rechazo al plan del presidente Nicolás Sarkozy de reemplazar solamente a uno de cada tres trabajadores que se jubilen. Cincuenta mil estatales marcharon en París.


Miles de estudiantes universitarios de todo el país están en la tercera semana de movilizaciones contra la ley que establece la “autonomía presupuestaria” de las universidades públicas con vistas a favorecer su privatización. Las asambleas son “masivas y en aumento” (Le Monde, 14/11); en los últimos días se sumaron a la lucha los estudiantes secundarios.


Los próximos días pararán los abogados; ya han ido al paro los médicos y se han movilizado asociaciones de médicos y pacientes contra el aumento de los aranceles en los hospitales públicos dictado por Sarkozy.


Pero el motor de la enorme batalla de clases que se libra en Francia es la excepcional huelga que sostienen desde hace una semana los trabajadores ferroviarios y de los servicios públicos de transporte de París (RAPT) que han paralizado al transporte público. Rechazan la reforma de su régimen jubilatorio, por el cual pueden retirarse a los 55 años (con 37,5 años de aportes). Sarkozy pretende elevarlos a 60 y 40 años respectivamente.


La huelga del transporte comenzó en la noche del martes 12. Fue convocada por siete sindicatos por 24 horas “reconductibles”. Esto significa que cada mañana, las asambleas generales deben decidir si la huelga se extiende por otras 24 horas. ¡Precisamente eso fue lo que hicieron las asambleas generales de los ferroviarios y de la RAPT en cada taller y nudo ferroviario durante siete días! Cada mañana ratificaron continuar la huelga a pesar de las amenazas del gobierno y de las presiones de la burguesía que, a través de la prensa, califica a los huelguistas de “privilegiados”.


Las burocracias de los diferentes sindicatos han debido plegarse a la presión de las bases. Pero estas burocracias, sin embargo, ya han llegado a acuerdos decisivos con el gobierno.


La burocracia de la CFDT (la segunda central por su número de afiliados) se ha declarado partidaria de elevar a 40 el número de años de aportes necesarios para jubilarse. La CGT, la mayor central y la más importante en los gremios en conflicto, abandonó su reclamo de una negociación "centralizada" y aceptó la negociar la “reforma” empresa por empresa, el mecanismo ideado por el gobierno para dividir a los trabajadores. “La CGT no habría hecho una concesión en el método de discusión si no estuviera dispuesta a discutir lo esencial” (Financial Times, 15/11).


Pero la burocracia no logra levantar las huelgas porque sus bases repudian al gobierno y desconfían de las “negociaciones”. Un corresponsal resume así la situación: “Son las bases las que presionan para continuar la huelga, incluso radicalizarla si fuera necesario, mientras los sindicalistas buscan formas de negociar y terminar con el conflicto. Así, la dirigencia (de las centrales sindicales) sería ahora mismo la mejor aliada del gobierno…” (Clarín, 16/11).


Los trabajadores del transporte realizaron un esfuerzo descomunal por mantener la huelga para unir su lucha con la de los empleados públicos y los estudiantes. La idea de golpear “todos juntos” se repite en las asambleas. Pero la burocracia es mortalmente hostil a cualquier unificación de los reclamos. “Rechazamos la idea de un tercer turno social”, declaró Bernard Thibault, secretario general de la CGT (Le Monde, 14/11).


La política de Sarkozy


A pesar de que crece el número de trabajadores en conflicto, la mayoría de los analistas apuesta a que Sarkozy logrará derrotar a los ferroviarios. ¿Con qué política?


Aunque durante toda una semana se mantuvo en un “profundo silencio”, Sarkozy volvió a hablar en la noche del 20 para reiterar que “¡No cederemos!”.


El gobierno ha montado una estrategia de desgaste de los huelguistas, sobre los que pretende hacer pesar la extensión del conflicto, la presión del Estado, la burguesía y la prensa y, por sobre todo, la inexistencia de una dirección dispuesta a ganar y a unificar a los ferroviarios en una lucha común con otros trabajadores. El principal “activo” del gobierno es la disposición de la burocracia a hundir la huelga para evitar una derrota del gobierno. Para darle aire a la burocracia frente a los huelguistas, el gobierno combina los anuncios de que “no va a ceder” con el comienzo de las negociaciones por empresa a partir de los próximos días.


La prensa ha señalado el destacado papel que está jugando en la huelga una nueva generación de activistas ferroviarios, que ingresó a la empresa luego de la gran huelga de 1995. Esta juventud ferroviaria, que está a la cabeza de las asambleas y de la lucha, no está dispuesta a ceder sin combate. Los que gritan “¡no cederemos!” no sólo están en las oficinas del gobierno.


¿Tendrá éxito Sarkozy? Apuesta a desgastar a los trabajadores, a que la huelga se desintegre por el cansancio y la traición de la dirección. ¿Pero podrá él mismo sustraerse al desgaste si la huelga se extiende? Sarkozy no sólo tiene que enfrentarse a los ferroviarios y a los estudiantes. La crisis financiera internacional, que ha llevado al euro por las nubes, provoca una inflación que está licuando los salarios. El malestar salarial comienza a extenderse entre los empleados públicos y también entre los privados.


Los trabajadores franceses pueden derrotar a Sarkozy si confían en sus propias fuerzas y en su movilización. La burocracia de las centrales sindicales está por la derrota del movimiento de lucha.